El baño banalizado

Anónimo Mujeres en sus duchas (s/f)


En la actualidad, la ducha se ha generalizado en su eficiencia, se ha introducido plenamente en el núcleo íntimo de la casa y también se ha banalizado. Tomar una ducha diaria y, a veces, más de una, parece, a los ojos del sentido común actual algo tan obvio para el decoro, que da gracia suponer excepciones.

¿Qué es un amparo?

Un amparo, en general y a los efectos de la Teoría del Habitar, es todo aquel elemento que articula los lugares distinguiendo Uno y Otro Lado.
Un simple muro es un amparo, ya que suele diferenciar el lado de la sombra y el lado asoleado, el barlovento del sotavento, en fin, Uno y Otro Lado. Una cubierta articula el horizonte habitado con el cielo, la sombra y el abrigo con la insolación y los fenómenos meteorológicos. También un simple hito en una senda es un amparo, toda vez que separa y une aquende y allende.
He decidido designar genéricamente estos casos como amparos, ya que el primer cometido en la actividad habitable es conseguir, al menos y en principio, un amparo con valor ambiental.

La vida: instrucciones de uso

José Luis Prada (1957- ) Santiago de Cuba (2013)


Estas cuatro personas cabrían en una habitación, pero sin embargo cada una de ellas está habitando su propio mundo. La vida ciudadana nos constriñe de un modo tal que podamos enajenarnos relativamente de nuestros abundantes prójimos.

Saludo de fin de año

Queridos navegantes:
Ha terminado un año en que he inaugurado este sitio para difundir, a todo a quien interese, mis peculiares obsesiones sobre el habitar humano. Agradezco mucho vuestra adhesión y vuestros comentarios, los que me motivan y estimulan. Dentro de algún tiempo introduciré algunos cambios en los formatos de texto. Desde ya escucho muy atento todas las sugerencias que entiendan oportunas.

¡Salud y feliz año nuevo!

Artículos importados

Anónimo Comercio de productos importados (1910)


Una de las características más salientes de la ciudad moderna es el desarrollo del comercio global, que trae a la nariz de los consumidores una plétora de objetos de cualquier parte del mundo

Estética del habitar

A diferencia del fruidor de la pintura o la escultura, que contempla, el habitante se sumerge en el lugar.
Las percepciones del lugar son complejas porque su naturaleza es múltiple y complejamente relacionadas entre sí. La arquitectura se mira, se huele, se oye, se recorre: la experiencia estética resultante conforma una síntesis de múltiples aspectos.
Por otra parte, el juicio de valor en arquitectura no es nunca de naturaleza puramente estética, so pena de constituir un juicio parcial y desnaturalizador.
El juicio de valor arquitectónico también es una síntesis de sus aspectos constitutivos: utilidad, solidez, logro estético. No es una simple suma de juicios pormenorizados, sino el producto de sus mutuas interacciones.

La teoría del habitar tiene un compromiso ineludible con una estética peculiar de los fenómenos y experiencias concretos.

Tejado

Egon Schiele (1890- 1918) Viejo tejado


La resolución de la cubierta pasa por ser el desafío fundamental del arquitecto, al menos cuando los carpinteros (tekton) eran mañosos y soportaban estoicamente y allá en lo alto, las instrucciones del impertinente arkitecton, que pontificaba desde abajo.

Conquista y adecuación en el lugar

La habitación de un lugar supone la irrupción de un hecho contingente en un orden necesario: implica la conformación de un artefacto en la naturaleza y también una conquista.
Tal conquista debe verificar una cierta legitimidad: ¿con qué derechos naturales hacemos propio un territorio? En realidad, puede pensarse que con ninguno, pero es preciso, no obstante, construir una humana legitimidad.

Esta humana legitimidad puede reivindicarse en el valor de adecuación de la forma de la habitación del lugar a las solicitaciones del contexto en donde se aloja.

Niños: el rincón de la culpa

Maria Wiik (1853- 1928) Conciencia culpable (1900)


Siempre que algún niño hace una trastada se observa que se recluye en un rincón, situado en una expectante defensiva. Desde ahí te mira y te desarma todo enojo.

Plumas ajenas: Georg Simmel

El camino para alcanzar aquí por lo menos un valor aproximativo, me parece que discurre por el paisaje entendido como obra de arte pictórica. Pues la comprensión de todo nuestro problema depende del motivo siguiente: la obra de arte paisaje surge como la creciente prosecución y purificación del proceso en el que crece el paisaje (en el sentido del uso lingüístico habitual) para todos nosotros, a partir de la mera impresión de cosas naturales aisladas. Precisamente esto, lo que el artista hace: delimitar un trozo a partir de la caótica corriente e infinitud del mundo inmediatamente dado, aprehenderlo y conformarlo como una unidad que encuentra su sentido en sí misma y que ha cortado los hilos que lo unen con el mundo y que la ha anudado de nuevo en el propio punto central, precisamente esto hacemos nosotros en menor medida, menos fundamental, de forma fragmentaria y de contornos inseguros, tan pronto como en lugar de una pradera y casa y un arroyo y el paso de las nubes, contemplamos un “paisaje”.

(Simmel, 1913)

Abriendo espacio

Pekka Halonen (1865- 1933) Pioneros en Karelia (1900)


La operación originaria del hacer espacio: desbrozar, negar el lugar al bosque para abrir un claro. El espacio se consigue a través del esfuerzo. Por ello ante la ocurrencia del lugar concreto, no puede considerarse el puro y simple espacio, si no es con el tiempo que transcurre en su implementación habitable.

Sobre la “muerte del arte”

En la actualidad el firme vínculo entre la idea de arte y la de producción se ha deshilachado hasta volverse casi irreconocible.
Pero si se volviese a afianzar, entonces la muerte del arte, de producirse efectivamente, alcanzaría nada menos que a una de las facultades constitutivas de nuestra condición humana. En la actualidad, sólo ciertas producciones se consideran arte; las más se designan como oficios.

Acaso lo que esté muriendo no sea el arte en sí, sino una cierta idea sobre éste: en tal caso la idea clásica de tekné podría quizá renacer metamorfoseada.

Calles-borde

Childe Hassam (1859- 1935) Un aguacero (1887)


Hay calles que, además de constituir sendas, instauran un borde. Nótese el diverso uso que se hace de uno y otro lado. El largo y alto muro (¿de un cementerio, convento, cárcel?) parece hacer  a su acera sociófuga, —aunque el portal, por alguna razón, convoca a los carruajes—, contrariamente a la acera opuesta, claramente sociópeta.

Recintos

Un aspecto especialmente señalado del juego arquitectónico radica en la traza de recintos, esto es, la dilatación espacial de una superficie de articulación continua, sólo interrumpida, al menos, por un umbral que debe traspasarse para acceder al repliegue arquitectónico del espacio, a su interior. La continuidad duradera y estable del orden de los cerramientos —cubiertas, muros, pisos— es fuente de desvelos para el constructor, mientras que una particular tensión, específicamente arquitectónica, se detiene en los umbrales, en las jambas y dinteles de las puertas.

Son frecuentes las metáforas que encuentra a los muros “ciegos”, “sordos” o, aún, “mudos”, mientras que las puertas “hablan” en las alternancias de su apretura o clausura.

Suburbios

Jean-François Raffaëlli (1850- 1924) Suburbios parisienes (1890)


En eras inseguras, las ciudades se contorneaban de líneas de defensa fortificadas. En la actualidad, los bordes ciudadanos son apenas los tristes lugares en donde la poderosa expansión de lo urbano se cansa y se olvida de sí misma, contaminando el campo.

Plumas ajenas: George Kubler

Supongamos que la idea de arte puede ampliarse hasta abarcar toda la gama de cosas hechas por el hombre, incluyendo todas las herramientas y la escritura, agregándolas a las cosas sin utilidad, bellas y poéticas del mundo. Con esta perspectiva, el universo de cosas producidas por el hombre simplemente coincidiría con la historia del arte
(Kubler, 1962)

Lo sublime revisitado

Augusto Ballerini (1857- 1902) La cascada de Iguazú (1892)


Allí donde el espectáculo de la Naturaleza desborda toda la medida de lo apreciable con los sentidos, allí donde las fuerzas superan con exceso los más denodados esfuerzos humanos, allí donde se revela la tensión entre las fuerzas elementales del planeta y la empecinada vida que se asoma, allí radica lo sublime.

Plumas ajenas: David Harvey

La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no puede estar divorciada de la que plantea qué tipo de lazos sociales, de relaciones con la naturaleza, de estilos de vida, de tecnologías y de valores estéticos deseamos. El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para remodelar los procesos de urbanización. La libertad de hacer y rehacer nuestras ciudades y a nosotros mismos es, como quiero demostrar, uno de nuestros derechos humanos más preciosos, pero también uno de los más descuidados.

(Harvey, s/f.)

El discreto lugar de encuentro

Emile Claus (1849- 1924) Encuentro en el puente (1924)


Los encuentros amorosos tienden a tener lugar en aquellos sitios intersticiales, alejados de presencias inoportunas, pero, en todo caso, en el cruce de, al menos, dos caminos.

Articulaciones en el lugar

La articulación del lugar es, quizá, el gesto arquitectónico primigenio.
El juego arquitectónico marca y denota, construyendo una escritura en el espacio y el tiempo, arbitrando la manifestación efectiva de las articulaciones dictadas por el habitar: aquí/ allá, nuestro/ ajeno, cercano/ lejano. Quizá un momento especialmente crucial radique en el marcado nítido de una figura de articulación completa: la consagración del recinto. Contornos claramente definidos y consolidados: el recinto sagrado, reservado a la presencia o contacto con la divinidad, diferenciado de las esferas de los mortales; el territorio de los muertos, cercado frente a los lugares de los vivos.

Si la constitución sacra del recinto hunde sus raíces en la prehistoria, la consagración del espacio íntimo y personal es, al menos en la civilización occidental, resultado de un largo, pero mucho más reciente, proceso histórico que la Historia de la vida privada de Ariès y Duby ha contribuido a develar.

Habladurías

Telemaco Signorini (1835- 1901) Conversaciones en Riomaggiore (1893)


Nominalmente, la calle es un lugar. Sin embargo, cada corrillo configura, a su modo un lugar distinto y propio, todos articulados con el continente mayor. Así la calle no se empobrece, contentándose con ser un mero artefacto para ir de un punto a otro. Concebir una calle como una vía de circulación es una racionalización sobresimplificadora, producto de tratar con mapas en vez de territorios habitados.

Una arquitectura viva

Preconizar una arquitectura viva tiene ricas connotaciones y vagos y esquivos significados denotados.
En principio, se trata de otra arquitectura, diversa de la que suelen tenerse como modélica. Se trata de arquitecturas pensadas desde el habitar concreto de la gente y desarrolladas a partir de una profesión arquitectónica concebida como servicio social. Se trata de espacios y tiempos palpitantes de aconteceres humanos, por oposición a la hierática arquitectura de los monumentos erigidos a la mayor gloria de los comitentes y de los artífices prestigiados. Se trata de lugares en donde las personas son imprescindibles para conferir sentido y no estorbos que afean la fotogenia de la Obra.

Algo se puede sospechar, pero todavía es necesario ahondar más en el significado propio de la locución arquitectura viva.

El almuerzo del obrero

Henri Caïn (1857- 1937) El almuerzo del obrero (1891)


Comer durante la jornada laboral constituye un problema persistente, al que todavía no se le da, por lo general, una buena solución. No faltan veces en que, aunque se disponga de un comedor al efecto, la gente siga prefiriendo salir al ámbito público, si es posible, en buena compañía.

Esferas

Una de las formalizaciones elementales del habitar radica en la constitución de una esfera.
Esta esfera comienza por constituirse en el lugar peripersonal, el ámbito íntimo en aquel que solo ingresan, de un modo especial, ciertas personas. Esta esfera se ensancha hasta comprender el lugar social en donde es posible hablar, ser escuchados y oír a nuestros allegados sociales. Pero las esferas que habitamos efectivamente no dejan de proliferar: un edificio, un barrio, una ciudad, una región, el costado del planeta que a uno le ha tocado y aún, un ahora que se extiende a una circunstancia temporal, una época y un estadio civilizatorio determinado.
Habitamos, en todos los casos, un sistema concéntrico de esferas que tienen por centro un aquí tenido por propio por cada uno de nosotros

La actitud sedente

Eurípides, relieve del siglo I a.C.


Los astutos griegos no se contentaron con inventar una cómoda silla (klismos) sino además —y esto es mucho más importante— la práctica del cuerpo necesaria para su uso, además de los signos sociales del estatuto de aquellos que se sientan, por oposición a quienes aguardan de pie.

Representaciones en el habitar

Se ha dicho que habitar es una práctica social que aúna unas teorías o representaciones con la acción social.
Tanto las teorías como las representaciones tienen un trasfondo de atavismos forjados históricamente. Se trata de hurgar en el devenir menudo de la vida cotidiana para comprender, primero, que estas representaciones son efectivamente históricas y por tanto contingentes, segundo, que son revisables y, por fin, será el tiempo de proponer nuevos modos racionalmente discurridos para un habitar que nuestro tiempo merece.

Es necesaria una historia social del habitar, mancomunada por una rigurosa crítica del mismo.

Pensar arquitectónicamente

Hay un desafío específico en la consigna que demanda: pensar arquitectónicamente.
El pensamiento arquitectónico es, desde un punto de vista sociocultural, asunto demasiado arduo como para dejárselo en exclusividad a los arquitectos. Tenemos que aportar todos, todos nuestros puntos de vista al respecto. Antes de ni siquiera esbozar una forma ni en suponer ninguna construcción, es forzoso que todos elaboremos aquello que anida en nuestro interior: el ansia insaciable de un mejor lugar en el mundo.

Parece que la primera regla para pensar arquitectónicamente es preguntarse cuál es el fin principal al que se supeditarán otros fines secundarios.

Vagabundos

Frederick Walker (1840- 1875) Los vagabundos (1868)


Los sedentarios los observamos con conmiseración y también con desconfianza. Habitan los caminos de un mundo que es tan ancho como ajeno.

Gente en su sitio

John Henry Twachtman (1853- 1902) Madre e hijo (s/f)


Es un gesto simple y a la vez grandioso. Sucederá algo verdaderamente importante el día en que el niño sepa que está delante de un espejo.

Otra historiografía de la arquitectura

La atención epistemológica hacia el habitar necesita otras formas de historiografía de la arquitectura.

La historia de la arquitectura podría constituir no ya la historia particular de un arte que descuella en las singularidades afortunadas, sino una forma  específica de historia de lo humano. Una historiografía que, como ciencia del tiempo, descubra y comprenda la historicidad intrínseca del avatar de la habitación de los lugares. No constituiría otra cosa, en definitiva, que una renovada investigación sobre la naturaleza propia del habitar espacios y tiempos.

Puertas y portadas

Vincenzo Cabianca (1827- 1902) Castiglion fiorentino (1892)


Precisamente porque puede abrirse y cerrarse, una puerta une y separa “proclamando” su condición. Articula los lugares en forma dinámica y ricamente significativa, a diferencia de la parquedad de la cerca, que clausura un recinto.

Otra arquitectura

Las arquitecturas sirven a toda clase de objetivos.
De todos ellos, hay uno que aparece luego de apuntar a la construcción de una vida alternativa y este objetivo sólo puede ser entrevisto luego de una profunda y crítica labor analítica. Se configura así una imperiosa necesidad hermenéutica, dirigida a la exploración de los sueños de una vida otra y a la revelación cara a cara de aquello que el habitar tiene de auténtico y genuino.
Debe haber una arquitectura con cabal vocación de servir a habitar el mundo de otra manera.

La ciudad y los mercados

Emile Claus (1849- 1924) El mercado del teatro en Amberes (s/f)


Es interesante el contrapunto entre el empaque del entorno construido y la proliferación de la vida plebeya en el mercado. Hay también un contrapunto en los modos en que estos dos órdenes ciudadanos se las arreglan con las vicisitudes del cielo.

Habitar y vivir

En el lenguaje corriente, suelen intercambiarse los significados de estos dos términos.
En principio, no hay demasiado problema en ello, siempre y cuando se asuma explícitamente las consecuencias que derivan de equiparar la habitación a la vida. No obstante, me parece necesario consignar que el término vivir tiene una extensión semántica que no tiene la palabra habitar. En mi opinión, el término habitar hace mención a una conducta propia de aquellos que viven, sí, pero que además existen. Somos nosotros, que sabemos que vamos a morir, los que habitamos y constituimos lugares. Se puede vivir simplemente haciendo irrupción en un ambiente dado y se puede habitar obligado a transformar el medio en lugares con diversos significados.

Encontrar un marco riguroso del significado del término habitar podrá perfeccionar nuestra referencia cognoscitiva a este obrar del hombre.

El lado de atrás del paisaje ciudadano

Jerome Myers (1867- 1940) Patio trasero (1887)


Un subproducto de la arquitectura de la ciudad: el reverso de la a veces esmerada concepción y realización del frente callejero.

La esperanza epistemológica

Una teoría del habitar es una esperanza epistemológica para la arquitectura, ya se ha dicho antes.
Supone esto un compromiso agudo: hay quienes esperan encontrar una ciencia en la propia construcción o en el diseño. Pero, a nuestro juicio, la teoría del habitar toma adecuada distancia de aquello que hacen los arquitectos, para observar e interpretar aquello que la gente hace en los lugares donde y cuando habita. En las primeras alternativas para la consecución de una ciencia en la arquitectura se puede advertir una cierta viciosa circularidad. Es posible, en cambio, urdir y desarrollar una teoría del habitar fuera  —pero no por cierto divorciada— del compromiso constructivo y de su anticipación ideal.

La teoría del habitar tiene vocación clara por constituir una ciencia social; una antropología, en otras palabras. Así, todo está por hacerse.

Ducharse o ducharse, ésta es la cuestión

Ernst Ludwig Kirchner (1880- 1938) El baño de los soldados (1915)


Hay circunstancias que hacen apremiantes las condiciones de higiene. Y una institución disciplinante por antonomasia encuentra el modo de conseguirlo con eficacia, eficiencia y economía. La idea del lavado del cuerpo por una ducha encontrará, con el tiempo, el camino hacia el interior de la casa.

La asunción estética del lugar

En principio, cabe suponer que la asunción estética corriente de la arquitectura es la configuración de una cierta contemplación de un artefacto. Sin embargo, hay que hacer notar que esta perspectiva es falaz —o ingenua— si se atiende a ciertas características. El modo cabal de interactuar con la arquitectura es habitarla, con lo que se ponen en juego no sólo una compleja estructura de percepciones, sino que también el habitante deviene en algo más comprometido con su objeto que un mero espectador. Por otra parte, el objeto arquitectónico no se reduce al artefacto material, sino que incluye, para constituir una cabal experiencia de habitación, la colaboración activa del sujeto habitante.

El objeto arquitectónico es, a la vista de su habitación, una estructura relacional sujeto-objeto.

Alcoba y sus pasiones

Henri Gervex (1852- 1929) Rolla (1878)


El término dormitorio encubre, con pudibundez, las imperiosas implementaciones apasionadas del lecho. El término alcoba es, como he insistido más de una vez, más expresivo: todas las cosas y todos los lugares tienen la dignidad del nombre propio.

Especificaciones significativas del habitar

Generalmente se toman como sinónimos del habitar el morar y el ocupar.
Sin embargo, el morar, que evoca la idea de mora, ‘tardanza’ sólo es una especificación parcial de habitar: se habitan las moradas, por cierto, pero también se habitan los ámbitos abiertos que no son ni moradas, ni aún refugios y también se habitan los caminos, si el transeúnte logra hacer efectivo de la senda su lugar. Por otra parte, es cierto que habitamos siempre, efectivamente y en acto, el lugar que ocupamos, pero no es menos cierto que habitamos nuestros ámbitos  —precisamente caracterizados como habituales— aunque no los ocupemos físicamente en ciertas circunstancias.

El morar y el ocupar son especificaciones particulares del habitar.

Ese trono infamante

Thomas Crapper (s/d)
El retrete del Museo Victor Horta (2007)


No deja de ser interesante esta austeridad funcional en una construcción desaforadamente Art Nouveau. En este caso, la forma sigue a la función, convenientemente confinada para no hacer trascender el ominoso halalí de la ignominia, tal como lo caracterizara don Julio Cortázar.

Reivindicación de la arquitectura corriente

Los arquitectos y, sobre todo, los estudiantes de arquitectura, suelen prestar principal atención a las ocurrencias excepcionales del arte de proyectar y construir, sobre todo cuando aparecen en las satinadas páginas de las revistas especializadas.
Ya es tiempo de reclamar alguna atención a las arquitecturas corrientes, estas que no aparecen publicadas, pero a las que ilumina la luz cotidiana. En estas arquitecturas podemos tener una cabal experiencia del habitar los lugares, en vez de la fantasmática y visual experiencia de la arquitectura publicada.

El desafío es aprender de la arquitectura cotidiana y real, de la vulgar y corriente, de aquella que podemos tener una efectiva experiencia una y otra vez.

Amparo amodal

Vincenzo Cabianca (1827- 1902)
El pórtico de San Zeno en Verona (1867)


El intercolumnio rematado por el arco constituye un amparo amodal: articula entre sí al pórtico con el patio. Este amparo es amodal porque su figura es resultado de las relaciones de los elementos entre sí y no una figura plena o modal, en términos gestálticos, como es el caso de un muro o una cubierta.

Plumas ajenas: Christian Norberg-Schulz

¿Qué es entonces, lo que tenemos que pedir al espacio arquitectónico para que el hombre pueda seguir llamándose “humano”? En primer lugar debemos pedir una estructura representable que ofrezca abundantes posibilidades para la identificación. El valor de las grandes obras de arte consiste en que permiten diferentes interpretaciones sin perder su identidad. En cambio, las diferentes interpretaciones ofrecidas por una “forma caótica” son únicamente proyecciones arbitrarias de una misma cosa y que se deshacen como pompas de jabón. En el ambiguo, complejo pero estructurado espacio arquitectónico vemos, por consiguiente, la alternativa de las inevitables de movilidad y desintegración. Esta “unidad en la pluralidad” no es ciertamente una idea nueva, pero recientemente ha encontrado nuevas interpretaciones. La tarea del arquitecto, por lo tanto, es ayudar al hombre a encontrar un sitio existencial donde sentar el pie concretizando sus imaginaciones y fantasías soñadas.

(Norberg-Schulz, 1975)

La producción social del hábitat y sus activistas

La producción del hábitat es una actividad social en cualquier caso.
Sin embargo, se suele denominar como producción social del hábitat a producciones alternativas a las usuales en el modo capitalista de producción.

En la actualidad y fruto de la movilización organizada de entidades sociales diversas, han emergido con fuerza las asociaciones de activistas sociales, quienes organizan y gestionan tanto los reclamos reivindicativos de vivienda y hábitat populares, así como conforman grupos cooperativos que demandan específicamente políticas y acciones públicas en torno a la concesión de recursos técnicos y económicos para la construcción de viviendas. La acción de estos agentes sociales no supone simplemente la alianza simple de comitentes-usuarios, sino que implica una paciente autoorganización dirigida a la constitución efectiva de demandas, la plena implicación en la gestión administrativa, la negociación con equipos técnicos profesionales, el trámite de créditos para la construcción y, aún, el aporte organizado de trabajo productivo.

Emigrantes

Bertha Worms (1868- 1937) Nostalgia de Nápoles (1865)


Aquí en el Río de la Plata, cuántos de nosotros somos nietos o biznietos de esas miradas llenas de asombro. Gente que no tuvo más remedio de buscar un lugar en el mundo lejos, muy lejos de su tierra originaria. Están condenados a siempre recordar aquella lejana tierra mía, aun cuando sólo cuentan con un duro banco en donde todo vuelve a comenzar.

Habitar como ethos

El habitar es una conducta que se configura como ethos, según una perspectiva.
Esta perspectiva implica reconocer en el habitar una conducta o estructura de comportamientos que se observan vinculados a valores de índole moral: la felicidad y la adecuación, formulados en términos muy generales. Por otra parte, es apreciable que todos los humanos habitamos, pero lo hacemos de diferentes modos, según pautas culturales y también idiosincrásicas. Es constatable que, dado un conjunto específico de circunstancias, optamos por vivir de uno u otro modo, según hayamos construido nuestras creencias, actitudes y valores.

En la medida en que nuestra conducta al habitar es resultado de una opción, en un marco de modos facultativos de hacerlo, la forma y modo de habitar no es el resultado necesario de un orden natural de cosas, sino propio de un ethos.

Parque

Anton Hansch (1813- 1876) Motivo italiano (1876)


Cuando el entorno deja de aparecer peligroso o áspero, la Selva se transforma en Parque. Bajo la tutela del lugar habitado, la sombra de los árboles deviene también un lugar con su específico interés.

Plumas ajenas: Witold Rybczynski

El hablar de domesticidad es describir un conjunto de emociones percibidas, no un solo atributo aislado. La domesticidad tiene que ver con la familia, la intimidad y una consagración al hogar, así como una sensación de que la casa incorpora esos sentimientos, y no sólo les da refugio. Lo que impregnaba los cuadros de de Witte y de Vermeer era el ambiente de domesticidad. El interior no era sólo un lugar para las actividades domésticas —como había sido siempre—, sino que las habitaciones y los objetos que contenían adquirían una vida propia. Esa vida, naturalmente, no era autónoma, pero existía en la imaginación de sus propietarios y, en consecuencia, paradójicamente, la domesticidad hogareña dependía del desarrollo de una rica conciencia del interior, una conciencia que era resultado del papel de la mujer en la casa. Si la domesticidad fue, como ha sugerido John Lukacs, uno de los principales logros de la Era Burguesa, fue sobre todo un logro femenino.

(Rybczynski, 1989)

El umbral de la puerta

Nicolay Bogdanov-Belsky (1868- 1945)
En la puerta de la escuela (1897)

Una puerta no es sólo un acceso físico a un ámbito sino también el conducto por el que se llega a localizarse en un grupo. Por ello, situarse en su umbral es el lugar justo para ejercer la duda y la expectativa.

Dominar el contexto

Eugène Galien-Laloue (1854- 1941) Catedral de Reims (1941)


En un paisaje urbano bien estructurado hay ocurrencias que dominan su contexto, sea por su escala, por su programa o por su cuidada realización. La metrópolis moderna ha olvidado esto: muchos edificios se suceden en mutua competencia en donde el que pierde es el paisaje. El ambiente ciudadano actual está sobrecontaminado de arquitecturas que se despreocupan de sus contextos.

Cultura tectónica

La cultura tectónica es el producto complejo de recursos y actividades que permite al ser humano transformar materialmente su ambiente habitado y erigir referentes objetivos para los diversos hechos arquitectónicos que configuran, en cada circunstancia concreta, la arquitectura del hábitat.
Esta cultura tectónica es un obrar sabio y transformador efectuado por el hombre para el hombre, hecho efectivo en un ambiente físico y social determinado. El término tectónica proviene del griego tekton (literalmente, “carpintero”; “constructor”, por extensión). De esto, la tectónica es el arte de unir por ensamblaje cosas diversas con el fin de la construcción material de una obra arquitectónica.

La cultura tectónica no debe confundirse con la cultura arquitectónica: la primera es un aspecto importante de la segunda, pero no el único.

Acondicionamientos

A María Alonso
Gyula Benczúr (1844- 1920) Mujer leyendo en el bosque (1875)

A veces los gestos de acondicionamiento del lugar para habitar son mínimos, pero cruciales: una colcha define un territorio, un paraguas puede bastar para una contingencia. Hay que prestar alguna atención a las formas efímeras del habitar.

Tránsitos

Hay importantes aspectos en la arquitectura precisa, generosa y sensible que desarrolla el conjunto de los tránsitos.
Las “áreas de circulación” no pueden quedar reducidas a un mero expediente minimizable en busca de la falaz optimización del Existenzminimum. La arquitectura de los tránsitos interiores merece el tratamiento arquitectónico que se otorga a la estructura. Pasillos, corredores, recibidores, antecámaras, son rincones especiales en donde el sujeto muda su estado, donde las estancias se articulan adecuadamente, donde se anticipan los cruciales encuentros con los umbrales.

La arquitectura no debería desdeñar los ámbitos de tránsito y cambio de estado, si quisiera palpitar el pulso de la vida.

La delimitación tenue del lugar

Arnold Lakhovsky (1880- 1937) La conversación (1935)


Con un elemental equipamiento, se constituye tenue, pero claramente un lugar. El lugar en donde es posible hablar, ser oído y replicado, sin que se escape mucha información hacia los que no están en precisamente allí. El lugar es un nodo de percepciones que se comparten de buena gana.

Los objetos singulares en arquitectura

Los objetos singulares, como bienes estéticos, configuran fenómenos de figura recortada con respecto a fondos relativos.
No sólo se trata de edificios aislados en un paisaje “natural” más o menos antropizado, sino de ocurrencias que por su magnitud, configuración general o tratamiento exterior se destacan como unidades relativamente autosuficientes en su configuración, volviendo a su entorno inmediato un fondo o telón perceptivo. Estos objetos constituyen bienes estéticos de una característica especial en tanto sus valores de belleza, hermosura, euritmia, o aún su fealdad son potenciados por la propia singularidad.
La ciudad contemporánea y su cultura arquitectónica hegemónica brindan una exagerada atención a los objetos singulares. Estos objetos son manifestaciones patentes del poder económico, político o simbólico que se afana por dejar en el escenario una marca contundente de su propia y diferencial identidad. Lo problemático es que una ciudad en que proliferen con exceso estos objetos singulares se vuelve un caos estético urbano. Es triste ver cómo ciertas ocurrencias brillantes hacen caso omiso del paisaje circundante, volviendo el contexto urbano preexistente un mero fondo de anomia.

El esplendor de la obra maestra a veces oscurece su entorno.

Gente de estudio

Eduard Hildebrandt (1817- 1868)
El estudio de Alexander von Humboldt en Berlín (1842)


No sólo dispone de implementos, ordenadamente dispuestos. Distribuye en la arquitectura de su lugar sus propios emblemas de intelectual

El tiempo de la arquitectura

En el oficio del arquitecto se asume con naturalidad la operación de producir lugares a costa de la transformación de las extensiones del espacio.
Pero la operación arquitectónica humana no se agota allí en donde las extensiones espaciales dan forma efectiva a formas construidas: la arquitectura se consuma efectivamente con el tiempo fundamental que instaura el habitarlo. La dimensión temporal es crucial para armonizar el ahora del habitante con la construcción positiva del lugar. Esta construcción constituye la deriva que deviene un ahora concreto hacia un yo, con un mío, con un propio.

Los lugares se constituyen en (y con) el tiempo: los lugares constituyen las fundamentales estructuras existenciales de la identidad y de la memoria.

La ciudad ideal del arquitecto

Piero della Francesca (1420- 1492) La ciudad ideal (1470)


Aparece muy decorosa, limpia y unitariamente concebida. Lástima que no tenga gente. En cada lugar hay un edificio concebido para cada estilo de ocupación y poblamiento. Se debería denominar quizá ciudad disponible, antes que ideal. Las ciudades reales se hacen, pese a quien pese, primero con los pobladores y luego con todo lo demás.

Aquí

Aquí indica puramente un punto cero, una ausencia radical de extensión, un origen topogenético, situado al abrigo del cuerpo.
Se constituye en torno a él un gradiente de cercanías y distancias que hace posible la manifestación concreta del espacio como extensión. Con el uso de la voz aquí podemos indicar, en un extremo, toda la extensión concebible del mundo tal como creemos conocerlo, alejando aquellas dimensiones del universo que desconocemos. Pero en el otro extremo, sólo alcanzamos a indicar una esfera de nuestro cuerpo en donde el aquí se repliega en una ajoría originaria de todos los lugares.
El aquí es el punto cero de toda perspectiva como espacialización de la experiencia, y toda extensión es una dimensión en principio perspéctica.

Nota

Aquí se propone el término ajoría, para designar el lugar desprovisto de extensión, compuesto por el prefijo privativo a- y χώρα (jora, chora, en griego) que indica designa el espacio como extensión.

Las reglas del juego

Charles Dellepiane (1866- 1932) Bochas (s/f)


La arquitectura opera articulando y contorneando los lugares con amparos. Pero en ocasiones la constitución de los lugares radica apenas en el imperio de las reglas de juego en una extensión y circunstancia específicas, aunque muy tenuemente delimitadas.

Representaciones del habitar

Hay en el habitar dos modalidades de representación que se señalan con ciertas especificaciones de la acción.
Por una parte se habita en un lugar, que, por imperio del vínculo identificante entre el sujeto y una figura ambiental hace que el lugar se constituya como un continente relativamente cerrado sobre la figura del sujeto. De allí se extrapolan las figuras del amparo, el refugio y el recinto que pueden contener efectivamente la figura corporal del sujeto.
Por otra parte, se habita con una trama de cosas, enseres y dispositivos de articulación espacial que proliferan en el lugar que es el mundo. Se habitan entonces horizontes que abren lugares entre el cielo y la tierra, paisajes y regiones, caminos y laberintos, hitos, nodos, sendas, centros y confines.

Se habitan geografías e historias.

Cubierta

Giovanni Fattori (1825- 1908) Rotonda en Palmieri (1866)


Una cubierta es un ejemplo básico de amparo: constituye una figura significativa que articula el cielo y el horizonte habitado. Constituye físicamente un filtro ambiental separando la luz de la sombra y su figura perceptiva es modal. Quizá por estas características, una cubierta o techo pasan por ser sinécdoques de un alojamiento, residencia o domicilio.

Plumas ajenas: Yuri Lotman

Desde el punto de vista genético, la cultura se construye sobre la base de dos lenguajes primarios. Uno de ellos es la lengua natural, utilizada por el hombre en el trato cotidiano. Su papel en todas las construcciones secundarias de la cultura es evidente y no requiere aclaraciones [...]
Menos evidente es la naturaleza del segundo lenguaje primario: se trata del modelo estructural del espacio. Toda actividad del hombre como homo sapiens está ligada a modelos clasificatorios del espacio, a la división de éste en “propio” y “ajeno” y a la traducción de los variados vínculos sociales, religiosos, políticos, de parentesco, etc., al lenguaje de las relaciones espaciales. La división del espacio en “culto” e “inculto”, espacio de los vivos y espacio de los muertos, sagrado y profano, espacio sin peligro y espacio que esconde una amenaza, y la idea de que a cada espacio le corresponden sus habitantes     —dioses, hombres, una fuerza maligna o sus sinónimos culturales—, son una característica inalienable de la cultura.
(Lotman, 1992)

La fiesta del baño

François Flameng (1856- 1923)
Baño de las damas de Corte en el siglo XVIII (1888)


Antaño, el baño era dominantemente festivo, colectivo y reparador. Para llegar a la actual condición de requisito cotidiano, higiénico e íntimo, ha corrido mucha agua, por cierto.

Semiótica del artefacto

En el seno de un paisaje se recortan, con mayor o menor claridad, los artefactos, esto es, los objetos que han sufrido un proceso de transformación a partir del trabajo humano.
El recorte formal con que se presentan a la percepción revela, en principio el carácter de formas contingentes, posibles o no-necesarias frente al carácter general de los eventos de la naturaleza que poseen una forma necesaria.

La forma del artefacto es una forma adoptada y por ello, es pasible de interpretación y de juicio de valor.

Muros

Giovanni Fattori (1825- 1908) Carros (1873)

Un muro es un amparo contundente, clausurado y —semiótica y frecuentemente— sordomudo. Hay sendos mundos de uno y otro lado del muro o tapia, radicalmente separados.