Dimensiones humanas de las galerías (VII) Magnitudes alethotópicas y tanatópicas


Vincent Stoltenberg Lerche (1837 - 1892,) Klostergang (1892)

¿Hacia qué horizontes de reflexión nos llevan los pasos a través de una galería?
¿Qué va quedando en la memoria de los arcos y pórticos que vencemos con la marcha pausada?
Las galerías son lugares singulares para la revelación, para el recuerdo y también para el olvido.

Dimensiones humanas de las galerías (VI) Dimensiones ergotópicas, nomotópicas y erotópicas


Ludwig Dittweiler (1844- 1891) Claustro italiano con monjas (1888)

A diferencia del furtivo escurrirse por el pasillo, la galería honra el desplazamiento.
Si por un corredor, el viandante apenas construye un expeditivo mecanismo de andar, es por una galería donde el esfuerzo de caminar se recompensa con el más decoroso de los acondicionamientos arquitectónicos. De allí que la regla de la galería no estribe en la brevedad de su profundidad perspectiva, sino en los ritmos que propone al deambular.
Las galerías, en suma, vuelven amables los pasos y allí radica su intrínseco valor.

Dimensiones humanas de las galerías (V) Dimensiones termotópicas, fonotópicas, fototópicas y osmotópicas


Fleury François Richard (1777 – 1852) Interior de convento (s/f)

Una galería supone un abrigo relativo, una marcha a cubierto, con la que se cuenta con un gradiente de confort termotópico fundamental.
A este reparo térmico se le suma una cualidad acústica especial, con la que los rumores de los pasos gustan desarrollar un habitable contrapunto. Con mucho, es el gradiente de la luz, las penumbras y aún las sombras lo que mejor se percibe.
Mientras tanto, desde el patio llegan las fragancias que ornan el deambular por la galería que la circunda.


Dimensiones humanas de las galerías (IV) Profundidad histerotópica


Albert Schindler (1805-1861) Ingresos escasos (1833)

Nuestros pasos dan cuenta de la profundidad perspectiva, pero de la profundidad del interior de una galería se informa un sentido específico de la vivencia del lugar.
Existe una sensibilidad apropiada para dominar y agostar el interior de una galería mediante el ejercicio mayestático de la marcha. Pero también hay casos de reticencias, en donde la profundidad no practicada por la marcha abisma, insondable.
La profundidad histerotópica, la profundidad propia de los interiores, se despliega más allá de la conclusión de nuestras pasos.

Dimensiones humanas de las galerías (III) Amplitud


Georg Petzoldt (1810-1878) Vista del jardín del convento (1878)

La amplitud de una galería es la magnitud de su caracterización social.
En efecto, la amplitud enseña y significa el número adecuado de personas que pueden compartirla en su deambular. Por supuesto, no se trata sólo de la amplitud en sí, sino también de su proporción con la altura. Y también se trata, en los claustros, de la proporción entre la amplitud de la galería y la profundidad del patio.
Hay variaciones sutiles en esta dimensión.

Dimensiones humanas de las galerías (II) Altura


Carl Hasenpflug (1802- 1858) Monasterio de Walkenried (1841)

Así como la galería se rinde al imperio de la marcha mediante su profundidad perspectiva, también ofrece una determinada proporción en altura, que se obliga con la estatura física, simbólica y espiritual del viandante.
En esta dimensión opera tanto la proporción con la profundidad y la amplitud como con la configuración de los arcos transversales.
La altura de la galería marca el porte, el empaque, una calidad especial en quien la recorre.

Dimensiones humanas de las galerías (I) Profundidad perspectiva


Robert Charles Goff (1837–1922) El claustro verde en Santa Maria Novella (1900)

Toda galería es el acondicionamiento arquitectónico de una marcha.
Puede decirse que su magnitud matriz es la profundidad perspectiva. Según se desarrolle en longitud, según el ritmo que se le imponga a la marcha, según la euritimia que ofrezca a los pasos, así de profunda, en un sentido propio, será la galería.
En definitiva, el tempo de las galerías es un andante, ya solemne o ya gracioso, según las circunstancias.

A confesión de parte (X)



“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Además tiene que ser muy barata, concluye el poeta.
Esto es, en verdad, difícil de conseguir en el mundo y en la economía en que habitamos. Precisamente las únicas falencias que se le pueden adjudicar a La Sebastiana son aquellos aspectos que revelan una inadecuada inversión en relación con las solicitaciones más que legítimas.
Es que, don Pablo, no hay gangas en la vida terrena.

A confesión de parte (IX)



“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Independiente, pero con comercio cerca.
En otros términos, definir la casa como síntesis de una autonomía relativa conectada con el beneficio de la inserción urbana. Lejos de las falaces imágenes de autosuficiencia de la situación periurbana, y a la vez distanciado del apiñamiento de los centros urbanos. Otra vez la idea de un justo término medio que supone un emplazamiento adecuado, digno y decoroso.
Porque también esto es una casa: un justo término medio entre lo urbano y lo privado.

A confesión de parte (VIII)


La Sebastiana, residencia de Pablo Neruda en Valparaíso

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Lejos de todo pero cerca de la movilización.
Decididamente, las demandas de distanciamiento son críticas en el discurso de Neruda. Hay un “lejos de todo” que indica claramente los confines de un ámbito íntimo, privado, personal que debe preservarse no sólo con el auxilio de muros y cercas, no sólo con la interposición de símbolos de personalización, no sólo con el mero alejarse de los ruidos de lo público. También hay una voluntad, sólo aparentemente contradictoria con la anterior, que aboga por una proximidad o conexión con la res publica, con el movimiento inherente a la historia de lo social que complementa la articulación público/privado.
Precisamente ésta membrana que tanto separa como vincula ambas regiones constituye el elemento definidor de la propia casa.

A confesión de parte (VII)


La Sebastiana, residencia de Pablo Neruda en Valparaíso

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Ni muy grande ni muy chica.
La cuestión del tamaño conforme es aquí sencillamente formulada. En realidad, la casa que efectivamente se construyó, La Sebastiana, abunda en metros construidos, pero no resulta ampulosa. Es una casa profunda, ya que aloja en su seno la más aluvional de las colecciones de objetos que pueda concebirse. Se desarrolla poderosamente en vertical, buscando el cielo y se expande hacia el Pacífico, disponiendo de gran parte de la Ciudad como si un variopinto tapiz se tratase.
Decididamente, la casa no puede ser ni muy grande ni muy chica.

A confesión de parte (VI)


Escultura implementable como sillón confidente en La Sebastiana, residencia de Pablo Neruda en Valparaíso

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Muy alada, pero firme.
Esto sí que es una demanda, una solicitación maestra para un encargo arquitectónico. Interpretarla debidamente es una empresa que sólo los mejores profesionales pueden abordar y hacer condigno honor.
Una casa que tanto se lanza hacia lo alto, así como enraíza en su solar con ejemplar tenacidad.

A confesión de parte (V)


La Sebastiana, residencia de Pablo Neruda en Valparaíso

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Original, pero no incómoda, demanda el poeta.
El individualismo moderno, aun debatiéndose en su actual agonía, proclama su demanda de originalidad, de una singularidad que oficie a título de esbozo identificante.
Pero la originalidad puede deberse al narcisismo del alarife.
Por ello es sensato reclamar un positivo y comprobable confort. Lo que no es sacrificable ni aún al narcisismo propio es la comodidad.
Las cosas claras, desde un principio.

A confesión de parte (IV)


La Sebastiana, residencia de Pablo Neruda en Valparaíso

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959
A la condición solitaria de la casa se le agrega, ya considerando a las personas en sí mismas: Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse.
La casa debe, entonces, confinarse mediante muros contrainformativos. Debe desarrollarse bajo cubierta de una campana de intimidad puesta a salvo, Debe apartarse del frenesí y escrutinio de los Otros.
Pero los Otros, no obstante, denotan su cercanía discreta.

A confesión de parte (III)


La Sebastiana, residencia de Pablo Neruda en Valparaíso

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

Debe ser solitaria, pero no en exceso, dice el poeta.
La casa es concebida desde la apropiación plena y distintiva de su lugar. Los confines de este lugar conocen tanto de un preciso alejarse así como una vecindad claramente reclamada en la mención a una justa medida.
De hecho y según se cuenta, en la planta baja habitó una familia amiga, con la que se compartió mucho más que el mero solar. Sin embargo, la contextura arquitectónica de la casa corresponde a una intención inequívoca de apartamiento relativo, de configuración nítida de su identidad en el paisaje.
Es que una casa soñada puede estar junto a, pero no revuelta con su vecindario.

A confesión de parte (II)



“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

En una segunda instancia, el poeta comienza a dibujar los contornos de su sueño. Esto es ser arquitecto: trazar condiciones.
En Valparaíso, hermoso teatro de cerros que dan hacia el Pacífico, la altura es crítica. No es razonable sumirse en el valle, pero tampoco lo es dominar la cumbre. Existe, a no dudarlo, una altura adecuada para apropiarse del horizonte y a la vez arroparse con el resto de la ciudad.
El lugar de la casa es asunto delicado y con decisivas consecuencias sobre la arquitectura.

A confesión de parte (I)



“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”
Pablo Neruda, 1959

La confesión del poeta comienza con una demanda de distancia: hay un tramo virtuoso entre un aquí (Santiago) y un allí (Valparaíso), luego de expresar una opción por la tranquilidad. La idea de una casa posible comienza por una noción-fuerza por retirarse, tomar distancia, resituarse.
Sólo luego de encontrar el emplazamiento geográfico, distante y próximo a la vez, entonces la demanda principal: una casita. Así, en diminutivo, con ecos del recordable humble logis de Gaston Bachelard. El poeta no sueña, como lo hizo Wotan, en un palaciego Walhal, sino apenas en una humilde morada donde escribir los versos más inspirados.
Sueño de poeta, no por cierto de un dios enceguecido por la soberbia.

Oír la casa


Carl Probst (1854- 1924) Carl Probst con su esposa Gisela al piano (1920)

Oír la casa es percibir cómo se mitiga todo el bullicio de fuera y así puede sentirse, acaso, la reverberación de nuestros propios latidos en el fondo de nuestras estancias.
Es una actividad quizá imprescindible para cumplir cabalmente la residencia hogareña. Encontrar, reconocer y guardar en la memoria el tono acústico de nuestra casa es un factor importante, aunque soslayado de nuestra condición de estar aquí.
No sea que, por aturdirnos con todo aquello que proviene de afuera, olvidemos dónde es que efectivamente estamos.

Una nueva arquitectura, después de la arquitectura moderna


Ludwig Mies van der Rohe (1886— 1969) Casa Farnsworth (1946)
Fotografía originalmente publicada en

La arquitectura hoy debe reconstruirse sobre los fundamentos de una ciencia hermenéutica del habitar.
Ya no basta con el desarrollo técnico de la construcción ni con el avance en el puro diseño arquitectónico al uso. Ahora es preciso reparar en las demandas sociales de habitación, en su efectiva conformación en los lugares y en el delineado de un servicio social para responder a ellas. Sólo entonces pondremos a la arquitectura al servicio efectivo de las personas que la habitan.
Porque alguna arquitectura debe servir atenta, leal y decorosamente a la vida de sus moradores.

Lugares para la pausa reflexiva


Béla Iványi-Grünwald (1867 –  1940) Cerca del valle (1900)

Que se dispongan aquí y allá lugares para la estancia pensativa será en un no lejano futuro, reivindicaciones sociales tanto más agudas cuanto más frenético se vuelva el pulso de la vida cotidiana.
Hay un desasosiego agudo que nos impide disfrutar de la calma aun cuando invirtamos recursos en la actividad turística. Nuestra vida se resuelve en un deambular olvidado de sí, un agitarse enardecido en un espacio/tiempo carente de significación.
Por ello, los lugares para la pausa reflexiva serán, a la vez que más escasos e inaccesibles, más apasionadamente demandados.