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Cesuras, límites


Henri Cartier-Bresson (1908- 2004) Siphnos, Grecia (1961)

El límite es el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro límite, es el verdadero protagonista del tiempo.
Eduardo Chillida, 2004

Es cuando adviene un límite, una frontera, una cesura que cobramos conciencia tanto del espacio como del tiempo. Un lugar efectivamente vivido se contornea precisamente en la región espaciotemporal en que deja de serlo. Es por intercesión de las pausas que damos cuenta figurativa de la existencia cabal de aquello que nos concierne.
Para eso existe la arquitectura del lugar: para contornear articulada y tenuemente la existencia en las diversas figuras espacio temporales que denominamos aquí.

Acerca de espacio y lugar


Panteón de Agripa

En la actualidad existe un cierto consenso respecto a la diferencia entre los conceptos de espacio y de lugar. El primero tiene una condición genérica, indefinida, y el segundo posee un carácter concreto, existencial, articulado, definido hasta los detalles. El espacio se basa en medidas, posiciones y relaciones. Es cuantitativo; se despliega mediante geometrías tridimensionales, es abstracto, lógico, científico y matemático; es una construcción mental. Aunque el espacio quede siempre delimitado -tal como sucede de manera tan perfecta en el Panteón de Roma o en el Museo Guggenheim de Nueva York- por su misma esencia tiende a ser infinito e ilimitado. En cambio, el lugar viene definido por sustantivos, por las cualidades de las cosas y los elementos, por los valores simbólicos e históricos; es ambiental y está relacionado fenomenológicamente con el cuerpo humano.
(Muntañola, 1993)

Aquí preferimos tratar acerca del lugar concreto antes que hacerlo del espacio abstracto.
Las buenas razones para ello las expone con ejemplar prolijidad el profesor Josep Muntañola: el lugar, como entidad concreta se define por la coexistencia de las cualidades de cosas y eventos, particularmente por la presencia y poblamiento de los cuerpos humanos.
Mientras tanto, el espacio resulta de una abstracción operativa de esta entidad concreta. Lo que existe es el lugar, el espacio es algo que podemos conocer y manipular de este lugar.
Aquí discutimos con peculiar empecinamiento que la Teoría del Habitar debe afrontar el lugar como realidad compleja y concreta. Debe, al efecto, establecerse una nueva construcción epistemológica operativa, que aborde la naturaleza física espaciotemporal en alianza indisoluble con la condición existencia del hombre que tiene efectivo lugar.
Es un desafío mayúsculo, por supuesto, aunque necesario e imperioso.

Se habitan geografías e historias

Nicolas Poussin (1594 1665) Et in Arcadia ego (1638)

Debido a nuestra pertinaz escisión conceptual entre espacio y tiempo, tendemos a considerar que habitamos el primero y olvidamos que también lo hacemos con el segundo.
En la realidad del lugar no existe tal escisión. Es por ello que tenemos aquí un problema epistémico. Nos cuesta asumir las consecuencias del hecho de que habitamos en una estructura espaciotemporal concreta, que se deja describir, a la vez, por las geografías y las historias propias del lugar. Apenas si en la actualidad ciertos geógrafos y quizá también algunos historiadores están cobrando conciencia operativa de ello. Habrá que seguir consecuentemente sus pasos.
Y, sin embargo, tal hecho se muestra en toda su muda elocuencia en un clásico cuadro del siglo XVII. Tanto nos cuesta ver lo evidente.

Acerca de llenos y vacíos: la arquitectura como vaciado de la vida misma

La utilidad se logra mediante la correcta disposición de las partes de un edificio de modo que no ocasionen ningún obstáculo, junto con una apropiada distribución - según sus propias características- orientadas del modo más conveniente.
Vitruvio, I. 3.2

Para el arquitecto romano, toda la atención se centraba en el muro, la columna, el elemento tectónico, pleno de sentido de artefacto.
La utilidad provenía del intervalo despejado entre los elementos tectónicos. El quid de la construcción es liberar los ámbitos de obstáculos. Se trataba de liberar vacíos relativos entre llenos primorosamente desbastados.
Todavía hay quienes razonan de tal modo, oponiendo espacios llenos a espacios vacíos. Y alojan la utilidad, el uso y las personas en el vacío espacial arquitectónico.
Y sin embargo, cabe pensar exactamente al revés.

Concebir los henchidos lugares habitados, abiertos y plenos de vida, mientras que en los intersticios se alojan, serviciales, los elementos arquitectónicos sometidos no ya meramente a la norma tectónica, sino a las leyes supremas del ritual de la vida.

Sentidos y emociones de elevarse

Giuseppe Barberis (1840- 1917) Monumento a Garibaldi en Como (1896)

De la conquista del hábito de la bipedestación ha resultado una importante deriva de sentidos en lo que refiere a la dirección vertical del lugar.
A partir de allí, los más diversos personajes no han hecho otra cosa que marchar esforzadamente hacia lo alto, lo eminente, lo sobresaliente. Es que allá en lo alto habitan lo importante, lo trascendente, y lo heroico que nos vuelve vecinos de los dioses, los que siempre están más allá. Ya mantenernos meramente en pie supone un esfuerzo que se agudiza con la edad: nuestro antagonismo con la fuerza de gravedad es épica.

Por ello es comprensible que la soberbia nos impulse a construir altas torres, cuando no pedestales, ambas costosas formas de conquistar la altura moral, allí en donde el aire circula con más énfasis y convenientemente alejados de la miseria postrada.

En la dimensión osmotópica del habitar (II)

Cocina integrada en una vivienda mínima

La frenética compresión de las áreas construidas conduce ineluctablemente a las denominadas cocinas integradas, que tan coquetas lucen en las imágenes.
El pequeño detalle es que las fotografías no tienen olor. El problema con estas cocinas integradas es que los aromas que pueden resultar incitantes en el momento del apetito, suelen resultar deplorables en la ocasión de la saciedad. Piénsese en un sofrito, sin ir más lejos. Su olor resulta primoroso en la sartén, pero un incordio en los almohadones.

La atención a la dimensión osmotópica del habitar permite percibir que no sólo habitamos sumidos en el espacio, sino también y fundamentalmente, en el tiempo, allí donde hay unas secuencias entre los perfumes de un antes y los tufos de un después. Y nosotros en medio, siempre con una misma nariz.

La prospección del espacio por el cuerpo

Maya Plisétskaya y Boris Yefimov

Los danzantes tienen lugar mediante la maravilla.
No es sólo que sus cuerpos resultan, obra del duro disciplinamiento, instrumentos musicales que pulsan las notas del espacio. No es sólo que se liberan de las constricciones de la gravedad para conseguir ser livianos sirvientes del tiempo. No es sólo que consiguen ordenar superiormente todos y cada uno de los elementos de sus cuerpos en unos mecanismos mágicos y sobrecogedores.

Es que consiguen prospectar la música propia de los lugares: buzos del aire, navegantes de las melodías secretas, sutiles exploradores de regiones extrañas de nuestra propia atmósfera.

Viejas cuestiones (XXI): La física del lugar

Peter Sloterdijk

Se puede comprobar que los lugares son anisótropos, heterogéneos, discontinuos, articulados.
El espacio euclidiano-newtoniano, por el contrario, es isótropo, homogéneo y continuo.
¿Este espacio euclidiano-newtoniano es apropiado para concebir, proyectar y desarrollar la arquitectura? ¿Con qué concepción del espacio deberemos manejarnos en el futuro?

Todo hace sospechar que el tratamiento metódico del lugar exigirá en el futuro una conceptualización de éste como un campo, esto es, una estructura espacio-temporal condicionada por unas concretas dimensiones existenciales de cuya naturaleza el filósofo alemán Peter Sloterdijk ha dado esclarecedora noticia.

Todavía no hacemos más que movernos a tientas, sumidos en una niebla de complejidad, pero deberemos estar a la altura del desafío de disiparla.

El crepúsculo de la retícula ortogonal

Superstudio Collage: Merienda

El eminente y olvidado pedagogo, Christian Heinrich Wolke, profesor de la igualmente egregia institución del Philanthropinum, en Dessau, preocupado por la enseñanza de la inteligencia ideó una habitación llena de objetos, secretas mirillas y armarios con la deliciosa intención de constituirse en una eficaz herramienta para “enseñar a pensar”. La habitación modulada con una retícula que era ocupada por cajones, números, imágenes y un sinfín de otros estímulos era, según la creencia del siglo XVIII, una idea desde la que estimular a la juventud a salir de la abulia mental o de la ignorancia.
Santiago de Molina, 2017
Por aquellos tiempos se había culminado un largo proceso que, a la vez que abstraía el espacio del lugar concreto, dominaba cognoscitivamente esta abstracción con la herramienta de los ejes coordenados de origen cartesiano.

En aquel interior latía una extraña utopía, aunque no sé si precisamente sobre el enseñar a pensar sino más bien sobre la retícula misma. En realidad la retícula como espacio continuo e indiferenciado, supone una amenaza en si misma porque sitúa al hombre frente al laberinto de lo perpetuamente repetido. Una idea que asomó muchos años después y en un lugar muy distinto.
Curiosamente la modernidad de la retícula de esa habitación de enseñar a pensar coincide con la que empleó el estudio italiano Superstudio en los años 60 y 70 del siglo XX. Aunque para Superstudio la retícula no suponía incluir en su interior ningún objeto. Su maraña de líneas y ejes no tenían la intención de contener más que la propia retícula como sistema infraestructural y laberíntico. Aunque lo más fascinante de la coincidencia en ambos casos es que, como suele suceder en la naturaleza, toda semejanza de formas se deriva de objetivos funcionales semejantes.
Santiago de Molina, 2017

Imposible no cometer tanto un rictus sardónico por la propuesta pedagógica, así como deslizar una casi lágrima de nostalgia e inocencia perdida de aquellos hippies setentosos.

La violencia de la apertura del espacio

Eduardo Chillida (1924- 2002) Proyecto de escultura en el interior de la montaña de Tindaya, Canarias

Pero el espacio, ¿sigue siendo el mismo? ¿No se trata de aquel espacio que quedó primeramente determinado a partir de Galileo y Newton? El espacio, ¿es esa extensión uniforme, indistinguible en cualquiera de sus posibles ubicaciones, equivalente en todas sus direcciones, pero imperceptible a los sentidos?
Heidegger

Con sabiduría, el pensador nos envenena con una duda: ¿qué pensamos cuando pensamos en el espacio?
El pensador nos aporta  luego una clara inquietud: el espacio se origina en una decidida violencia del espaciar, del negar lugar a una cosa, para irrumpir otra presencia.

¿Pero cómo podemos hallar lo peculiar del espacio? Hay una vía de escape, estrecha, sin duda, y vacilante. Intentamos ponernos a la escucha del lenguaje. ¿De qué habla el lenguaje en la palabra «espacio»? En ella habla el espaciar. Espaciar remite a «escardar», «desbrozar una tierra baldía».
El espaciar aporta lo libre, lo abierto para un asentamiento y un habitar del hombre.
Heidegger

Un amigo del filósofo, el escultor Eduardo Chillida, propuso en su oportunidad la realización de una escultura visitable mediante una excavación en una montaña. Todavía se discute la oportunidad ambiental y artística de hacerlo.

Así que el espacio compuesto y arreglado por y para nuestra presencia se origina en una negación. “Nuestro” espacio es fruto de una especie de hurto, somos advenedizos en el lugar, salvo, claro está, que nosotros seamos el propio lugar. Por las dudas, deberíamos pedir permiso para entrar; el problema es ¿quién nos lo concedería?

La bipedestación

Albrecht Dürer (1471- 1528) Adán y Eva (1504)

Cuando hayamos comprendido mejor la importancia de una física de la poesía y de una física de la moral, llegaremos a esta convicción: toda valoración es una verticalización.
Bachelard, 1953

La bipedestación humana dispensa los más hondos significados a la dimensión vertical.
El cuerpo cobra una nueva actitud y este hecho evolutivo debe haber dejado honda huella en la conciencia. El cuerpo ahora erguido es capaz de reordenar el entorno circundante. Las manos desarrollan su específica vocación por asir, lanzar, considerar y ceder, con lo que el cuerpo hace suyas porciones del mundo a título de cosas, de bienes, de productos.
De ahí que la ley y la culpa caigan y recaigan sobre el cuerpo así como lo hace la fuerza de gravedad. Y así es también como se ordenan, jerárquicas, las funciones del cuerpo, con la cabeza por todo lo alto y el corazón en el medio, dejando el vientre en lo bajo.
De ahí que todo movimiento ascensional es un triunfo sobre el peso material y una ganancia del espíritu. De allí a que arriba, en el Cielo, habiten los Divinos, dejando la tierra, abajo, a los Mortales. De allí que la rectitud, la probidad y el mérito enaltecen. La morada del hombre tiene su remate de gloria en lo alto de la cubierta
De ahí que los movimientos de bajada, son unas caídas, postraciones o humillaciones. En lo bajo habitan los errores y las pasiones indignas. En lo bajo nos hallaremos cuando nos venza el cansancio, la derrota o la muerte.
Bajo la casa, aguarda el sepulcro.

El cuerpo, sostenido con esfuerzo erguido sobre sus pies, da origen a una segunda y primordial dimensión clásica del espacio.

La dimensión propia de la amplitud

Jan Van Beers (1852- 1927) En el balcón (s/f)

A un alma se le mide por la amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano una catedral por la altura de sus torres.
Gustave Flaubert

La medida de la latitud o amplitud refiere a la libertad relativa del cuerpo en el lugar.
La constricción en esta dimensión, de un modo literal, angustia. Quien puede extender sus extremidades en la holgura de su lugar, está a sus anchas. Después de la profundidad perspectiva, derivada de la marcha y después de la altura, proveniente de la bipedestación, la amplitud mide la pura y gozosa disponibilidad del lugar. Por ello, es altamente apreciado disponer de un punto de vista sobre el paisaje que domine un panorama. Por ello son también valoradas tanto la amplitud de los deseos como la amplitud de miras, signos de exuberancia moral.

Cuando reivindicamos un lugar especialmente holgado, recurrimos, ante todo, a la dimensión propia de la amplitud

El portón y aquello de más allá

Ferdinand Knab (1834–1902) El portón del palacio (1881)


Tiene mucha razón de Molina, lo primero es la distancia: interpuesta una articulación arquitectónica que distingue Aquí de Allá, se mide las distancias. Una, propia del aquí es vivida, otra, situada allá, es infinita.

Otros límites

Pablo Basch Plano de Buenos Aires (1895)

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar,
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,
Hay un espejo que me ha visto por última vez,
Hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
Hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
La muerte me desgasta, incesante.

Jorge Luis Borges, Límites, 1961

Límites

El límite es el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro límite, es el verdadero protagonista del tiempo.
Eduardo Chillida, 2004

Es que allí donde se señala una discontinuidad, una articulación es que distinguimos. Conocer es advertir una diferencia.
Así, reconocemos una región en el cierre de sus bordes. Así, registramos el itinerario en la ocurrencia de cruces e hitos. Así, vemos sucederse los lugares cuando irrumpen en nuestra marcha los umbrales.

Es por obra de los límites que conocemos el fluir de espacios y tiempos

Escuchar atentamente

Albert Einstein y Carlos Vaz Ferreira en Montevideo, 1925


Las evidencias de la física hacen necesaria una profunda revisión de nuestras representaciones y operaciones con el espacio.

Geometría y física del espacio

Las herramientas con que nos servimos para intervenir en el espacio son aún la geometría euclidiana y la física newtoniana.
Sin embargo es dable observar que, mientras el espacio euclidiano-newtoniano es isótropo, homogéneo y continuo, el lugar concreto en que operamos en arquitectura es anisótropo, heterogéneo y discontinuo. Nuestra representación del espacio, es en cierto sentido falaz, aunque nos permite operar de un modo relativamente satisfactorio todavía.

Habrá que tener, en consecuencia, una actitud expectante y un espíritu vigilante ante otras geometrías y físicas ya no del espacio, sino del lugar.

Plumas embriagadas

Diego de Siloé (1490- 1563) Escena perspectiva (s/d)

Munidos de profundos y elaborados conocimientos de la geometría, los arquitectos dominan soberanos el territorio del espacio representado.

Cuidado con las sobredosis.

Lujos y miserias de la representación del espacio

Munidos de profundos y elaborados conocimientos de la geometría, los arquitectos dominan soberanos el territorio del espacio representado.
Es humanamente comprensible la embriaguez de creer, luego de prolongados y disciplinados esfuerzos, que, mediante el dominio de la representación del espacio, se subyugan asimismo la arquitectura y el comportamiento de quienes la habitan. Se trata de embriaguez aguda, ya que la representación del espacio abstrae, mientras que la arquitectura, el lugar y los habitantes persisten en su carácter concreto.

De allí el equívoco frecuente de concebir la arquitectura ex nihilo, a partir de una hoja o pantalla en blanco, que nihiliza precisamente el carácter muy concreto del lugar.