A Lilian Bringas, estudiante de doctorado
La
arquitectura cósmica de las azoteas
Las
azoteas gustan estirarse horizontales entre las cosas de la tierra y las del
cielo. A la sombra de su cubierta, las fantasías se vuelven hacia el soñador y
le invaden los más recónditos rincones de la conciencia. Pero cuando uno
conquista superiormente la azotea, entonces los sueños salen a volar, en
compañía de los pájaros. Es que una cubierta plana cobija al durmiente,
mientras que en la azotea, el cielo arrebata a sus visitantes. Cuando habitamos
una azotea, poblamos una arquitectura cósmica.
John Singer Sargent - Capri Girl on a Rooftop
Las
azoteas tienen una cualidad de reductos de lo doméstico, a la vez que ostentan
la intimidad al escrutinio celeste. Nada hay más a salvo que unas muchachas en
una azotea fresca de atardecer. Allí ensayan sus danzas de seducción, con el
firmamento por testigo comprensivo. Allí respiran a sus anchas las ilusiones:
mirando largo, mejor se piensa el futuro. Allí la música es leve y singular,
porque nada impide que se disipe hacia las lejanías.
Furtivos
observatorios urbanos
En las
ciudades en que nos resignamos a poblar, las azoteas tienen mucho de trastero
toda vez que los urbanitas vamos por el mundo enfrascados en el suelo que
pisamos y poco consideramos las alturas. Por ello, las azoteas citadinas
constituyen furtivos observatorios de la vida de todo aquello que se oxida en
el olvido. El panorama desventurado de las cumbres soslayadas de la vida urbana
es todo un retrato de la ciudad que habitamos.
Ramon Martí i Alsina - View of Barcelona from a Rooftop in Riera de Sant Joan
El cielo
sucio de las ciudades es la bóveda que ampara, insegura, la insensatez de la
vida urbana que se afana en frenéticas compras y ventas. Las azoteas de la
ciudad no son otra cosa que las espaldas fatigadas del esfuerzo urbanita por
destruirse a sí mismo. Pero son también el último reducto de aquello que nos
queda de ilusión. Quizá, si nos diéramos la oportunidad de subir a las azoteas
con un café y nos confiriéramos el privilegio de reflexionar, a la distancia,
otra ciudad acaso fuera posible...
Quintas
fachadas
Para Le Corbusier,
la azotea constituía una quinta fachada, esto es, una quinta instancia de la
interfase entre lo público y lo privado, entre el exterior y el interior, entre
la arquitectura y la ciudad. En los magníficos pueblos mediterráneos que
ocurren en terrenos de fuerte pendiente, este valor da todo de sí. En estas
ocasiones, las azoteas permiten confundir de modo virtuoso la arquitectura
vernácula, el urbanismo popular y el paisaje habitado con sentido del cultivo
prudente. Las pulcras azoteas pueden dormir al sol con el sueño plácido de
quienes hacen bien su trabajo.
Ferrer Guasch Rooftops in Vila
Las
azoteas tienen algo de cubierta de barco para marineros en tierra que gozan la
brisa. Por eso, son buenas para descubrir el mar y el cielo, el estado de las
cosas del vivir y la ocasión de las constelaciones. Por eso, son buenas para hacer
lugar allí, impasibles, acechantes y soberanos de toda la comarca. Por eso, son
buenas para constituir el espíritu de estar a las buenas con el mundo. Con la
línea inclemente del horizonte a la vista.
Mientras
brilla el sol
¿Por qué
no sentarse a discurrir de modo sensato a la luz contundente del Sol veraniego?
Recordarán nuestras demoradas memorias históricas aquellos tiempos en que el
mundo era una cosa que se descubría conversando. Las azoteas bien iluminadas
pueden acabar por constituir buenas salas de partos de ideas, de invenciones,
de confabulaciones. Las azoteas bien iluminadas alumbrarían filosofías,
poéticas y hasta repúblicas. Siempre con el concurso azul profundo del mar, que
todo lo lleva y trae.
Artistas en una terraza o Conversaciones sobre un nuevo arte Mediterráneo, 1976. Guillermo Pérez Villalta
Una
cascada de azoteas es una oportunidad para la fiesta sosegada de la vida. Desde
lejos llegan los rumores, los aromas, los sabores, los roces. La proliferación
sabia, correcta y magnífica de las terrazas bajo la luz, podría haber dicho Le
Corbusier... Máquinas poéticas de habitar.
Ámbitos
de la higiene íntima y amorosa
En una
de sus páginas más bellas, el escritor mexicano Carlos Fuentes, en su novela La
muerte de Artemio Cruz, describe cómo en la noche sale de su alcoba una
mujer, desnuda, para bañarse con la luz de las estrellas y quedar fresca para
su amante. Es quizá la azotea un reducto femenino donde acaso sea una señal de
especial exquisitez cada ritual de aliño con todo el cielo como embozo. No hay
que desestimar los rumores sobre encuentros escondidos allá en lo alto...
Jean-Léon Gérôme Betsabé
En ese
preciso momento de la jornada en que muere la tarde, mientras que las losas
todavía tibias acarician el paso descalzo y cuando los primeros soplos anuncian
las sombras que sobrevendrán, en ese preciso instante es que ocurre la magia de
toda azotea. Es la hora precisa en que a sus habitantes se le estremece el
ánimo, es la ocasión de los perfumes más secretos, es la pausa justa en que
todo puede comenzar, es el momento que se está en paz y en espera paciente de
lo que vendrá. Es esta la ocasión perfecta para estar, precisamente allí y en
ningún otro lado.
Montevideo, 24 de agosto de 2021
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