Tom Roberts
(1856- 1931) La vuelta a casa (1889)
Déjame volver con el recuerdo
de aquellas esperanzas del día que partí.
Homero
Expósito
Pocas
cosas hay tan confortantes que el volver a casa al atardecer.
¿Cuándo
es que comenzamos a volver? ¿Es que sólo estamos en casa una vez que
trasponemos su puerta? ¿Por qué tratar de asuntos tan nimios como éste?
De
cualquier forma que uno la conciba, la casa es aquel lugar al que uno siempre
anhela volver. O mejor dicho, aquel lugar
al que uno siempre anhela volver, esa es su casa. Por ello, el placer de la
vivencia es más intenso cuanto más es acuciante es el afán del retorno, cuando
la fatiga se prodiga y cuando muere el día.
Comenzamos
a volver con un rito que marca un punto de inflexión en nuestras
circunstancias. A partir de este momento, toda senda posible es una de regreso.
Atravesamos todas las distancias volviendo los lugares cada vez más propios
hasta acceder a un vecindario propio, allí donde nos aguardan los signos de lo
habitual. En mi caso, cuento con la fortuna de tener unos vecinos que tienen un
muy logrado jardín en donde reinan un Palo Borracho (Chorisia speciosa) y un Jazmín del Cabo (Plumbago auriculata), custodiados desde la acera por dos Liquidámbar (Liquidambar styraciflua). El cuadro resultante me es tan querido,
que tengo para mí que comienzo a estar en casa cuando tuerzo la esquina,
levanto la vista y paso por allí.
¿Por
qué tratar de asuntos tan nimios como éste?
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