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Pausa a la vera del camino


Tom Wood (1951)

La imagen de la fotografía merece ser examinada en todos sus detalles.
¿Cuáles son las condiciones materiales, sociales y humanas que hacen posible que una señora pueda tomarse de tal modo una pausa en su camino? Sólo si el paisaje le es propio, esto es, legítimamente apropiado en los dos sentidos del término: por ser adecuado y por identificarse con su locataria, sólo así es posible tal escena. Todo el paisaje es seguro, tan seguro que la señora puede tomarse una breve siesta, si lo desea, sin que tema ser importunada por una presencia hostil. Por otra parte, el personaje referente está en paz consigo misma, un estado espiritual que no es frecuente experimentar en este nuestro mundo atribulado.
Viviríamos en un mundo mejor si cada uno de nosotros pudiera proponerse una pausa así a la vera de nuestro camino.

Dimensiones de la habitación de las sendas

Jean-Baptiste-Camille Corot (1796 – 1875) Orfeo (1861)

Las certidumbres sólo se alcanzan con los pies.
Antonio Porchia

Lo nuestro es pasar canta Joan Manuel Serrat y dice bien.
Nuestra existencia tiene en el deambular su habitación más primitiva y constituyente. Así es que discurrimos: vivimos, pensamos, hablamos. Al conocimiento de primera mano de las cosas lo alcanzamos con los pasos; he aquí esto a lo que queríamos llegar, concluir o rematar. Nuestras sendas son los lugares habitados por el proyecto que nos impele a nosotros mismos hacia las siempre escasas certidumbres que podremos alcanzar de tanto en tanto. Pero es moviéndonos, navegando tiempo y espacio, aviando caminos y sendas que efectivamente transcurre nuestra existencia. La dimensión simbólica del andar es potente, luminosa, inextinguible.
En vano nos quieren reducir a la triste condición de meros circulantes. En la realidad efectiva de los caminos recorridos reside gran parte de nuestro capital vital. Ni el olvido de sí, ni el sinsentido del trayecto espacial abstracto pueden ocluir la esperanza de autonomía y libertad que nos confiere nuestra condición inexcusable de caminantes.
Y queda la dimensión imaginaria por considerar. Los caminos que es dable emprender ya mañana o ya en los sueños o ya en los territorios de Utopía. Las sendas que siempre están por desbrozar

Sobre el valor de la errancia


Hans Andersen Brendekilde (1857–1942) Camino boscoso en otoño (1902)

Toda senda merece ser poblada con un profundo sentido del valor de la errancia.
La marcha es la actividad real que mejor ilustra simbólicamente el propio vivir. Esto, porque aúna el espacio, el tiempo y la existencia. El desplazamiento persistente y ritmado es el significante, mientras que la vida misma es, en el fondo, su significado fundamental. Así como marchamos, así vivimos. Navigare necesse.
Pero también existe otra dimensión importante en la realización habitable de la senda. Caminando discurrimos, reflexionamos, imaginamos otras voces, otros ámbitos. Caminando es que entendemos —o creemos entender— que nuestra marcha efectiva es apenas una posibilidad entre otras, pero que, por fuerza de las circunstancias, optamos por un sendero. El nuestro.
El valor de la errancia no puede ser malbaratado en la mera circulación mecánica. Nos vale la propia vida que merece ser vivida

Tránsitos

Nino Costa (1827- 1903) Camino en la llanura (1890)

La arquitectura moderna se ha ensañado particularmente con el habitar propio de los tránsitos.
Las amplias y ceremoniosas galerías se redujeron a angostos y despoblados pasillos, las calles se abandonaron al abuso de las bestias automotoras: los tránsitos se reducen ahora a circular.
De esta manera el profundo sentido vividero del andar, de la errancia cadenciosa, del paseo gozoso. Ahora se reduce todo a vencer en línea recta y con la mayor velocidad la mera distancia entre dos puntos.

El problema es que si soslayamos el sentido de la marcha, a la vez nos sumimos en la insignificancia de nuestra propia existencia cotidiana.

Patrones (II) Sendas

John Atkinson Grimshaw (1836- 1893) Enamorados en un bosque (1873)

En cierta forma, la vida es una larga marcha siempre dirigida a un punto inalcanzable del horizonte.
Por eso, el lugar habitado, por excelencia y desde mucho tiempo, no es otra cosa que una prolongada senda. Lo que sucede es que prestamos mayor atención y reflexión a la demora en las estancias y a los incidentes en ciertos cruces de camino
Una senda es un patrón de habitar de una peculiar, primitiva y arcaica constitución. Es mucho más que un mero expediente para unir dos puntos distantes.

Por ello, una senda merece ser vivida con un profundo sentido del valor de las errancias.

Precedencias

Thomas Fearnley (1802- 1842) Paisaje con excursionista (1830)

Antes de recorrer mi camino yo era mi camino.
Antonio Porchia

Habrá un tiempo futuro en donde se tendrá por obvio y asumido que el ser humano precede a los lugares que habita.
Así, es el caminante el que origina y precede el camino.
Es el observador el que origina y precede al paisaje.
Es el habitante el que origina y precede a la arquitectura habitada.

Porque el camino no existe sin la marcha, ni el paisaje sin su fruidor, ni la arquitectura sin su locatario. Así de simple.

El camino a la escuela

Imre Kinszki (1901- 1945) Niños en camino (s/f)

Así, un camino a la escuela en sentido amplio debería tener en cuenta, si verdaderamente queremos alcanzar los señalados objetivos de fomento de la autonomía y la sociabilidad infantil, aquellos principios estructurales que impiden a las niñas acceder, no solo a calles y plazas en igualdad de condiciones que los niños, sino también al más elemental derecho a una educación que les permita ampliar sus oportunidades.
Este camino escolar, por tanto, adquiere gran relevancia en el espacio urbano, por supuesto, pero debe comenzar por garantizar una educación de todos y todas en igualdad ya que, solo así, será posible conseguir una auténtica ciudad de y para los niños y las niñas
José Mansilla, 20161

Si reparamos en el modo en que el camino a la escuela se ha vuelto peligroso e invivible para nuestros niños, nos damos la oportunidad de observar críticamente la ciudad que habitamos.
En efecto: ¿cuántos factores de la realidad de nuestras ciudades y vecindarios atentan violentamente contra un adecuado, digno y decoroso camino a la escuela? El tránsito vehicular, la inseguridad ciudadana, la inadecuada inserción de la residencia en relación con el ámbito educativo son algunos factores que acechan los tránsitos infantiles y su habitación.
Y esto se agrava si uno también repara que, para los niños, todos los caminos son una escuela.


Habitar distancias

Hugo Mühlig (1854–1929) Las casas medievales de entramado de madera (1929)

No te olvides del pago
si te vas pa' la ciudad
cuanti más lejos te vayas
más te tenés que acordar.
Alfredo Zitarrosa
No siempre habitamos en recintos definidos: también habitamos según centros de referencia, por lejos que puedan quedar.
Habitamos unas memorias de lugares, tránsitos y trasposición de umbrales. Habitamos lugares ensanchados en el espacio y en el tiempo. Habitamos redes de vínculos.
Habitamos lejos, a veces, de nuestros lugares originarios, pero siempre habitamos la distancia que nos separa de éstos. En cierto modo, siempre estamos en un mismo camino. Y cargamos con mochilas y mapas.
Habitamos ciertas afiliaciones, ciertas tradiciones. No abandonamos para siempre las aulas donde hemos aprendido sino que habitamos la condición de aprendidos.

Y hay veces que una ráfaga sutil de lucidez nos revela desde dónde y desde cuándo hemos emprendido el camino.

Hacia donde van todos los caminos

Charles Edwin Fripp (1854-1906) Retorno a casa (1906)


Al menos en uno de los extremos de un camino está siempre la casa.

Origen y meta de todas las sendas

La casa es la meta de todas las sendas que vuelven
Cuando se piensa en una casa se evocan habitaciones o estancias.
Menos frecuente es considerar que desde la casa parten la multitud de sendas que afrontamos día a día. Y que una casa, en cierto modo, es la meta de todos los caminos de vuelta. Así, una casa es un punto de peculiar intensidad en la geometría hodológica de la vida, siempre que se considere la marcha como característica propia.

Todos los caminos llevan a Ithaca

Habitar el camino

Hilde Schürk-Frisch (1915- 2008) El caminante (1965)


No incurriré en el inevitable verso de don Antonio Machado. Pero ¿cómo evitar la idea?

Andares

En sus andar, los caminantes hacen su lugar en las sendas, en los cruces, en los umbrales.
Así, no se habitan sólo las estancias o las residencias, allí donde la marcha se detiene. Habitar en movimiento, habitar mientras se marcha, habitar mediante el desplazamiento, son las dimensiones del habitar del errabundo. Hay algo sublime en la transfiguración wagneriana de Wotan en la figura del Wanderer, el errante que fatiga los caminos en su misión.

La teoría del habitar tiene un capítulo importante destinado al tratamiento del habitar en marcha.

Caminos que siempre son de vuelta

Camille Pissarro (1830–1903) Entrada al Pueblo de Voisins (1872)

Y aunque no quise el regreso,

siempre se vuelve al primer amor.

El tango de la vuelta

Los lugares originarios tienen la virtud de promover el regreso.
Desde ellos se diseminan las sendas de salida al mundo. Por prolongados que resulten los desplazamientos, en el espacio tanto como en el tiempo, siempre queda el recurso de volver sobre los pasos, replegarse hacia estancias más o menos extensas, más o menos duraderas. Si con el tránsito hacemos de la vida una aventura, con la vuelta a las estancias construimos lo que habitamos.

Quizá uno no consiga nunca separarse mucho de sus lugares originarios.

Vocación de los caminos en el bosque

Johan Krouthén (1858- 1932) Camino en el bosque (1909)


¿Hacia dónde nos conducirá esta senda? Algo difícil de definir nos mueve los pasos.

Caminos

Adrien Lavieille (1848- 1920) Ruta de tierra (s/f)


Esto que aquí se aprecia es una mera posibilidad de tránsito. Será un camino sólo cuando lo atraviese el caminante.

La habitación de los tránsitos

Con frecuencia se confunde el habitar con el establecimiento, con una condición de arraigado sedentarismo.
Pero también debe considerarse el habitar en los tránsitos. Cuando Antonio Machado dice que no hay camino, se hace camino al andar, es que podemos entrever un modo propio de habitar transitando. No se trata de un deambular enlazando de la manera más escueta y olvidada de sí una partida con un arribo —esto es lo que sucede en los no-lugares—, sino que sucede que habitamos el camino en ocasión del tránsito.
La circulación atenta, la caminata consciente de sí, el deambular exploratorio son la habitación de los tránsitos.

Peregrinaciones

Émile Claus (1849- 1924) El camilo a la escuela (s/f)


Toda senda tiene una meta al final y varios hitos en los que distraerse con gozo. Feliz edad cuando todo era descubrir.

Discretos lugares del cortejo

Evariste Carpentier (1845- 1922) Conversación íntima (1892)


Erototopo llama Sloterdijk al lugar en donde se despliegan las estrategias y tácticas del intercambio amoroso. Mientras que en el lugar social domina, vertical, la Norma y el Orden, en ciertos intersticios discretos, en ciertos espacios umbrales, se abren, horizontales, espacios y tiempos para el encuentro íntimo.

Camino

Camille Pisarro (1830- 1903) El camino (1864)


Un patrón sencillo: una senda más o menos rectilínea bordeada de sendas filas de cipreses. Con los tránsitos se configura un simple y digno lugar habitable, que el pintor hace bien en guardar en la memoria.