Plumas ajenas: Jorge Luis Borges


Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.

Jorge Luis Borges, 1969

Novedad editorial

 



Todavía con la tinta fresca. Próximamente disponible en librería de FADU, en Montevideo y en Librería Técnica CP 67, en Buenos Aires.



Plumas ajenas: Jorge Luis Borges


JUNIO, 1968

En la tarde de oro
o en una serenidad cuyo símbolo
podría ser la tarde de oro,
el hombre dispone los libros
en los anaqueles que aguardan
y siente el pergamino, el cuero, la tela
y el agrado que dan
la previsión de un hábito
y el establecimiento de un orden.
Stevenson y el otro escocés, Andrew Lang
reanudarán aquí, de manera mágica,
la lenta discusión que interrumpieron
los mares y la muerte
y a Reyes no le desagradará ciertamente
la cercanía de Virgilio.
(Ordenar bibliotecas es ejercer,
de un modo silencioso y modesto,
el arte de la crítica.)
El hombre, que está ciego,
sabe que ya no podrá descifrar
los hermosos volúmenes que maneja
y que no le ayudarán a escribir
el libro que lo justificará ante los otros,
pero en la tarde que es acaso de oro
sonríe ante el curioso destino
y siente esa felicidad peculiar
de las viejas cosas queridas.  
Jorge Luis Borges, 1969

Apariciones


Santiago Rusiñol i Prats (1861 –1931) Jardines de Aranjuez (1907)

Más allá de detalles de especial acondicionamiento u ornamento, lo cierto que ciertas regiones de algunos jardines tienen la virtud de aparecer como emergencias de Aquel Lugar que —quién sabe— alguna vez habitamos y del que hemos sido desterrados. Exiliados del Edén, andamos a tientas buscando ciertos atisbos, ciertos indicios, ciertos aspectos que puedan indicarnos el Pasaje.
Supongo que es esta esperanza de afrontar este especial Pasaje el que guía mi andar en busca, en cada jardín bien temperado, un acceso propiciatorio al Jardín Fundamental, éste del cual ciertos rincones son preanuncios.

Dimensiones fundamentales del lugar


John William Waterhouse (1849 –1917) Lamia (1909)

El Lugar es algo más que la vivencia de la vida cotidiana. Es el ‘momento’ en el que lo concebido, lo percibido y lo vivido adquieren una cierta coherencia estructurada”
Andrew Merrifield, 1993

Hay que pensar en forma particularmente honda en qué cosa mentamos cuando decimos tener lugar. Tiene lugar aquello que ocurre en la plena efectividad del espacio y el tiempo. Lamia, así como se la ilustra, tiene lugar en las precisas circunstancias en que aquello que piensa, representa y vive se alían inextricablemente en una estructura. Esta estructura es, precisamente, Lamia, la que tiene lugar allí y en ese entonces. Existimos teniendo lugar.
Y esto significa algo sustancialmente distinto de ocupar un sitio. Significa una aleación íntima de representación simbólica, de imaginación y de una realidad de la que apenas Lamia puede saber y vivir.
Por ello es que todas las Lamias que se maravillan con su propia imagen en la superficie del agua. Porque en ese instante comprueban con el estremecimiento de su piel que tienen lugar allí, entre las rocas y los lirios, a la sombra.

Acondicionamiento fototópico


Lesser Ury (1861- 1931) Berlín en la noche (1920)

Un lugar habitado, reducido a su condición esencial, es una región iluminada que nos emplaza en medio de la oscuridad y las penumbras.
Por ello, siempre es prudente la correcta administración de los flujos luminosos buscando, para cada circunstancia, una magnitud conforme. En el mínimo, todo lugar destinado a la habitación debe portar, como signo, una nota discreta de luz que nos oriente y convoque. En los umbrales, debe calificarlos a éstos tanto como señalar los estatutos respectivos de uno y otro lados relativos del mundo. En las estancias, el nivel general debe facilitar los desplazamientos, a la vez que los gradientes deberán indicar las regiones más trasparentes del aire, así como contornearse estas con sombras y penumbras que contribuyan a la percepción de las contexturas y figuras propias del interior.
La luz esculpe los ámbitos habitados y cuando lo hace bien, es un deleite mayor para la mirada y el ánimo.

Breve admonición del confinamiento de la belleza en los museos


Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo

¿Por qué nos cuesta tanto soñar con un mundo en que la Belleza deambule por calles, plazas y rincones ciudadanos, en donde pueda gozarla a sus anchas el hombre libre? ¿Por qué nos empecinamos a hurtarle a la Belleza la luz del sol y enclaustrarla en las penumbras discretas a salvo del palpitar de la vida ciudadana? ¿Por qué la Belleza no sienta plaza si no es en el lado antagonista del umbral, en el sitio del más allá?
El confinamiento de la Belleza en los museos corresponde a la operación de definición nominalista del arte. En efecto, las instituciones sociales hegemónicas se reservan para sí tanto el delineado autoritario de las fronteras conceptuales de qué cosa sea el “arte” tanto como se aplican a levantar muros de exclusión y confinamiento a las “obras” o “eventos” que merecen la cocarda triunfal de “obras de arte”. Operación correspondiente y cómplice con las ceremonias obscenas de la especulación financiero en torno a los fetiches consagrados.
Seremos de verdad libres el día que se disuelvan los muros de los museos para dispersar el arte auténtico en el paisaje por todos habitado.

Plumas ajenas: Pedro Azara


Somos -tenemos entidad, no "somos" fantasmas o ilusiones, no somos efimeros, como los griegos calificaban a los humanos- porque habitamos. Ser -tener un ser, una entidad- implica tener un lugar en el mundo, estar emplazado, no encontrarse desorientado, tener un techo, un refugio donde acogerse. Eso no es una condena al nomadismo, si bien es cierto que loa pueblos asentados se oponían a los nómadas, y los mitos (como el mito bíblico del Éxodo) reflejan esta oposición o esta dualidad. Pero los nómadas no van perdidos, a la deriva, sino que siguen sendas establecidas, que se repiten cíclicamente. Recorren, están en un mismo territorio. El mundo es su casa.
Pedro Azara, 2018

Alternativa a la ciudad inmobiliaria


Montevideo

El modelo de desarrollo urbano que se ha consolidado en los últimos años, donde el mercado inmobiliario es el único gestor de la satisfacción de la necesidad de vivienda, ha tenido como consecuencia directa la implantación de una suerte de ciudad inmobiliaria. La constitución de este modelo como visión hegemónica del hecho urbano ha pasado por presentar los intereses particulares de la clase capitalista como los intereses de toda la sociedad, acompañándolo por un discurso fuertemente ideologizado, que ha construido un imaginario colectivo que asume la vivienda como una mercancía, en su doble condición de bien de uso y depositaria de patrimonio. Este modo de producir ciudad ha obviado la condición equidistributiva originaria del urbanismo y, acompañada por instrumentos jurídicos que han configurado un nuevo marco de actuación, ha desencadenado una grave crisis habitacional y un espacio social cada vez más segregado y estratificado.
Cristina Fernández Ramírez, Eva García Pérez, 2014


Es necesario entender de una vez por todas que la ciudad contemporánea está sumida en una grave crisis habitacional.
La ciudad inmobiliaria está disgregando a la ciudad histórica: el territorio social se vuelve cada vez más laxo y anómico. El mercado, librado a su peculiar lógica de funcionamiento, segrega la población y estratifica los alojamientos. Corremos el riesgo de atosigarnos con estructuras arquitectónicas que terminarán por no satisfacer otra demanda que la pura mecánica especulativa, mientras que la habitación efectiva de cada vez más anchas mayorías sociales se ven expulsadas y diseminadas por una urbanización difusa y amorfa.
El pensamiento y la acción urbanista públicas deben conquistar un protagonismo que salvaguarde el interés general, so pena de perecer en la distopía catastrófica.

Hacia una indagación en las prácticas sociales de concepción del habitar


Gabriel Dante Rossetti (1828 –1882) Ensueño (1880)

La realidad de las prácticas sociales de concepción del habitar puede que quede siempre oculta en una suerte de hermética transparencia.
Sin embargo, podría acaso indagarse en los valores del habitar, entendidos como símbolos. Así, cuestiones como la adecuación, el confort, la dignidad o el decoro exigibles a la morada humana podrían ser objeto de un asedio hermenéutico en donde cada término empleado por el sujeto habitante fuese interpretado en su sentido profundo y oculto. Es preciso entonces en armarse uno como un verdadero maestro de la sospecha. Un torvo intérprete de los entresijos del discurso vigil del habitar.
Porque también es preciso indagar en las formas imaginarias de concepción del habitar. Para ello habrá que interpretar los sueños, interrogar a los cuerpos ensimismados, rescatar los girones de las revelaciones de lo onírico. Esto, para confrontar cómo es que la conciencia opera tanto en las resignaciones habituales de la vida cotidiana, así como cuando se desamarra hacia las tentaciones oscuras de lo posible.

Ventanas fundamentales


Hans Heyerdahl (1857- 1913) En la ventana (1881)

Una mujer asomada en la ventana vuelve a inaugurar, prístinas, todas las ventanas que han sido y serán.
En efecto, una ventana es un lugar vividero en que el cuerpo se acomoda en la expectación por lo que se manifestará más allá del horizonte. Por ello, los ventanucos altos resultan en la miseria de la mera ventilación o, en el mejor de los casos, el aporte de una mínima disipación de las sombras de un antro. Pero peores son los agujeros bajos, que sólo permiten fisgar cabizbajos. Una ventana cabal tiene que alojar el horizonte, debe abrirse a las brisas en la cara y debe dar cuenta tanto de los pormenores de la tierra tanto como de los del cielo.
Pero ninguna ventana está completa sin una mujer asomada a ella, cuando le confiere efectivo sentido.

Habitar da trabajo


Libro de la casa de la Landauer Zwölfbrüderstiftung

Habitar tiene una dimensión ergotópica, una dimensión trabajada, esforzada y extenuante que conviene no olvidar.
Habitar supone trabajar en forma constante, recurrente y acumulativa. El habitar es una construcción morosa, un continuo ajuste de volúmenes llenos y vacíos y un persistente pulido de superficies. Sólo con el tiempo y el esfuerzo aplicado el cuerpo encuentra efectivo acomodo en el orden de cosas que lo ampara. Limpiar, ordenar y acondicionar son apenas los emergentes más enojosos de una labor que insume la propia vida de los habitantes.
La misión del arquitecto, en este extremo, es facilitar, estimular y confortar las fatigas que cuesta este habitar ergotópico.

Plumas ajenas: Pedro Azara


Figurar tiene dos significados, antitéticos. Por un lado, significa estar en un lugar determinado, estar presente. Figurar es mostrarse. Pero también significa aparentar. La apariencia es la cara visible de un ente o un ser, pero también designa solo la cara visible, dando a entender que el ente o el ser no tienen nada detrás de dicha fachada. Son entes o seres planos, huecos, en cierta medida, que no son -no son nada- lo que parecen. Son entes o seres que engañan sobre lo que "verdad" son. Simular ser, pero son una cortina de humo, entes o seres sin ser, insustanciales. Quimeras.
Sin embargo, el sustantivo figura, en latín, posee significados que, si por un lado, se inclinan hacia el engaño -el verbo fingo significa modelar, pero también inventar falsedades, de ahí fingir: hacer ver lo que no se es-, por otro, implica una sólida y probada presencia. Figura, en latín, nada tiene que ver con la apariencia, sino con la "esencia" (figura, en lenguas latinas modernas, significa ilustración o ejemplo: una manera de mostrar lo invisible, de dar cuenta de la existencia de entes ideales.
Pedro Azara, 2018

Acerca de la casa que crece



Hemos de construir casas que crezcan; la casa que crece ha de sustituir a la máquina para habitar.
Alvar Aalto

Hay una poderosa dimensión imaginaria en la concepción de la casa que crece.
Desde ya puede pensarse en una construcción que se desarrolle morosamente a lo largo del tiempo, que ajuste su diseño y conformación según se vayan disponiendo las circunstancias y que, antes que constituirse como un proyecto plenamente definido, su constitución efectiva y material obedezca a una suerte de estrategia cambiante. Pero esto sólo es una posibilidad que ha llegado a materializarse, en más de una oportunidad, en el avatar real de muchas construcciones. Puede imaginarse, en cambio, que la propia concepción, el proyecto y el diseño obedezcan a un proceso propiamente germinal. Lo que supone una profunda diferencia.
Puede que la casa que crezca constituya un símbolo de una entidad originada según un proceso equiparable con el biológico, en donde un elemento seminal encuentre un terreno y ambiente especialmente favorables para desarrollarse según un desarrollo vital. En este caso, la invocación a una arquitectura orgánica no se trataría tanto de una metáfora banal, sino de una asunción metodológica positiva.
Esta operativa asunción metodológica puede volverse real sólo en una forma sensata. Si se descubriera una forma germinal de habitación residencial y se comprendieran adecuadamente las condiciones proclives a su desarrollo, entonces podría concebirse el habitar de una casa en crecimiento efectivo, alrededor de la cual tender un manto de cubiertas, muros, ventanas y puertas condigno de esa condición viviente con la que interactúa.
Una arquitectura viviente protegida, como debe ser, por una suerte de exoesqueleto, una estructura material y energética que ampara su condición.

Que nada turbe su calma


Burano, Italia

Una vez que se ha conseguido que las cosas y las gentes armonicen con ejemplar desempeño, que nada turbe su calma.
En efecto, una vez que la mano que ase y considera las cosas del habitar encuentra el guante que le ajusta confortablemente, se consigue una alegría esencial y calma. Esencial, porque nada falta y nada sobra. Calma, porque uno entonces puede respirar a sus anchas, en equilibrio con su situación.
Silencio, se vive.

Ética del habitar (II)


Antoni Arissa (1900-1980)

En todo caso, la ética del habitar no debe nunca alejarse de las prácticas sociales que se distribuyen a lo largo y ancho de la vida social.
Esto implica que todos los habitantes deben ser considerados en sus particularidades de edad, género, status, capital económico y cultural. La ética del habitar, en definitiva, no puede construirse sobre un hipotético sujeto habitante —que, muy probablemente, constituiría un adulto varón, de clase media alta, solvente y culto—, sino sobre la efectiva humanidad tal cual es. Tampoco puede construirse esta ética sobre un monstruo estadístico que surge de agregar los distintos porcentajes que arroje la sociometría. Parece más sensato indagar en ciertos perfiles que contornean, en la vida social, un sujeto relativamente consensuado, que adopta diferentes figuras según las circunstancias.
Después de todo, los sujetos son unos con su circunstancia: por ello la adecuación, dignidad y decoro de una senda urbana debe considerarse tanto a la altura de una escolar, así como la de un venerable adulto mayor.

Para poner las cosas de la arquitectura en su lugar


Galería Vittorio Emanuele en Milán

Todavía hay quienes razonan de tal modo, oponiendo espacios llenos a espacios vacíos. Y alojan la utilidad, el uso y las personas en el vacío espacial arquitectónico. La vida, allí, se inmiscuye apenas ante la magnificencia de las masas escultóricas.
Y, sin embargo, cabe pensar exactamente al revés.
Concebir los henchidos lugares habitados, abiertos y plenos de vida, mientras que en los intersticios se alojan, serviciales, los elementos arquitectónicos sometidos no ya meramente a la norma tectónica, sino a las leyes supremas del ritual de la vida. Supone esto poner las cosas del diseño y la construcción arquitectónica en su lugar. Dispositivos serviciales.
No suponga esta asunción un desmedro a la arquitectura, sino una vindicación de la vida humana, sorprendida en su feliz acontecer.

Culpas por las angustias infligidas



Cuando nosotros los arquitectos y otros tecnoburócratas confinamos a las personas en miserables mínimos habitacionales, so pretexto de maximizar la inversión social (y preservar beneficios empresariales, faltaba más) estamos contribuyendo a la diseminación social de ciertas angustias esenciales de las que sólo tendremos futura conciencia, si es que vivimos para verlo y si es que conservamos un alma para comprenderlo.
Las consecuencias emergentes la estamos advirtiendo ya. Crecen las manifestaciones violentas, ese descontento generalizado, esa angustia, ese malestar de una cultura que inflige mínimos a quienes tienen, como cualquiera, derecho fundamental a la magnitud conforme.
Estamos criando a la mayoría de nuestros niños en lugares hacinados, en donde adolescer es una tragedia. Estamos constriñendo la libertad humana en corsés falazmente racionalizadores que desalientan el uso de la razón.
Estamos alejando y confinando la pobreza urbana en ghettos allí donde después veremos gérmenes de futura contradicción entre Ellos y Nosotros. A las sevicias del mercado inmobiliario le siguen de cerca las políticas puramente asistenciales de vivienda.
Es hora de afrontar la culpa y asumir ciertas responsabilidades.

Plumas ajenas: Santiago de Molina


Desde antiguo se cree que el hogar tiene su origen en el fuego, como un centro que irradia física y espiritualmente. Pero quizás si entendiéramos la casa desde el mero problema de su tamaño, podríamos decir mejor que la casa es más una distancia a ese fuego primitivo. Una distancia que alcanza a influir en su espacio inmediato y construirlo. Porque el tamaño hace la habitación, y tras ella, lo que íntimamente significa la casa. La habitación se encuentra entrelazada con el hombre por medio de una sutil red de costuras que llamamos escala, al igual que se encuentran vinculados el agua y un vaso por medio de una sustancia aparentemente invisible pero cierta. Por eso la habitación, por sus dimensiones, es la primera homotecia del hombre.
Santiago de Molina, 2018


Jardines y espejos


Villa Bardini, Florencia

Ciertos jardines y ciertos fondos de los espejos tienen en común ser intercesores con el mundo que portamos detrás de las retinas. ´
¿Por qué?
Porque hay una cualidad difícil de identificar y aislar, pero singularmente eficaz, allí donde el aspecto de ciertos rincones de un jardín o de la contextura de la imagen en algunos espejos nos preanuncian la emergencia de lo Otro. Y esto Otro, lo que conseguimos atisbar en ese entonces, es un chispazo de la conciencia, un llamado de las profundidades de nuestro psiquismo.
Esto que atisbamos es algo que portábamos en nuestras más secretas alforjas.

Arquitectura profunda

Louis Jacques Daguerre (1787- 1851) Las ruinas de Holyrood Chapel (1824)

Hay una arquitectura que yace en lo hondo de nuestro psiquismo.
La visitamos en la noche, cuando el cuerpo se repliega sobre sí mismo y cuando somos habitantes cabales de nuestro abismo interior. En cierta forma, podría decirse aquello que habitamos en verdad de modo fundamental y propio esta sima. Y que en la vigilia apenas si nos contentamos con arreglarnos con la cruda realidad de lo que disponemos según las circunstancias.
Pero los retazos deshilachados de los sueños nos acechan durante el día y esperan pacientes la hora de la alta noche para abrir sus umbrales. Y entonces, habitamos.

Las reglas del juego


Willard Metcalf 1858- 1925) Verano en Hadlyme (1900)

Quién pudiese dar con las secretas (u olvidadas) reglas del juego de la arquitectura del lugar.
Quién pudiese olvidar todos los errores aprendidos en la Academia.
Quién pudiese rescatar del fondo de su alma el onironauta que ha olvidado convocar.
Quién pudiese escuchar con atención la voz profunda del deseo de habitar.
Quién pudiese.

Hacia una historia social de las cosas



Una historia a través de las cosas es imposible sin poetas.
Neil McGregor

Una historia social de las cosas es acuciante para reconsiderar la historia del habitar y de allí reconfigurar la historia de la arquitectura.
Para recordarla, rescatarla y hasta inventarla hacen falta poietés, esto es, hacedores de cosas, usos y significados. Toda la historia de la humanidad puede caber, en su origen, en la palma de la mano. Allí fue destinado, de una vez quizá para siempre, el chopper, la piedra lascada hasta obtener un filo operativo. No se conoce una estructura de fines más simple y más prometedora.
Porque quien hace mención a una estructura de fines menta una arquitectura en potencia, en acto y en status nascendi.