Una breve reseña acerca de cómo llegamos a los actuales
baños domésticos
Todas
las cosas que nos rodean en nuestro habitar han conseguido su constitución y
arreglo a través de unos más o menos dilatados procesos históricos. Si
prestamos cierta atención a nuestros baños domésticos podremos preguntarnos
cómo es que se ha asociado el cuidado del cuerpo con la eliminación. Lo que
asocia ambas funciones es la disponibilidad doméstica de un cierto ciclo del
agua, tanto el suministro del recurso apropiado, el uso ritual y la disposición
final de las aguas servidas.
No se
ensayará aquí una historia de la higiene, pero no podrá soslayarse los vaivenes
de la compleja relación del agua con el cuerpo. Tampoco se trata de una
historia de la sala de baños doméstica. Nos limitaremos aquí a desandar el
camino histórico del agua domesticada al servicio del cuidado corporal.
Hacia el agua, allí donde se encuentre
En
principio, es forzoso dirigirse hacia donde se encuentra el agua. En playas, en
ríos y arroyos, en lagos. Ir en busca de agua es ir en busca de algo
especialmente apreciado de la Naturaleza. Es allí donde el cuerpo se encuentra
con el auxilio vigorizante y saludable del contacto de la piel con el agua.
Antes que una limpieza cotidiana y corriente es una práctica al amparo de
Hygeia, hija de Asclepio. La idea de higiene, en su origen, tiene acepciones
algo diferentes a las actuales.
Ilustración 1. John Henry Twachtman (1853- 1902) Lago encantado (s/f)
No se
trata, por cierto, de un hábito banalizado por su recurrencia, sino un ritual
reconstituyente del estado del cuerpo. Se busca en ocasiones un efecto
rejuvenecedor. También está presente un carácter purificador que llega a tener
resonancias de tipo religioso.
Ilustración 2.
Arnold Böcklin (1827- 1901) Campo
con bañistas (1863)
La
celebración intensa de la inmersión en el agua tiene mucho de bautismo tanto
regular cuanto pagano. El agua aceptada,
real y simbólicamente, purifica. No se trata sólo del cuerpo. Se trata de
vivencias complejas, en donde lo sagrado no se encuentra muy alejado.
Orientación de las aguas
Acercar
las aguas suele ser un problema técnico difícil de resolver. Por ello, contar
con agua en estanques o fuentes fue señal inequívoca tanto de dominio de la
naturaleza, así como de amplia disponibilidad de recursos. En los jardines —andalusíes,
italianos, franceses—, la juiciosa administración del agua y su espectáculo son
focos de interés estético y técnico.
Ilustración 3. Jardines de la Alhambra
Hay
que concentrar los esfuerzos en disponer de agua limpia en buenas cantidades,
en forma constante. Todo un reto. Cuando se consigue, la naturaleza del agua
responde con especial agrado estético. Los espejos de agua son, en un sentido
propio, espléndidos.
Establecimientos públicos
Es
comprensible que se desarrollaran establecimientos públicos de baños, en donde
las alegrías del cuerpo no se contentaban con el agua, fría o caliente, sino
que se complacían también con la agradable y amorosa compañía. Hay embriagueces
de agua caliente, perfumes y masajes.
Ilustración 4. Théodore Chassériau (1819- 1856) Tepidarium (1853)
Ilustración 5. Lucas Cranach el Viejo (1472- 1553)
La fuente de la juventud (1546)
La
fama rejuvenecedora de los baños congrega de buena gana a rituales sociales que
tienen mucho de fiesta y de placer. Todavía la limpieza cotidiana no era un
componente de primer interés. Lo importante sigue siendo lo festivo y mágico de
los juegos en el agua.
Con el
impacto de la difusión de la sífilis y la peste, el agua pasa a adoptar un
estatuto peligroso. Se sospechaba entonces que era el agua el vehículo de
enfermedades que inficionaban el organismo a través de los poros de la piel. Es
por ello que se buscan fuentes de agua libre de sospecha y se somete a control
y discriminación social el uso de los estanques.
Ilustración 6. François Flameng (1856- 1923) Baño de
las damas de Corte en el siglo XVIII (1888)
El agua se aproxima a la casa
Ilustración 7. Giuseppe María Crespi (1665- 1747) Buscadora de pulgas (1720)
Como
el ritual del baño no era cosa frecuente, las lastimosas condiciones de vida
del siglo XVIII conducen a inquietarse ahora por la limpieza. La limpieza
“seca” tiene notorias insuficiencias. Ya es hora de arrimar algo de agua
directamente a cada casa.
Ilustración 8. Giacomo Favretto (1849- 1887) Después del baño (1884)
Con
bastante dificultad llega el agua a la casa. El carácter ritual del baño en el
patio se conserva, perdiéndose el carácter aventurero de visitar el arroyo
distante. No es aún una conducta muy frecuente, pero ya es doméstica. No es una
práctica privada todavía, ya que es forzoso contar con servidumbre.
Ilustración 9. Viggo Johansen (1851- 1935) El baño de los niños (1888)
El
carácter doméstico del uso del agua con fines higiénico se ve reforzado por la
endoculturación. Es tiempo de cultivar el decoro en el mismo cuerpo. Y ahora
las madres se ensañan y enseñan.
Ilustración 10. John R. Frazier (1889- 1966) Lavado de pies (1923)
Cuando
el agua escaseaba y el baño era un ritual menos frecuente que en la actualidad,
proliferaba el lavado localizado en ciertas regiones “críticas” del cuerpo. El
pediluvio se adopta incluso como una práctica terapéutica.
Ilustración 11. Anders Zorn (1860- 1920) La bañera (1888)
Introducida
el agua no sin dificultad en el interior de la casa, aún falta un tiempo para
reservarle un lugar específico. Por ello, jofainas y bañeras se sitúan, en
general, en alcobas y cámaras. El lugar propio de la bañera sólo se conquistará
con la introducción de tuberías para el agua.
Ilustración 12. Alfred Stevens (1823- 1906) El baño (s/f)
Hay
que prestar especial atención al figurativo grifo de la izquierda. Tras él,
oculto pudorosamente en las profundidades de la pared, se aloja la tubería, que
se volverá una de las peores pesadillas de arquitectos y constructores. A veces
tienen pérdidas y entonces el agua se transforma en un intruso destructivo.
Pero mientras todo funcione bien, la bella señora podrá relajarse más o menos a
sus anchas, sumergida en el agua domesticada y de uso ya más frecuente.
Ya
estamos en la época en donde vinculamos estrechamente la limpieza temporal no
sólo con el decoro, sino con la salud. Lejos de las casas, en instituciones
tales como regimientos, cárceles u hospitales, surge la demanda social por
higienizar de modo económico —esto es, mecanizado— a muchas personas. De este
modo, ducharse o ducharse, ésta es la cuestión.
Ilustración 13. Ernst Ludwig Kirchner (1880- 1938) El baño de los soldados (1915)
En
efecto, la ducha ahorra tiempo, energía y agua. Optimiza así, dentro de lo
posible, el sistema técnico de disposición de agua limpia. Ya no se trata de
una relajante inmersión, sino de una conducta capaz de repetirse diariamente.
Se pasa entonces de un ritual doméstico a una conducta banalizada.
Ilustración 14. Anónimo Mujeres en sus duchas (s/f)
Ahora
implica cierto embarazo apenas suponer que pase un día sin tomar uno una ducha.
Alejados de la casa han quedado los usos recreativos o aún medicinales, por no
mencionar a los religiosos. Pero ha emergido una conducta obsesiva con el
cuidado y arreglo del cuerpo, empeñosamente explotada por la industria y el
comercio de jabones, cremas, lociones, desodorantes, champús y perfumes.
Ilustración 15. John French Sloan (1871- 1951) Domingo, mujeres secándose el pelo
(1912)
Si uno
presta atención a las tandas publicitarias de la televisión, la piel, pero
sobre todo, la cabellera femenina es el blanco de intensas y competitivas
campañas. Sorprendería tener noticia cierta de los montos invertidos por el
complejo industrial-comercial-consumidor.
En la
actualidad, por otra parte, el consumo frenético de agua inquieta a
los ambientalistas. Ahora nos empieza a preocupar, antes que la falta
generalizada de uso del agua, su consumo abusivo.
Cuando las últimas gotas escurren en el resumidero
El
camino histórico del agua domesticada al servicio del cuidado corporal ha sido
significativamente prolongado. En nuestras actuales salas de baño contamos con
eficaces dispositivos para prodigar los más pormenorizados cuidados del cuerpo.
Las cosas suelen brillar tanto a la vista —todo debe estar ostensiblemente
limpio— como a los sonidos: los revestimientos de los muros tienen una singular
reverberación. Todo está a escala del usuario solitario y ensimismado.
En la
actualidad, la sala de baño doméstica es destinataria de destacada atención a
su diseño, arreglo y mantenimiento. Configura entonces un ámbito íntimo en el
que tiene lugar los rituales cotidianos del cuidado del cuerpo, todo lo cual es
supervisado por un siempre implacable espejo. Narciso contemporáneo arregla con
detenimiento el arreglo del personaje, momentos antes de irrumpir en el
escenario de la vida.
Ilustración 16. Antonio López García Lavabo y espejo (1967)
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