La isla humana es un lugar visitado y
afectado por vida ya muerta. Donde sus habitantes se juntan, se hacen
perceptibles signos sutiles y obstinados de los ausentes. Si a los mortales les
afecto lo ausente o trascendente, es por dos motivos, que, a una mirada más
atenta, remiten a fuentes completamente diferentes. La primera de ellas la
acabamos de caracterizar al hablar de la emergencia de nuevas verdades en el
ámbito del saber del colectivo: de vez en cuando se presentan ante nosotros
retoños de lo oculto, de lo que queda “tras” el horizonte despejado, en forma
de nuevos conocimientos que testimonian la prosecución de la marcha casi
infinita hacia fuera, hacia arriba y hacia abajo. Puesto que las “sociedades”
nunca se sienten seguras frente a descubrimientos, inventos y ocurrencias, los
seres humanos pueden y deben saber que hay nuevas verdades que le afectan de
lleno en su vida […]
La segunda fuente de la afección por
el más allá y lo ausente surge de la circunstancia de que los seres humanos,
según una expresión de los primeros griegos, son los mortales; y no sólo en el
sentido de que tienen la muerte ante sí, sino, más bien, de que tienen detrás
de sí a sus muertos. La segunda trascendencia se funda en el hecho de que en la
isla antropógena se tiene a los antepasados a la espalda, o tras la nuca, por
utilizar una imagen más cargante.
(Sloterdijk, 2004:337)
Comentarios
- Se trata aquí de una dimensión,
thanatotópica, según Sloterdijk que parece siempre atrás, más allá del
horizonte habitado, aunque siempre presente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario