Tanto el reconocido derecho a la vivienda como el
reivindicado derecho a la ciudad encuentran su fundamento moral en el derecho a
habitar.
En efecto, el fundamento moral de nuestros derechos a una
vivienda adecuada, digna y decorosa, a una ciudad segura, sostenible
ambientalmente y desarrollada con armonía proviene, en el fondo, de la
obligación moral de nuestra sociedad de amparar y desarrollar el habitar
humano, en todos sus aspecto y garantizado para todos los habitantes. Reivindicar
el derecho a habitar debería constituir un importante punto en todo programa
político razonablemente explícito.
Deberemos, al menos, inquirir a nuestros políticos al respecto.
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