Los cafés constituyen
una peculiar forma social que asocia a las personas entre sí, albergados en
ciertos ámbitos que merecen cierta atención sensible, acompañada necesariamente
por ciertas emociones que parecen provenir del insondable aroma de esta apreciada
infusión.
A este primer
artículo le seguirán otros dos, uno dedicado a los restaurantes y otro, a los
bares.
…como señalan Farb y Armelagos, p. 28 “el apetito cultural que manifestamos por una cena sabrosa y variada, preparada de un modo refinado, no tiene estrictamente nada que ver con los procesos digestivos —en la medida en que nuestros alimentos favoritos continúen procurándonos las calorías y los elementos nutritivos esenciales para nuestra subsistencia—“. En efecto, la alimentación no es, y nunca lo ha sido, una mera actividad biológica. La comida es algo más que una mera colección de nutrientes elegidos de acuerdo a una racionalidad estrictamente dietética o biológica. Tampoco sus razones o sus implicaciones son meramente económicas. “Comer” es un fenómeno social, mientras que la nutrición es un fenómeno de la salud.
…como señalan Farb y Armelagos, p. 28 “el apetito cultural que manifestamos por una cena sabrosa y variada, preparada de un modo refinado, no tiene estrictamente nada que ver con los procesos digestivos —en la medida en que nuestros alimentos favoritos continúen procurándonos las calorías y los elementos nutritivos esenciales para nuestra subsistencia—“. En efecto, la alimentación no es, y nunca lo ha sido, una mera actividad biológica. La comida es algo más que una mera colección de nutrientes elegidos de acuerdo a una racionalidad estrictamente dietética o biológica. Tampoco sus razones o sus implicaciones son meramente económicas. “Comer” es un fenómeno social, mientras que la nutrición es un fenómeno de la salud.
Contreras, 1992
La habitación de los establecimientos gastronómicos
Todo comienza por
convencerse, con el antropólogo citado, que, efectivamente comer y beber son
fenómenos sociales lejanamente emparentados con la necesidad biológica de
nutrirse. Como formas sociales que son, la comida y bebida acompañan
estrechamente la sociabilidad, esto es, el intercambio comunicativo, el
estrechamiento de vínculos interpersonales y el mutuo reconocimiento de roles y
status sociales respectivos. Este acompañamiento es tan estrecho que quizá en
la actualidad y en nuestra cultura no sea concebible mejor forma de interacción
entre las personas que constituir rituales mediados por bebidas y platos.
Las formas sociales
del comer y el beber comienzan por distinguir entre los productos, más o menos
elaborados, que se pueden y deben consumir y cuáles son los otros productos rechazados
para su consumo. Luego se constituyen las circunstancias en donde se prescribe
la modalidad: un familiar desayuno, un almuerzo rápido, un café por la tarde,
una cena más o menos formal, un banquete de gran aparato. También se instituye
la etiqueta particular para cada circunstancia, esto es, el conjunto de
rituales que se observan tanto en el consumo como en la interacción social
implicada.
Aquí examinaremos con
cierta atención los modos en que se habitan los establecimientos gastronómicos
distinguidos por tres de sus modalidades: las cafeterías, los restaurantes y
los bares.
El café y las cafeterías
El café constituye
una infusión de las semillas tostadas y molidas de Coffea arabica o Coffea
robusta. Constituye una bebida no alcohólica estimulante de aroma y sabor
sumamente apreciados. Como el té, es una bebida socializadora por excelencia.
Posee un alto contenido de cafeína, por lo que puede considerarse, en cierta
forma, como una especie de droga.
Ilustración 1 Antigua cafetería en Turquía
Son los turcos, hacia
el siglo XVI, los que no sólo se aficionan a la bebida del café sino que
aplican la costumbre de socializar en establecimientos que lo sirven. De esta
manera, los hombres se alejan de sus moradas, convocándose en las cafeterías
que se vuelven escenario de charlas, negocios y complicidades. Por otra parte,
las cafeterías se desarrollan en fértil vínculo con calles, plazas y mercados,
lugares de incesante tránsito.
Esta característica
de bebida estimulante, que favorece los intercambios sociales y espabila los
espíritus, la vuelve sospechosa a los ojos de las autoridades. Se atribuyen
conspiraciones contra el poder, alrededor de los aromas que propician el
talante crítico y las alianzas interpersonales.
Todo parece indicar
que la edad de oro de las cafeterías comienza a partir del momento en que las
mujeres se animan a inmiscuirse en estos antros exclusivamente masculinos, con
lo que el panorama gana, como no podría ser de otra manera, otro interés y
riqueza sociológica. Ahora se constituye un escenario diverso al salón
aristocrático, donde reinaban algunos personajes femeninos: se abren lugares
admisibles para nuevas formas de sociabilidad.
Ilustración 2 Henri Gervex (1852-
1929) Café en París (1877)
Ilustración 3 Giovanni Boldini (1842- 1931) Conversación en el café (1878)
En la actualidad, por
más que ciertos establecimientos buscan, bajo la denominación café gourmet, diferenciarse del consumo
distraído y banalizado de la bebida, lo que domina es un tenue recuerdo
cultural de una época que ya no es la nuestra. Por esta razón, ciertos cafés,
que han logrado pervivir en el tiempo, merecen toda nuestra atención.
Algunas cafeterías históricas
Ilustración 4 El Café Brasilero en Montevideo
En la Ciudad Vieja de
Montevideo y a pasos de la plaza Matriz todavía perdura, desde 1877, el
apreciado Café Brasilero de Montevideo. En una agradable semipenumbra que
convoca las presencias entrañables de Mario Benedetti y Eduardo Galeano, se
puede conversar sosegado en torno a sus mesas.
Se trata de un local
algo pequeño, característica que favorece la percepción gozosa de los aromas
del café desde que lo muelen hasta que llega la taza a la mesa. A través de su
fachada vidriada se vincula discretamente con la calle, escenario de la agitada
vida de los apurados montevideanos. Adentro, todo es calmo.
Todo el tratamiento
arquitectónico contribuye a propiciar la estancia detenida. Los parroquianos no
se contentan con consumir un producto, sino que se solazan en la detención, en
la pausa. Es un buen lugar para escapar a la oficina, encontrarse con un amigo
o, simplemente, leer el diario. De lo que se trata es de consumar un momento y hacer memoria de ello.
Si bien cuenta con
una fachada ampliamente acristalada, ciertas peculiaridades vuelven especial la
relación del establecimiento con la calle. La puerta, retranqueada del plano de
la vidriera, consigue establecer unas condiciones especiales para entrar: uno
traspone primero un vano y sólo después de un paso consigue acceder al salón,
trasponiendo la puerta. En ese paso,
el apurado cambia de carácter: la puerta ya le invita a sosegar el ánimo.
Este mismo retranqueo
genera, a ambos lados de la puerta de entrada, sendos lugares muy especiales,
en donde se alojan pequeñas mesas en un ámbito especialmente recogido. Allí los
visitantes pueden descorrer o no las cortinas que les hurtan a la visión de la
calle. Estos pequeños lugares, constituyen con mucho, los lugares preferidos
por las parejas. El resto del pequeño salón es convencional y lo cierra el mostrador guarnecido por el resplandor de las bebidas.
Ilustración 5 El Café Tortoni en Buenos Aires
Por su parte, el muy
famoso Café Tortoni, en Buenos Aires se encuentra en la ordenada Avenida de
Mayo y constituye un destino apetecido por innumerables turistas que buscan
participar de un ambiente cabalmente porteño. El establecimiento fue fundado en
1858 y ha albergado en sus instalaciones las innumerables estancias de porteños
célebres, tal como el mismísimo Jorge Luis Borges.
En este caso, la
relación con la calle es diferente: o bien uno está a las puertas del café o
bien dentro de él. Una elegante marquesina protege a los recién llegados,
mientras que las puertas, acristaladas, pero protegidas con cortinas, se
adentran hacia la derecha de la fachada.
Adentro, el amplio
salón se abre en una maravilla de luz, que se derrama leve desde los amplios
vitrales en la cubierta y desde sus abundantes luminarias. Hay una luz justa:
no resplandece en exceso, como en un salón de fiestas, pero tampoco peca de
insuficiente, con lo que constituiría un antro penumbroso. Los colores castaños
y rojos oscuros de la tapicería modulan de una manera especial esta luz.
El Café Tortoni, con
su atmósfera, invita a demorarse en la charla alrededor de muy buenas mesas y
mejores butacas, a deleitarse con sus aromas que tienen a los del café como
motivo portante y a arroparse con calma en su campana rumorosa. Cada locación
cuenta con la reserva de un ámbito propio, de modo que, siendo un muy amplio
salón, cada conjunto de butacas y mesa constituye un módulo propio del grupo
que lo puebla.
Ilustración 6 La Confitería
Torres en Santiago de Chile
Por su parte, la
Confitería Torres, en Santiago de Chile abre sus puertas hacia la Alameda,
desde 1879. Constituye más que un café, dado que sus amplios salones albergan
también un afamado restaurante. Guarda un cierto “aire de familia” con los
casos anteriormente reseñados.
También en este caso
el café se desarrolla en forma introvertida, pero basta que los parroquianos
corran las cortinas para participar, con cierta distancia, del frenético
tránsito de la Alameda. Como todos los establecimientos históricos, ostenta con
mucho orgullo el recuerdo de sus visitantes ilustres y se esfuerza sabiamente
en conservar una atmósfera: quizá porque sean éstas las que perduran, más allá de
la arquitectura, del equipamiento y de los parroquianos, que van viviendo y
sucediéndose.
Lo que queda en el poso
Hay que prestar una
cierta atención al logro verdadero de estos establecimientos que perdura en el
tiempo: las personas habitan con gusto una estancia. Para ello, ciertamente, viene
de perillas un café aromático, pero lo que importa es la atmósfera bien temperada, una luz apropiada, la disponibilidad de
un ambiente sonoro que haga posible la confidencia y también la risa,
equipamiento noble y cómodo, colores que envejezcan con nobleza en el decurso
de la vida. Una arquitectura del lugar
que haga honor a la calidad de las personas que allí habitan en momentos que,
de alguna manera, son para siempre.
Bibliografía
Contreras, Jesús (1992) “Alimentación y cultura:
reflexiones desde la Antropología”. En Revista
Chilena de Antropología N° 11, 1992 pp 95-111
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