Comentando a Jan Gehl (V)

Centro Cultural de España, Montevideo

El tratamiento de los bordes de una ciudad, más precisamente las plantas bajas de los edificios, ejerce una influencia decisiva en la vida urbana. Esta es la zona que uno recorre cuando llega a una ciudad, las fachadas que uno observa y con las que uno interactúa. Este borde es a su vez el umbral a través del cual entramos y salimos de nuestras viviendas y oficinas, la zona donde el interior y el exterior entran en contacto. Este es el lugar donde la ciudad se encuentra con los edificios.
Jan Gehl, 2010

Es clarividente la profunda reelaboración de la idea de borde de una ciudad.
No se trata ya de los consabidos bordes de la mancha urbana o los confines de una región o barrio. Se trata de la interfase que media entre el ámbito público urbano y los edificios privados. Este es un hallazgo teórico de la mayor importancia.

Es que todo lo que puede predicarse de un borde, con la atracción humana que promueve, se puede predicar con provecho del lugar donde la ciudad se encuentra con los edificios.

Plumas ajenas: María Lois

El Lugar, tal y como se propone desde la perspectiva de Lugar, sería el contexto, histórica y espacialmente constituido, “donde la agencia interpela a la estructura social” (Agnew 1987:43). Es el propio proceso de estructuración geográfica de la vida social, donde las identificaciones y las preferencias políticas adquieren un significado concreto. Más que un concepto ubicacional, es decir, una referencia concreta a un escenario geográfico donde transcurre el comportamiento político y social, es donde las acciones sociales y políticas tienen lugar, es un proceso que dota de sentido a ese comportamiento. La reproducción y transformación de las relaciones sociales tiene lugar en algún sitio: en los Lugares.
Este concepto tendría tres dimensiones, o elementos:
- La “localidad, espacio local o escenario” (locale), o el marco en el que se constituyen las relaciones sociales en la vida diaria, en el que las personas entran, salen, se cruzan, tanto formal (institucional) como informalmente (centros de ocio, espacios públicos etc.). Esto no incluiría sólo y a todos los escenarios físicos en los que ocurre la interacción social, sino que implica la vivencia rutinaria de esos escenarios.
- La “ubicación o localización” (location), o el área donde se ubica el espacio local, caracterizada por el impacto específico de procesos económicos y sociales que opera en una escala más amplia: “Un lugar es uno entre varios y está sujeto a la influencia de ellos, y la vida social de un lugar es también parte de la vida de un Estado y de la economía-mundo” (Agnew, 1987: 231).
- Y, por otro lado, la dimensión de la estructura del sentimiento local o comunidad de destino, o el sentimiento específico que se deriva de la experiencia cotidiana de un lugar, lo que se denomina “el sentido de Lugar”. Ésta sería la dimensión más subjetiva, producida por las vivencias en un lugar determinado, por las formas individuales y colectivas de percepción de la vida social: “Un sentido de Lugar particular modela las relaciones sociales e interacciones de la localidad (y viceversa), y ambos elementos están influenciados por las estructuras políticas y económicas más amplias y las formas en que éstas están visiblemente expresadas y manifestadas en la ubicación” (Oslender, 2002: 7).   

Lois, 2010

Establecimientos comerciales decorosos

Comercio en Lisboa

Es ejemplar encontrar, de tanto en tanto, un establecimiento comercial especialmente decoroso.
Lo que vuelve especialmente decoroso a tal establecimiento es, en primer lugar, el respeto y cultivo de su contexto: los comercios demuestran una sana confianza en su calidad cuando reprimen estridencias y se privan de marquesinas agresivas. Los comercios de calidad gustan mostrar su mercadería con esmero y discreción, invitan al transeúnte a pasar con gestos amables y contenidos. En el interior hay lugar para la comunicación respetuosa, el sentido del servicio y el asesoramiento.
El comercio especialmente decoroso puede hacer pagar algún dinero más a sus clientes y estos lo harán de buena gana si son  bien tratados arquitectónica y comercialmente.

Qué ha sido de nuestras hipótesis sobre la morfología del habitar (II)

Charles Conder (1868- 1909) Feriado en Mentone (1888)

Nuestra siguiente hipótesis se enuncia de la siguiente forma:

2.       Es posible elaborar una taxonomía constituyente de estos patrones de habitación.

En principio, son patrones del habitar: centros, sendas, bordes, habitaciones, hitos, cruces, regiones, pasajes y redes. Este elenco, como ya se ha dicho antes, no es necesariamente exhaustivo: no puede descartarse que puedan incorporarse nuevos patrones. Sin embargo y de momento, todo parece indicar que se ha constituido, (por obra de las investigaciones de Kevin Lynch, en diseño urbano y de Roger Brunet, en geografía) un elenco operativo y relativamente consolidado.
El aspecto general de esta enumeración muestra, en principio, una analogía con una enumeración de lugares geométricos en clave descriptiva de los lugares tal como se les percibe desde la experiencia vital de la habitación.

De allí a elaborar una taxonomía hay un largo trecho

Escaleras singulares (II)

Carlo Scarpa (1906-1978) Escalera en Castelvecchio, Verona

Una lección arquitectónica de un verdadero maestro de la arquitectura: un problema singular merece una completa reelaboración en el diseño.
La restricción, en este caso, proviene de disponer de un escaso desarrollo horizontal para ganar una gran  altura. Esto supone un desafío a la consabida ley de Blondel, que reina sobre las escaleras. La solución consiste en reelaborar el diseño de la propia marcha, que en vez de consistir en un recto, único y regular acontecer, se reinterpreta en clave de alternancias de saltos y vueltas regulares, que hacen pendular el cuerpo en torno a su plano horizontal.
El artificio resulta más cómodo para subir que para bajar, es cierto, pero consigue ser memorable: todo está por inventar, si uno se toma las cosas muy en serio. Y las escaleras son cuestiones para abordarlas muy en serio.


Comentando a Jan Gehl (IV)

Henri-Julien Dumont (1856- 1933) El Café de la Paix (s/f)

La comunicación entre las personas requiere de un mínimo de espacio para poder desarrollarse. Es necesario poder dar comienzo y final a los encuentros. Si estamos sentados a una mesa o reunidos alrededor de un café, con inclinarnos hacia adelante y hacia atrás regulamos nuestro grado de participación en la charla. En una calle o en una plaza podemos movernos como si fuéramos parte de una coreografía acercándonos, alejándonos, moviéndonos hacia los costados e inclusive retirándonos completamente de la interacción. Una buena conversación requiere de una cierta flexibilidad para poder funcionar. No es necesario establecer una cantidad fija de metros, con solo establecer un espacio donde uno pueda maniobrar entre la distancia íntima y la personal es suficiente.
Jan Gehl, 2010

El diseño arquitectónico y urbano debe nutrirse de las estructuras y condiciones que dan lugar a logradas situaciones de vida.
Todo empieza por observar todos aquellos lugares en donde la vida se desarrolla a sus anchas, en aquellos lugares que resultan sociópetas, en aquellas condiciones que favorecen el bienestar de las interacciones sociales. Lo sigue una atenta evaluación y medición que hace uso no ya de medidas puramente abstractas, sino de apreciación de dimensiones humanas en los lugares. En este caso, la proxémica debe sustituir con ventaja y oportunidad a la cinta centimetrada.

La labor no concluye hasta que las personas se adueñan y conquistan como propios y apropiados los lugares destinados a la habitación.

Plumas ajenas: Carlo Scarpa

La arquitectura es un idioma muy difícil de entender; es misterioso a diferencia de otras artes, la música en particular, más directamente comprensible...   El valor de una obra es su expresión, cuando algo está bien expresado, su valor se vuelve muy alto.

Carlo Scarpa

Osmotopías en Verona

Piazza delle Erbe, Verona

La vista puede verificar el testimonio puramente fotográfico del mercado.
Pero me gustaría poder reproducir el estupendo perfume de las frutas en él. Será, a no dudarlo, el recuerdo más hondo de la Piazza delle Erbe. Es una dicha elemental, arcaica y entrañable percibirlo en su oportunidad y es desesperada la intención de conservar para siempre esta mágica sensación. Es que a partir de una cierta hora del 8 de septiembre de 2017, en Verona se ha constituido una osmotopía, esto es, la constitución de una identificación, referencia y memoria de un lugar con el concurso de un aroma especialmente entrañable.

Sólo con un perfume conforme podrá recuperarse del fondo de la memoria este placer profundo por un reencuentro del alma del viajero con sus sensaciones más básicas. O con una reincidencia afortunada en el mismo lugar, en similares circunstancias.

Qué ha sido de nuestras hipótesis sobre la morfología del habitar (I)

Carl Spitzweg  (1808–1885) El escribiente (1880)

La primera de nuestras hipótesis enunciaba:
1.       El habitar está configurado, en principio, por un conjunto discreto de estructuras elementales (patrones de habitación).

Es más que probable que esta sospecha se viese nutrida por el legado del pensamiento estructuralista,  y por el magisterio de Kevin Lynch y de Christopher Alexander. Sería epistemológicamente tranquilizador que se dispusiera en principio de un elenco acotado de configuraciones morfológicas elementales estructurado por un orden claro de diferencias. Pero, por alguna razón, el tiempo transcurrido no muestra ni la emergencia de otros patrones nuevos, por una parte, y por otra, no existen indicios de necesaria exhaustividad del elenco disponible.

Esta hipótesis sigue siendo tal y no se ha avanzado en una decidida dilucidación de su valor de verdad.

Escaleras singulares (I)

Carlo Scarpa (1906-1978) Escalera en Negozio Olivetti (1958)

Es más que una escalera. Es una enseñanza sobre qué es una escalera.
El confort y la seguridad solicitan una secuencia regular de huellas y contrahuellas, sometidas a las demandas de la marcha. Pero esto no quiere decir que todos los peldaños deban resignarse a la pura sumisión monótona a las reglas de la serie.
El primer peldaño es singular en su papel umbral, mientras que no lo es menos el último, protagonista de la irrupción en el plano alto. Y cosas parecidas pueden repararse en cada uno de los escalones: cada altura ganada y poblada por el viandante tiene su especial valor y el arquitecto sabio es el que reconoce y pone de manifiesto tal diferencia.

Y todo esto sin mengua alguna de la secuencia regular de la marcha, en especial de las elegantes que transcurren por ella con una olímpica distracción

Comentando a Jan Gehl (III)

Stoa de Átalo, Atenas

Cuando se circula a velocidades mayores que las que se registran al caminar o al andar en bicicleta, nuestras chances de ver y entender qué ocurre disminuyen enormemente. En las ciudades viejas, donde el tránsito es principalmente el movimiento peatonal, los espacios y los edificios se diseñaron en base a la escala de los 5 kilómetros por hora. Los peatones no necesitan mucho espacio para maniobrar, y tienen el suficiente tiempo de  ocio para poder estudiar de cerca los detalles de un edificio, como así también estudiar el fondo que se recorta en la distancia. La gente que circula cerca de uno puede ser vista tanto de lejos como de cerca.
La arquitectura de los 5 kilómetros por hora está sustentada en la abundancia de impresiones sensoriales. Los espacios son pequeños, las construcciones están pegadas unas a otras y la combinación de detalles, rostros y actividades crea una paleta rica en experiencias sensibles.
Al manejar un automóvil que va a 50, 80 o 100 kilómetros por hora, nos perdemos la oportunidad de percibir estos detalles y de mirar a las personas. Cuando uno se mueve a velocidades tan altas, el espacio para maniobrar tiene que ser grande, mientras que todas las señales tienen que ser simplificadas y ampliadas para que tanto los conductores como los pasajeros puedan absorber la información.
Jan Gehl, 2010

Se trata de observaciones singularmente sensatas.
Ante tanta deshumanización urbana, bien podría adoptarse, como patrón de medida del diseño urbano, el urbanita viandante, desplazándose a 5 km/h. Cuestiones como la curva de la atención, el ritmo perceptivo, la cadencia de la respiración, el ritmo de la marcha, los desplazamientos óptimos, la alternancias de movimiento y pausa y otras análogas podrían constituir importantes insumos para una metodología de diseño urbano que comenzara por los factores humanos. Es con los pasos de las personas que deberemos volver a medir estructuras arquitectónicas ejemplares, tales como la Stoa de Átalo en Atenas.

Porque las ciudades deben ser recuperadas para las personas.

Plumas ajenas: Pedro Azara

Se ha dicho a menudo que el arte, no solo las bellas artes, sino cualquier obrar humano, cualquier creación humana, cualquier manifestación del ingenio humano, tiene como finalidad facilitar la vida, esto es, mediar entre la naturaleza y nosotros, a fin de aproximarnos a ella, tal como narra el mito bíblico de la creación del mundo, por ejemplo: gracias al trabajo, Adán y Eva lograrían volver a relacionarse con la tierra de la que habían quedado excluidos tras una primera falta: la ingesta de un fruto prohibido.
Sin embargo, las necesidades básicas de un ser viviente -de un animal- pueden ser cubiertas de inmediato: alimentarse, cobijarse, defenderse se satisfacen al momento. No es necesaria ninguna reflexión. En cuanto se manifiestan, el cuerpo reacciona hasta dar cumplida satisfacción a la urgencia manifestada.
En cambio, el hacer humano obliga a tomar las distancias con el impulso físico. El ser humano se toma su tiempo. Cocina, construye, teje, modela, lo que exige postergar, a veces durante años, la necesidad. El ser humano se construye un mundo que se interpone entre la naturaleza y su naturaleza, su persona. Un mundo adaptado a él, que, de algún modo, le protege de la "llamada" natural.
El arte, así, no nos une con el mundo, sino que nos aparta de él. Nos protege de sus exigencias.

Pedro Azara, 2017

Prácticas sociales de implementación en el habitar

Giovanni Paolo Panini (1692- 1765) El Panteón (s/f)

Hablar de las prácticas sociales de implementación en el habitar puede llegar a superponerse, casi punto por punto con hablar de toda la vida situada.
Lo cierto es que tratar de la implementación es acometer una dimensión de actividades mucho más extensa que el puro uso de algún artefacto. Las arquitecturas, cuando viven en la peripecia de sus habitantes, se implementan de un modo mucho más complejo y rico que con el uso mecánico de las máquinas para habitar. En esta implementación compleja está el fundamento trascendente del valor intrínseco de la arquitectura, problemático tanto en el espacio como en el tiempo.

Un examen exhaustivo de las prácticas sociales de implementaciones en el habitar es la coronación superior de toda la estructura de la Teoría del Habitar. Tal el horizonte de nuestros desvelos, lejos aún de nuestro alcance.

Magias del café

Ruth Orkin (1921 – 1985) Una chica americana en Florencia (1951)

Café Gilli, Florencia

Alrededor de las tazas de café suceden muchas cosas, algunas especialmente memorables.
Suceden las muchachas hermosas que revolotean el avispero, sí. Y también suceden los acólitos del negro brebaje estimulante de sueños.
Y allí, entre las vidrieras del gran café Gilli, el aroma del café sigue poblando para que toda esa magia de la esquina ciudadana tenga preciso lugar. El reloj intenta en vano avisarnos que el tiempo pasa. La cucharilla que gira en el pocillo lo desmiente.

El valor de las texturas del lado interior de la arquitectura

Museo Correr, Venecia

No insistiré en exceso en la reivindicación del valor de lo táctil en arquitectura.
Esto es especialmente interesante de su lado interior: del tiempo en que las ventanas lucían vestidas, los sentidos no se benefician sólo con el tamizado de la luz, sino que la piel agradece la suntuosidad de una elegante cortina. El tacto es el sentido que intensifica el valor propio de estar allí.

Para ello, toda sensibilidad de artífice arquitectónico es escasa para regodearse en las delicias de rozar con levedad y sutileza el lado interior de los lugares.

Comentando a Jan Gehl (II)

Catedral de Milán, interior

El dicho “el hombre es la alegría más grande del hombre” proviene de Hávamál, un poema de la Edda poética islandesa, que tiene más de mil años y que describe de una manera muy simple el interés y el gozo que provoca la presencia de otro ser humano. Nada es más importante ni más persuasivo.
Jan Gehl, 2010

Por cierto, nos hemos emocionado ambos, inmersos en la ávida multitud.
La arquitectura magnífica de la catedral nos ha conmovido de una forma muy especial. Todavía resuenan en mi memoria los ecos de la grave música de la misa dominical: Kyrie Eleison, (Señor, ten piedad) cantaban.

Pero lo que a mí me ha conmovido de sobremanera es poder contemplarte allí, a la distancia, con toda esa inmensidad por ti poblada.

Plumas ajenas: Clifford Geertz

El concepto de cultura que propugno y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie.

Clifford Geertz, 1973

Prácticas sociales de construcción del habitar

Lovis Corinth (1858- 1925) Dama y pecera (1911)

La construcción del habitar es mucho más que la peripecia tectónica.
Es por causa de un proceso moroso de construcción de hábitos, habituaciones y habitaciones que llegamos a motivar existencialmente la propia gesta constructiva de los artefactos necesarios. A la construcción del edificio le precede a la vez que le sucede —en definitiva, la atraviesa— todo un profundo esfuerzo existencial que construye el mundo, el contexto y la demanda social que hace posible y efectivo el emprendimiento constructivo material.

Las prácticas sociales de construcción del habitar son precisamente esto, prácticas sociales totales que contienen generosamente y desbordan con amplitud las prácticas arquitectónicas a la vez que les confieren pleno sentido y oportunidad.

El sentido de la villa

Andrea Palladio (1508-1580) Villa Barbaro en Maser

El sentido de la villa principia por un ansia de vuelta a una Arcadia perdida.
El retiro campestre supone un distanciamiento relativo de los avatares de la vida urbana para reconstruir una relación entre el Habitante y el Cosmos. Pero no se trata de un confinamiento en la pura vida rural. Se trata de un retiro estratégico que trae la cultura de la ciudad a la colina desde donde se domina el paisaje circundante. Es allí donde el habitante sienta sus reales, donde acondiciona morada y jardín para consagrar su existencia a una ansiada religación con una Naturaleza propicia, saludable, reparadora.
El sentido de la villa concluye por elaborar la más alta fantasía de un habitar reconfigurado. El Deseo planea a sus anchas y la idea de una villa precede cada detalle tectónico, cada gesto figurativo, cada ademán espaciotemporal.

Y así se quedan las villas, para beneficio de los siglos, respirando magníficas una confiada felicidad.

Teatro como lugar liminar

Giovanni Panini (1692- 1765) Festival musical (1747)

El teatro, como lugar, constituye un umbral o limen que articula la esfera cotidiana con el ámbito de lo extraordinario.
En la actualidad, la puerta exterior del teatro selecciona a las personas obteniendo su público. De los viandantes ciudadanos se pasa a una comunidad precaria de oficiantes voluntarios de la suspensión de la incredulidad. En el foyer, una complicidad de miradas mutuas y oblicuas, el intercambio de perfumes y murmullos cumple los rituales de la inmersión: bautismo general de la condición de espectadores. Ya en la sala, convenientemente distribuidos en razón a la inversión, doblegados por la ley del valor de las locaciones, los asistentes componen el gesto. Por favor, apagar los celulares, desconectar con las redes del mundo de todos los días.

Y luego, la luz en la escena hace su magia: disfrute la función que le toque.

Comentando a Jan Gehl (I)

Beatriz González  Sin título (2013)

En ciudades vitales, sostenibles, sanas y seguras, el prerrequisito para poder desarrollar una vida urbana es que existan oportunidades para caminar. Sin embargo, al tomar una perspectiva más amplia, salta a la vista que una gran cantidad de oportunidades recreativas y socialmente valiosas surgen cuando se las cultiva y se alienta la vida de a pie.
Durante muchos años, el tráfico peatonal fue tratado como una forma de circulación que pertenecía a la órbita de la planificación del transporte. Bajo esta forma de operar, las sutilezas y oportunidades que brinda la vida urbana fueron virtualmente ignoradas. Usualmente, para referirse al hecho de caminar, se hablaba de “capacidad de vereda”, “tráfico de a pie”, “flujos de peatones” y “cruces seguros de intersecciones”.
Pero en las ciudades, ¡caminar es mucho más que solo circular! Hay contacto entre las personas y la comunidad, se disfruta del aire fresco, de la permanencia en el exterior, de los placeres gratuitos de la vida y de las diversas experiencias sensoriales. En su esencia, caminar es una forma especial de comunión entre personas que comparten el espacio público, como un lugar de circulación semejante a una grilla dentro de la cual se mueven.
Jan Gehl, 2010

El magisterio de Jan Gehl conduce a considerar la figura cognoscitiva del urbanita viandante tanto como regla operativa de medida, así como patrón general del diseño urbano.
La figura comienza a delinearse como la de un concreto urbanita, esto es, un personaje específicamente situado en su ciudad, su contexto y su cultura propias. La figura del urbanita permite abordar una configuración mucho más circunstanciada que la de mero peatón o habitante de la ciudad. Un urbanita se define por su positiva inserción particular en modos de vida y escenarios específicos.
Pero los trazos se completan en su condición esencial y propia de viandante, esto es, una entidad semoviente, paseante, merodeadora que impone con su marcha un ordenamiento general de la arquitectura de la ciudad, según ritmos y cadencias, según motivaciones y actitudes.
El urbanita viandante conforma en primer lugar una regla de medida de distancias cuanto de tiempos. Las dimensiones de los diseños urbanos deben apreciarse y valorarse según este humano, concreto y vívido patrón de medida. Porque esta medida no es de los meros objetos urbanos, sino de la de los pulsos de la vida urbana.

Pero también y es quizá más importante, el urbanita viandante conforma un patrón cualitativo para el diseño urbano. Porque es con respecto a su figura que las virtudes del diseño de situaciones urbanas lucirán, en definitiva, sus reales y decisivos valores.

Plumas ajenas: Manuel Delgado

La vieja analogía entre cuerpo y ciudad, a la que Sennett dedicara una excelente obra (Carne y piedra, Alianza), recibe ahora, con todo lo dicho, un importante matiz. A la ciudad concebida por el arquitecto o el urbanista le corresponde un cuerpo hiperorgánico, una máquina tan perfecta como la que imaginaran Wright o Le Corbusier en sus proyectos, tejido celular preciso, con su corazón, sus intestinos, su aparato locomotor, su sistema nervioso y circulatorio, su cerebro, pero sin sexo, sin deseo, sin el estremecimiento que procura la carne, sin la tensión que suscita la actividad muscular, sin poros, ni piel. Frente a ese cuerpo acabado con que sueña la ciudad planificada, el cuerpo inacabable de la ciudad real, de lo urbano. De un lado, cuerpos que son o que están, puesto que todos y cada uno de ellos es un estado, tan estado como la ciudad-Estado en que son instalados bajo control y a condición de que permanezcan en todo momento localizados y previsibles. Del otro, una sociedad de cuerpos que permanecen siempre en danza, cuerpos que en este caso ni son ni están, sino que suceden; que pertenecen no al orden de la estructura y de la función, sino del acontecimiento. A un cuerpo reversible y mesurable, fijado al suelo de su estructura –la ciudad como sitio sitiado– se le opone o le permanece indiferente otro cuerpo idéntico a lo urbano, un cuerpo nomádico, que camina, que se arrastra, que salta, que se revuelca, que sólo sabe de intensidades, que no es ni siquiera propiamente una anatomía, sino una amalgama indiferenciada de pensamiento, de carne y de deseo.

Manuel Delgado, 2017

Prácticas sociales de diseño en el habitar

Apartamento en la costa de Malvín, Montevideo

Es preciso analizar con especial cuidado cómo las demandas informan a los proyectos sociales del habitar y cómo estas prácticas dan lugar a diseños del habitar.
Por prácticas sociales de diseño del habitar es posible entender las mutuas referencias entre los tipos edificatorios emergentes como formas, por una parte, y los regímenes correspondientes de vida, entendidos como contenidos o fines. Al estudio morfo-tipológico de las realizaciones arquitectónicas y constructivas debe asociársele el examen riguroso de los modos de vida que se les corresponden.

Formas-y-fines se asocian como signos reveladores de una escritura en el palimpsesto urbano.