El paseante hace algo más que
ir de un sitio a otro. Haciéndolo poetiza la trama ciudadana, en el sentido de que la
somete a prácticas móviles que, por insignificantes que pudieran parecer, hacen
del plano de la ciudad el marco para una especie de elocuencia geométrica, una
verbosidad hecha con los elementos que se va encontrando a lo largo de la
marcha, a sus lados, paralelamente o perpendicularmente a ella. El viandante
convierte los lugares por los que transita en una geografía imaginaria hecha de
inclusiones o exclusiones, de llenos y vacíos, heterogeniza los espacios que
corta, los coloniza provisionalmente a partir de un criterio secreto o
implícito que los clasifica como aptos y no aptos, en apropiados, inapropiados
e inapropiables. Y eso lo hace tanto si este personaje peripatético es un
individuo o un grupo de individuos, como si, como pasa en el caso de las
movilizaciones, es una multitud de viandantes que acuerdan circular y/o
detenerse de la misma manera, en una misma dirección y con una intención
comunicacional compartida.
Manuel
Delgado, 2015
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