Límites

Eugène Louis Boudin (1824- 1898) En la playa al atardecer (1865)

Conocer, en cierto sentido es advertir una diferencia.
Debe ser por esto que nos fascina particularmente habitar los bordes, esos lugares en donde, situados de un Lado, podemos participar de las condiciones del Otro Lado. Así lo Otro irrumpe ante nuestra estancia, algo temeraria, quizá, en el borde mismo, en el límite de nuestra región.
Allá por fines del siglo XIX los ingleses enseñaron a los rioplatenses a caminar con placer al borde de la costa. Luego, astutamente, promovieron estaciones balnearias inglesas a las que se accedía módicamente mediante tranvías también ingleses. Ahora ya no vienen tanto por aquí, pero lo cierto es que ahora los nativos adoramos la playa.

La economía de mi país tiene ahora, en vez de una excentricidad europea, un renglón fundamental para equilibrar su balanza de pagos. Exportamos puestas de sol sobre el estuario.

Cómo la luz pinta las personas y las cosas

Richard Bergh (1858- 1919) Noche de verano nórdica (1900)

Cada lugar sobre la tierra es iluminado en una forma especial.
Por más que sepamos que es Sol es uno, podría afirmarse, sin faltar del todo a la verdad, que cada lugar posee un determinado aspecto de su luz. Ese peculiar matiz es una de la más clara señal de identidad de cada emplazamiento.

Ojalá cada ser humano tenga la dicha de saber que ocupa un lugar especialmente iluminado por el sol, y estando allí, pueda permanecer en calma, rendido del todo ante la evidencia. Es, en todo caso, una felicidad tenue, pero imprescindible.

La obra arquitectónica reducida a cosa magnífica



L'architecture est le jeu savant, correct et magnifique des volumes assemblés sous la lumière.
Le Corbusier

En principio, y por venir de quien viene, nada cabe objetar a esta definición de tono laudatorio de este noble arte. Sin embargo, es preciso adoptar ciertas precauciones. En efecto, a pesar de su generalidad, también contiene una constricción imprudente.
El resultado de un juego de volúmenes es apenas una cosa. Y si el juego resulta sabio, correcto y magnífico…pues se trata de una cosa magnífica. Esto permite señalar dos aspectos singularmente interesantes para caracterizar la arquitectura:
El primero, es que una obra arquitectónica, no es una simple cosa, sino que constituye un lugar. Constituir un lugar implica crear y recrear una relación entre un habitante y una cosa construida. El ‘juego de los volúmenes’ sólo adquiere sentido arquitectónico con la presencia habitante.
El segundo aspecto es que, además de constreñir las arquitecturas a la categoría de las cosas, restringe más aún el asunto al señalar en forma preceptiva el carácter magnífico. Esto proviene de dos falacias superpuestas y contradictorias: una que equipara la arquitectura del edificio con el objeto construido y otra la que discrimina entre la Arquitectura y la ‘mera’ construcción. Esto reduce a la arquitectura a sus ocurrencias excelentes y deja afuera a todas las arquitecturas corrientes en donde, por lo general, vive y se desenvuelve el común de la gente.

Los arquitectos debemos examinar con cuidado especial aquello que denotan y connotan nuestras consignas de acción.

Le silence habité des maisons

Émile-Valentin Berthélemy (1855-1928) Después del café (1893)

Au creux de la maison, lieu du privé, la chambre constitue, dans la culture occidentale, le cœur battant de l’intime.
Michelle Perrot

Del silencio habitado de las residencias cabrá decir, en principio, que no se trata de una mera ausencia de sonido.
Las casas bien habitadas respiran quedas: domina en estas un fondo de murmullos casi insignificante. El silencio habitado es, entonces un aliento sosegado.
La pura ausencia de sonido es, en todo caso, un signo de muerte o una amenaza. La vida —otro nombre posible para la casa— nos ampara en un casi-no-sonido en donde todo fluye sereno. Este fluir, entonces, es lo que susurra y lo que reverbera en la casa

Así es que podemos oír la casa. Oír la casa es percibir cómo se mitiga todo el alboroto de fuera y así  puede sentirse, acaso, la reverberación de nuestros propios latidos en el fondo de nuestras estancias.

¿Qué ha quedado del funcionalismo?

Grette Schütte-Lihotzky  Cocina de Frankfurt

…La función en todos o en algunos de sus aspectos continúa siendo substancial pero se comprende de otra manera porque las lógicas proyectuales han cambiado y principalmente porque existe un vínculo diferente con la forma.
Miriam Hojman
A partir de una consigna célebre, pero bastante cuestionable en su contenido (La forma sigue a la función), los arquitectos modernos de las primeras décadas del siglo XX sometieron a la forma y a la composición arquitectónica a una nueva y rigurosa disciplina de inspiración mecanicista. Así, la forma adecuada en arquitectura debía inferirse del ajuste estrecho a los mecanismos de la operación y el uso. Yendo más al extremo, hubo quien afirmara que la belleza o la verdad arquitectónicas radicaban en ese preciso ajuste.
En realidad, forma y función son dos aspectos que no pueden escindirse y, por ende, es inconsistente pretender inferir una de la otra. Por otra parte, el concepto de función abarca mucho más que los aspectos de cuño mecanicista en el uso humano, para abarcar, en extremo, la noción mucho más profunda de finalidad. En definitiva, la composición arquitectónica no puede inferirse de una función reductivamente considerada y sí de la finalidad, de naturaleza mucho más compleja y, sobre todo, preñada de sentido y contenido humano.

A partir de los cambios ideológicos que sustituyeron los presupuestos modernos, cuando la “forma ya no siguió a la función” y la función dejó de ser la lista de actividades resumidas por el Movimiento Moderno, comienzan a aparecer otras cuestiones que cambian las relaciones entre la forma y la función, como el confort, la percepción y la experiencia espacial que la arquitectura ofrece a sus usuarios, como señala el arquitecto Juan Herreros.
Miriam Hojman


Lo que parece quedar del funcionalismo es el compromiso de la composición arquitectónica con su finalidad esencial, que ahora se llama, con propiedad, habitar.

Aportes al activismo social

Viviendas cooperativas de la Federación Uruguaya de Viviendas de Ayuda Mutua

Pero, ¿de dónde procede la penuria de la vivienda? ¿Cómo ha nacido?
Friedrich Engels, 1873

En nuestro país y en la actualidad, existe un vasto movimiento social singularmente activo en la reivindicación de su derecho a la vivienda.
Las políticas sociales del gobierno responden a su manera y con presupuesto limitado, a través de la denominada política pública de vivienda.
No puede dejarse de reconocer que, ante la movilización popular, el gobierno responde y a la vez propone diversas soluciones habitacionales. Lo que sucede es que tanto el gobierno como los ciudadanos se quedan algo cortos.
En efecto, los ciudadanos operan con el convencimiento de su necesidad de viviendas y el gobierno, por su parte, entiende a éstas como satisfactores.
Pero lo que una Teoría del Habitar tiene que aportar al respecto es que la efectiva demanda social es de lugares, más que de viviendas. Esto significa que:
En primer lugar, lo que la ciudadanía necesita es un sistema estructurado de lugares para habitar que tiene a la residencia como foco particular, pero involucra a todo el territorio en donde efectivamente el habitar tiene lugar: lugares para residir accesibles a los lugares de trabajo, a los servicios urbanos como la educación, la salud, la cultura, el aprovisionamiento. En una palabra, al lugar habitado se llega no con la construcción de viviendas sino con el desarrollo del territorio ciudadano.
En segundo lugar, lo que toda la ciudadanía demanda es el desarrollo de un hábitat adecuado, digno y decoroso. Por ello, debe superarse largamente el instrumento de una política de la vivienda entendida como política social específica para abordar el problema del hábitat en tanto tal. Las políticas sociales de vivienda reproducen la estigmatizante segregación socio-espacial, que a su vez es causa de la desintegración antidemocrática de la ciudad.

En definitiva, una política pública y estratégica de desarrollo del hábitat incorpora a la satisfacción de la demanda social las dimensiones urbana y territorial, así como aporta un panorama más complejo, sí, pero más proporcionado al carácter de derecho humano a habitar que opera como trasfondo.

Oigo sólo el rumor de sus pasos: ¡hablen! ¡comenten! ¡demuestren que no son robots!

Gustave Courbet (1819- 1877) El desesperado (1845)

Honor al agua en las fuentes

Julius Jacob el Joven (1842- 1929) Kemperplatz (1889)

Un elemento con las virtudes del agua merece un homenaje singular en los lugares que habitamos.
Ha sido y es un elemento difícil de manejar, por lo que toda fuente significa una conquista de la física aplicada. En las fuentes, el agua surge, danza, murmura, refresca, empapa y prolifera en complejas percepciones de la riqueza de una buena vida. Estas calidades del elemento adquieren desde mucho tiempo atrás complejos significados de purificación, limpieza y aliento vital.
Para los antiguos árabes, las fuentes eran un triunfo sobre los padecimientos del desierto. En sus patios, desde entonces, ha reinado calmo el rumor refrescante del agua limpia y abundante. En el Renacimiento europeo dieron lugar a ejercicios de virtuosismo técnico y escultórico.
Antes del desarrollo de la ingeniería de la distribución por tuberías casa por casa, las fuentes no sólo fueron lugares imprescindibles para la vida cotidiana; también constituyeron lugar de reunión e intercambio social. Desde entonces, las fuentes siempre están, de un modo u otro, en un cruce de caminos.

En la actualidad perdura apenas la sombra de la magia, pero es un vestigio que no debemos dejar desvanecer.

Fines

Ferdinand Knab (1834–1902) Palacio en un lago de montaña (1876)

Una obra arquitectónica constituye, en la mayoría de los casos, una estructura material durable, pero siempre instituye una estructura de fines.
La directriz principal de esta estructura de fines es la de conformar un lugar. Esto implica: transformar un sitio físico en un emplazamiento habitado. La arquitectura del lugar, en consecuencia ordena todos otros fines a este imperativo fundamental.
Un edificio es apenas el aspecto material —no siempre necesario— que supone un dispositivo rector de la organización superior de fines que instituye un lugar habitado. Un edificio es un entramado de significantes materiales que adquiere sentido en su relación —arquitectónica— con el contexto. Un edificio es sólo un punto singular en un sistema ordenado de lugares que dan forma al habitar la tierra, precisamente en un determinado emplazamiento. Un edificio es, entre otras determinaciones, un medio para un cabal fin en sí mismo que lo trasciende.

Debemos levantar, en cierto modo, la mirada. Dejar por un momento de apuntar al artefacto diseñado y construido y mirar más lejos y más alto: hacia allí donde se encuentra el habitar del hombre.

Improntas

Carroll Jones III (1944- ) Otro Agosto (1983)

La gente siempre deja huellas. Ninguna persona está exenta de una sombra.
Henning Mankell

Irrumpimos en el espacio y en el tiempo con el mundo ya hecho de antaño.
Hacemos presencia proyectando nuestras sombras particulares en las superficies preexistentes. Todo aquello que efectivamente producimos adquiere su cabal sentido en su situación en un contexto. Nuestra existencia, pues, deja señales: unas se desvanecen al anochecer, otras persisten y algunas nos sobrevivirán.
A mí me preocupa la índole de rastros que quedará de nuestra cultura en el futuro. Me inquieta entrever cuáles son los proyectos que urdimos ahora para un futuro que, inevitablemente, percibimos hoy de modo equivocado. También me interesa descubrir cuáles son las acciones —y los productos perdurables de éstas— que subsistirán más allá del marco de significado que hoy le atribuimos.

Por eso, yo transito con cuidado, no sea que deje todas mis huellas en una dirección equivocada.

El desempeño de los lugares umbrales

Samuel Halpert (1884 - 1930) El vestíbulo (1921)

Habitar los lugares umbrales es cosa delicada.
Consiste en salir no sólo de un lugar, sino también de una compostura acorde a éste, desmantelar una actitud, abatir unos sentimientos que se abandonan, se dejan atrás, se alojan para siempre en el pasado.
Es común que en los lugares umbrales uno ajuste ligeramente su indumentaria, su arreglo personal, su propio semblante. Los lugares umbrales no sólo se transitan por atravesamientos, sino con minúsculas metamorfosis en la apariencia. Por otra parte, estos ámbitos tienen la virtud no sólo de manifestarse en su fugaz manifestación, sino que además preanuncian el lugar que se sitúa adelante, en el futuro: el vestíbulo propone tanto la casa como la calle
El casi imperceptible rito de paso en el zaguán perdura tenue aun cuando se le ha atravesado. Lo que nos aguarda tras el lugar umbral nos recibe ya debidamente anunciados y compuestos.

El desempeño de los lugares umbrales es sutil y sin embargo profundo en su vivencia, su arquitectura debiera servir a sus rituales y no sólo con el manido recurso de la sumaria provisión de un espejo.

Arquitecturas y ciudades sin traseros

Richard Moser (1874- 1924) En la calle (1916)

El empaque burgués se prodiga en las fachadas públicas.

Pero la vida tiene aspectos miserables: los presupuestos son ajustados y no es posible invertir lo necesario en todos lados, entonces las arquitecturas tienen una cara pública y unos reductos traseros. Estos últimos suelen ofrecer un aspecto lastimoso.
Hans Mertens (1906- 1944) Patio interior (s/d)

Esta distribución desigual de las inversiones y los cuidados del decoro se extiende desde los edificios y sus agrupamientos a la ciudad en conjunto. También la ciudad tiene sus lugares fronteros y unos ominosos traseros, en donde es temerario demorarse.
Cabe peguntarse si una arquitectura y un urbanismo comprometidos con la justicia social  pueden seguir incurriendo en estas acostumbradas prácticas de frente-y-trasero.

Un lugar bajo el sol para los exiliados del Jardín

Jean Gautherin (1840- 1890) El paraíso perdido (1878f)

Canta celeste Musa la primera desobediencia del hombre. Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo funesto manjar trajo la muerte al mundo y todos nuestros males con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre, más grande, reconquistó para nosotros la mansión bienaventurada
John Milton
Hay ciertas hipótesis que muestran su especial fertilidad, no tanto en la veracidad en su formulación inicial, sino en lo que aparece como consecuente.
Nos explicaremos. A la hipótesis que parte de considerar a cada comitente arquitectónico como un demandante de algo que le hace falta, podemos pensar que podríamos operar restituyendo algo que este sujeto poseía antes, pero que ciertas ominosas circunstancias, se le ha privado. En otras palabras, en vez de trabajar con necesitados de cosa nueva, operar con privados de sus esenciales bienes antaño poseídos. La evidencia empírica parece inclinarse por la primera de las hipótesis, dejando para ciertos creyentes la fe en la segunda.

Bajo la primera de las hipótesis han trabajado y trabajan innumerables arquitectos con suerte diversa. Puede sospecharse, sin embargo, que el uso de la segunda hipótesis resulte más fructífero en un cierto sentido. El sentido es que en la hipótesis al uso, el arquitecto interroga a su propio genio. Ahora se trata  de interrogar a fondo al Otro: preguntarle cómo era Ese Lugar Añorado y que reside en el fondo de tu memoria.

Estupendo artículo

http://www.santiagodemolina.com/2018/01/la-escalera-del-filosofo.html

¿Por qué la preocupación por el habitar es aún tan incipiente?

Ger Jacobs (1864- 1958) La coloración típica durante las tormentas (s/f)

La presencia obligada y constante del habitar explica la dificultad en reconocer al habitar como un campo u objeto que demande una explicación, una teoría.
En otras palabras, la cercanía, cotidianidad o familiaridad del habitar tiene como consecuencia que no se reconozcan sus incógnitas, sus opacidades, su compleja y variada estructuración
Roberto Doberti

El profesor argentino Roberto Doberti afirma que el habitar se invisibiliza ante nuestra conciencia tanto como el agua para el pez.
Es posible que por ello la preocupación por el habitar sea incipiente en la actualidad. Sólo cuando se acusan agudas contradicciones entre las expectativas y la realización efectiva puede nacer, al menos, una inquietud al respecto. Sucede algo similar con la atmósfera: sólo tomamos conciencia cabal de ella en ocasión de la tormenta. En lo que nos concierne, en cierta forma se manifiestan ciertas contradicciones entre la provisión arquitectónica y las demandas de los habitantes que dan lugar al señalamiento de una entidad problemática.
Es por ello quizá que pueda pormenorizarse esta característica problemática tanto en los planos de la razón, de la práctica y de la producción.
En efecto, ya el habitar no puede considerarse el necesario corolario de la proyectación y la construcción arquitectónicas. Ahora es imperioso señalar que, es porque habitamos que, entonces y en consecuencia, proyectamos y construimos.
Ya el habitar no puede reducirse a unas prácticas específicas de apropiación de objetos construidos, sino que debe entenderse en la continua producción omnipresente de relaciones humanas con los lugares. El habitar, entonces, es una práctica social total.
Por último, el habitar no puede confiarse restringidamente a la atención de un colectivo profesional restringido, sino que debe abrazar a la sociedad en su conjunto estructurado. Habitar configura una práctica social.

Con todo, es llamativo el incipiente interés que logra abrirse paso en la Academia, que parece, como en tantas otras cosas, la última en enterarse.

Sumaria historia social de la hospitalidad

Edward Hopper (1882- 1967) Hotel en el oeste (1957)

Todo indica que existe una afinidad profunda entre el término griego filoxenia (literalmente, afinidad con el extranjero o extraño) y el latín hospitare que significa ‘recibir como invitado’. Hospitalidad deriva en hospital, en hospicio y también en hostal. En los términos se encuentra una virtud que consiste en brindar bebida, alimento y alojamiento a extraños congéneres, a estos Otros que necesitan de unas formas básicas del afecto humano.
Trata al visitante así como te gustaría ser tratado en lugares extraños, tal el principio fundante de una actitud que deviene, con la historia, en una profesión. Nada más halagador para un hospitalario es que su hospedado se sienta como en casa.

Y sin embargo.
Edward Hopper (1882- 1967) Habitación de hotel (1937)

Hay en el pasajero una forma de la melancolía, que tan bien retrata Edward Hopper. Ciertamente, nos resulta ahora factible vencer largas distancias, disponemos de aceptables comodidades materiales, pero no es fácil siempre olvidar todo lo que nos ha dado lugar propio allá lejos y hace tiempo. Tenemos a veces habitaciones cómodas, bien equipadas y muy impersonales.
Pero la melancolía del viajero no se mitiga con el confort material del sitio físico: sólo se aplaca en algo con la calidad humana del hospitalario.

Prácticas artísticas y teorías del arte

Lars Hansen (1813- 1872) La escuela de arte de Gothenburg (1843)

El arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas.
Marcel Duchamp

En la actualidad el firme vínculo entre la idea de arte y la de producción se ha deshilachado hasta volverse casi irreconocible. Adjudicamos al artífice una vocación y capacidad para llevar al ser a algo, aunque éste no realice ninguna acción de índole artesana, esto es, la efectuación de la obra de arte proviene ahora  de actividades mucho más amplias y diversas que la pura manipulación. El artista encuentra, selecciona, reposiciona, propone, repropone…
La más que célebre Fuente de Marcel Duchamp ha inaugurado múltiples ocurrencias en donde se intervienen urinarios públicos con fines no sólo sarcásticos. Podemos preguntarnos si cada uno de nosotros, cuando hace uso acostumbrado de tal adminículo, no realiza tanto una obra de arte o, al menos, un comentario crítico al respecto.
Adam Engelhart (s/d) Orinal en la calle (2006)

El buen sentido puede inclinarse a considerar que el arte se ha disuelto en la totalidad de la vida humana, en cada uno de sus aspectos. Sin embargo, en la actualidad, sólo ciertas ocurrencias se consideran arte. En el fondo, parece haber un encantamiento civilizatorio que se conforma con una definición puramente nominal de lo artístico. Arte es lo que se designa, en un marco social y económicamente restringido a priori, con tal nombre.

Llegados a este punto, no falta quien anuncia la muerte del arte. Acaso lo que esté muriendo no sea el arte en sí, sino una cierta idea sobre éste: en tal caso la idea clásica de tekné podría quizá renacer metamorfoseada.

Un collar de estancias hilvanadas por la marcha y la mirada

Előszállás, Hungría, enfilada en un antiguo convento cisterciense

La enfilade nace como una sucesión abismal de habitaciones cuyas puertas permanecen alineadas. El sistema de comunicación de la enfilade triunfa durante el barroco y tiene origen como término en el mundo militar. La enfilade es la organización de un collar de espacios y pasos que homenajea a la perspectiva y al punto de vista: es decir, construye un infinito de interiores.
Santiago de Molina, 2016

Hubo un tiempo en que los arquitectos destinaban amplios lugares a la habitación de quienes pudiesen pagársela.
En ese entonces, las salas o cámaras se organizaban de modo sumario. A algunos arquitectos se les ocurrió alinear los ejes de las puertas que las intercomunicaban. El resultado es, como puede verse, fascinante.

Es que se revela, ante la mirada y ante la marcha toda la arquitectura del edificio, noble, sencilla, implacable.

Los bienolientes

La dimensión osmotópica en el teatro



Jean-Louis Forain (1852- 1931) Un baile en la Ópera (1880)

En nuestra civilización se ha confinado el sentido del olfato en la región primitiva de nuestras percepciones
Este carácter primitivo tiene diversos aspectos Uno es su relativa sencilla articulación. En general, parece que los sujetos tienen una zona de confort en la zona de la anosmia relativa. Lo mejor, quizá, es que no se huela a nada. Por otra parte, existen dos muy precisos umbrales con valores radicalmente opuestos. El “mal olor” deviene en rechazo y asqueo, mientras que el “buen aroma” suele ser, en todo caso, nunca muy intenso. Otro aspecto es la pobre significación denotativa. Parece que todo percepto olfativo no es más que una elemental distinción entre agradable/neutro/desagradable. Un cuarto aspecto es lo embarazoso de las connotaciones. Una interacción con un mal olor suscita rechazos que no pocas veces son indisimulables. Lo que uno ve u oye admite una secuencia extendida de matices de valoración, mientras que lo que se huele sólo admite contundentes oposiciones.

A causa de todo ello, en los teatros parece que la dimensión osmotópica se ve especialmente agradecida por la concurrencia. A esto contribuye el carácter de celebración mundana, el regular disciplinamiento de los asistentes y a la sabiduría ancestral de nuestras mujeres.

Habitar y festividad

Johan Braakensiek (1858- 1940) Hartjesdag (1929)

La fiesta se define como el exceso en contra del orden
Roque Piedra, 2002

La fiesta es un hecho social total, de expresión ritual y simbólica, sagrada y profana, vinculada a las identidades colectivas, estructuradora del calendario y del espacio
José Ignacio Homobono, 2004

Puede que en tiempos en que conseguir comida no fuera algo tan corriente, regular y cotidiano, el tiempo de una comunidad estuviese pautado, en principio, por más o menos prolongados tiempos de penuria alternados por señaladas ocasiones en donde un botín especialmente sustancioso irrumpiera en la vida de la horda humana.
Se habita desde entonces el tiempo de esta forma: unas fases de constricción a la necesidad, donde el disciplinamiento es preceptivo y unas instancias escasas y puntuales de exceso, en donde puede operarse un contradisciplinamiento. Esto es, tiempo ordinario-fiesta-tiempo ordinario, lo que impone un ritmo vivido, un tiempo experimentado como progresión y también como ciclo. La oposición, entonces, confiere forma al tiempo.
Es estructuralmente comprensible que esta oposición tiempo ordinario/fiesta se asocie con la oposición profano/sagrado, juego/ceremonia, rutina/celebración. Y también y sobre todo, con la oposición orden/exceso

A habitar el tiempo, entonces: se impone alternar la fiesta con la rutina como el instrumento de imponer ritmo a la vivencia de discurrir.

El papel heurístico de la pintura de paisajes

Charles-François Daubigny (1817- 1878) Las lagunas de Gylieu (1853)

 “La pintura es una ciencia y debería practicarse como una investigación de las leyes de la naturaleza. ¿Por qué, pues, no puede considerarse a la pintura de paisaje como una rama de la filosofía de la naturaleza, de la cual las pinturas no son más que experimentos?”
John Constable


Homenaje a los pintores de la Escuela de Barbizon.

Los estremecimientos de la piel en los umbrales

Johann Peter Hasenclever (1810- 1853) El sueño alterado (1849)

En arquitectura, tal como en el amor, se experimentan unos estremecimientos de la piel en los umbrales.
En efecto, quiere la erótica que los umbrales prometan insondables y acogedores interiores. Las pieles se conmueven, con mayor o menor intensidad, según atraviesan los cuerpos la condición liminar de los umbrales.
Se dice que el sentido del tacto se aplica a la percepción de los estímulos que incluyen el contacto y la presión, los de temperatura y los de dolor. También se dice que su órgano sensorial es la piel. Pero esto no agota las percepciones sutiles que esta realiza: el atravesamiento de los umbrales es una de ellas. Claro está, no corresponde comprender a la piel como porción del cuerpo, sino como uno-y-lo-mismo con el cuerpo.
En los umbrales es el lugar en donde se experimentan las irrupciones, —tanto las propias como las extrañas— los intercambios recíprocos y las seducciones. No es de extrañar, entonces, que la piel se estremezca allí.


¿Nacida de semilla?

Vilmos Aba-Novák (1894- 1941) Taberna 1920)

Hay ocasiones en que la arquitectura que se desarrolla en un lugar parece cultivada desde su propio germen.
Esto supone, en primer término, que el lugar ha resultado especialmente fértil, esto es, adecuado, pertinente, oportuno. En segundo lugar, los habitantes han sido recibidos en ese solar de buen modo y han ocupado sus plazas con los modales apropiados. Por último, supone un proyecto desplegado sobre la piel del territorio, antes que sobre un folio en blanco o una pantalla vacía.
A estos supuestos le sigue una tecnología que antes de eficiente se revela apropiada. Esto es, propia del ambiente en donde se desarrolla, propia de la gente que la habita y propia de la circunstancia histórica: una delgada membrana entre un largo pasado y un futuro apenas entrevisto.
El cultivo se corona con una amplia y compleja implementación. No se trata de un mero uso, sino propiamente de un cultivo productivo de las potencialidades del lugar en el moroso habitar. Es preciso cultivar hábitos y memoria, recuerdos y olvidos: se trata de arquitecturas implementadas también como relojes-calendario habitados, como advierte Peter Sloterdijk.

Hay ocasiones en que la arquitectura parece necesaria, inevitable.