Plumas ajenas: Manuel Delgado

 ¿De qué se habla hoy cuando se dice espacio público? Para urbanistas, arquitectos y diseñadores espacio público quiere decir hoy vacío entre construcciones que hay que llenar de forma adecuada a los objetivos de promotores y autoridades, que suelen ser los mismos, por cierto. En este caso se trata de una comarca sobre la que intervenir y que intervenir, un ámbito que organizar en orden a que quede garantizada la buena fluidez entre puntos, los usos adecuados, los significados deseables, un espacio aseado que deberá servir para que las construcciones-negocio o los edificios oficiales frente a los que se extiende vean garantizada la seguridad y la previsibilidad. No en vano la noción de espacio público se puso de moda entre los planificadores sobre todo a partir de las grandes iniciativas de reconversión urbana, como una forma de hacerlas apetecibles para la especulación, el turismo y las demandas institucionales en materia de legitimidad. En ese caso hablar de espacio, en un contexto determinado por la ordenación capitalista del territorio y la producción inmobiliaria,  siempre acaba resultando un eufemismo: en realidad se quiere decir siempre suelo.

Manuel Delgado, 2020

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http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2015/09/el-cuento-del-espacio-pubico.html


La fase superior del funcionalismo

Charles y Ray Eames  Casa Eames (1949)

La preocupación del para qué de la arquitectura constituye una larga tradición en arquitectura, desde que Vitruvio proclamara el principio superior de la utilitas.
La arquitectura renovadora del siglo XX se propuso afrontar este desafío de manera decidida, hasta que del estudio de la función se elaborara primero una teoría mecanicista de ella y luego una ideología que cristalizó en el denominado funcionalismo moderno.
Tanto las limitaciones de corte mecanicista como el carácter ideológico del funcionalismo condujeron en su momento a una crisis que sólo una depurada y humanista teoría de la función habitable puede superar con oportunidad y eficacia.

La Teoría del Habitar supone entonces el intento contemporáneo de una superación humanista del funcionalismo moderno.

Viejas cuestiones (XVIII): La hermenéutica del deseo

Franciszek Żmurko (1859- 1910) Dama durmiendo (1910)

Así como podemos ocuparnos del después de construir, esto es, de la implementación habitable ¿no tendremos, además, que prestar mucha atención a la demanda social previa?


Es que de la hermenéutica del deseo, de la prospección en la profundidad de la demanda es que obtendremos la más pertinente idea sobre la arquitectura necesaria a las personas: la que se dibuja en las anfractuosidades del sueño de vivir.

Reescrituras (XXVI): Esfera fundamental

Loni Kreuder  (1940- ) Pareja en conversación con una fuente (s/f)

Una pareja, una vez constituida, se envuelve en una tenue membrana que excluye claramente a los demás

* * *

El autor de este sitio no terminará nunca de agradecer el aporte fundamental de las reflexiones de Peter Sloterdijk. Entre esos muchos y valiosos aportes, quizá el más intrigante por su contenido es el que proviene de la intuición de una dimensión erototópica en los lugares habitados.
En efecto, tanto con el amor como con los celos nos las arreglamos para construir ámbitos y membranas de intimidad propicia. Es una forma quizá más enfática de construir lugares que la más sólida y contundente construcción material. Cuando una pareja se conforma, el resto del mundo se aleja, discreto, un largo paso en derredor. Con el tiempo, se va ampliando el tejado de complicidad y solidaridad, a la vez que se endurece y opaca la membrana de distancia: el ámbito propio se ahonda y crece en esta dirección.

Y así vamos, construyendo mundos al alcance de la caricia y reservándonos cotos exclusivos de trato.

La charla ha tenido lugar

 


Puede verse la grabación en el siguiente enlace:


Hacia una estética propia de la piel y el tacto (II)

Constantin Brâncuși (1876 – 1957) El beso (1907)

A la actitud distante, ecuánime y desapegada del sujeto estético tradicional, otra —y nueva— estética le opone la alternativa de un sujeto implicado, sumido en una participación mutua con su objeto.
Es esta una estética de proximidad, de complicidad, fruto de la manipulación y la caricia reconocedora. Es esta una estética proveniente de un afecto por la interacción, por la seducción del objeto, por el goce del contacto primigenio.

Es la estética propia de los amantes la que necesita la arquitectura para su justa apreciación.

Contra la ciudad adjetivada (II) Ciudad segura

Puesto de vigilancia policial en Buenos Aires

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161
La paranoia hace a algunos agitar los sucios trapos de la ideología: El Estado debe defendernos a Nosotros, los Ciudadanos Honestos, de los Otros, los Delincuentes.
Para estos pusilánimes la solución es la barrera, la exclusión, la presencia del Gran Hermano: así, se levantan rejas, se alejan presencias indeseables de todos aquellos que se quedan debajo de la mesa, se vigila cada uno de los pasos de propios y extraños.
Lo que ignoran estos miserables es que sólo una sociedad abierta, inclusiva y respetuosa de los derechos de todos es el único garante de una razonable seguridad. No es asunto municipal, es asunto social, político y económico.
No hay ciudad segura regida por un orden social injusto.

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El manantial que no cesa


Carl Spitzweg (1808- 1885) La serenata (1854)

Todo mensaje es, en realidad, un manojo de mensajes. Unos saltan a la vista y otros van apareciendo después. El mensaje aparece como único; pero de inmediato dispara connotaciones y metamensajes. La unisemia no existe.
Norberto Chávez, 2016


La profunda razón que asiste al autor citado puede deberse que la comunicación nunca es un simple evento, sino una compleja y sutil producción social. El mensaje, en sí mismo, no es una cosa cristalizada en su estado, sino una performance que no cesa de producirse, con lo que siempre origina una deriva incesante de sentido y significado.

Viejas cuestiones (XVII): Arquitecturas y personas

Carl Spitzweg (1808- 1885) El cartero de Rosenthal (1858)

Hay en los arquitectos una atención privilegiada a la cosa proyectada y construida. ¿Es oportuno que también dediquemos alguna atención a las personas que habitan esas cosas proyectadas y construidas?

En este sitio se combate la persistente idea cosificadora de la arquitectura. Y se defiende la alternativa de observar el fenómeno arquitectónico a título de relación o vínculo entre las personas habitantes y los lugares habitados, quienes constituyen una síntesis superior.

Sin materiales puede haber, no obstante, alguna arquitectura, pero sin personas, ninguna construcción tiene ese sentido profundo que tiene la arquitectura.

Reescrituras (XXV): Agua clara y purificadora

Lilian Genth (1876- 1953) En lo profundo del bosque (1910)

Oigamos a alguien especialmente lúcido: El agua evoca en primer lugar la desnudez natural, la desnudez que puede guardar una inocencia (Bachelard, 1942)

* * *

Hay un profundo sentido originario en la pureza propia del agua límpida.
Es el elemento propicio a la purificación ritual, a la ablución redentora, al sagrado gesto de refrescar el ánimo. Es el espejo primordial que nos indicará nuestra originaria situación entre las cosas. Es también el medio inquietante de las misteriosas entidades que pueblan lo fluido. Es, asimismo, eso que mana sin cesar, rindiendo su imagen a la intuición superior del tiempo.

El agua, clara y purificadora, es un elemento peculiarmente noble para habitar en su necesaria y gozosa proximidad.

Hacia una estética propia de la piel y el tacto (I)

Constantin Brâncuși (1876 – 1957) Musa dormida (1910)

Ver de lejos, es una cosa; pero ir allí, esa es otra
Constantin Brâncuși

Con demasiada insistencia se contempla a la arquitectura con el único auxilio del sentido de la vista.
Para ello, se suele adoptar un punto de vista convenientemente alejado, a efectos de que la mirada domine el conjunto. Pero es ya hora de cambiar la actitud. Es preciso ahora buscar el contacto íntimo, la interacción concreta entre el cuerpo del valuador estético y la obra que ya no se distancia, sino que se brinda al reconocimiento estrecho y a la inmersión profunda del sujeto en su objeto estético.
Porque la arquitectura no es una cosa plástica en el espacio abstracto, sino una relación muy próxima y palpitante entre el sujeto que la habita y el lugar que se abre, propicio a la exploración.

Hay que comenzar la fruición arquitectónica por la respiración de la atmósfera del lugar, por la intromisión sensible en su corazón palpitante, una experiencia de toda la piel.

Contra la ciudad adjetivada (I) Ciudad sustentable


En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

El recurso de construir presuntos “conceptos” mediante la adjetivación del sustantivo ciudad tiene dos inconvenientes de partida:
En primer lugar, suele resultar una sobresimplificación al reducir la complejidad del fenómeno urbano a una única caracterización, lo que equivale a teñir con un solo color un intrincado y multicolor fenómeno caleidoscópico.
En segundo término, resulta en una especificación o confinamiento indebido o reductor del ámbito propio de la caracterización a la ciudad como emplazamiento o localización.
Esto es especialmente claro en el constructo de la ciudad sustentable.
La ciudad debe, en su complejidad, investir muchas virtudes, entre las cuales una de ellas es albergar —tanto en su seno como fuera de éste—, unos modos de desarrollo sustentables a justo título. Pero esto no vuelve al carácter de sustentable un rasgo definitorio del fenómeno urbano en sí mismo. Lo que es sustentable (o no) es el modo de desarrollo ambiental, social y económico que se propugna deseable en el conjunto integral e integrado de la biosfera.
Llegados a este punto, se revela la inconsistencia de la adjetivación: es ilusorio y meramente ideológico propugnar la sustentabilidad de una ciudad sin considerar el continuo ambiental en que se haya. La sustentabilidad alcanza mucho más allá que la pura y nominal línea del ejido ciudadano.

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El derecho a soñar

Alessandro Milesi (1856- 1945) Ensueño (1945)

El derecho a habitar se especifica en el derecho a habitar una casa, aunque no se limite en sus confines.
El derecho a habitar una casa es un derecho humano esencial a cultivar y desplegar sueños. No se trata de quimeras o fantasmagorías, se trata de proyectarse a sí mismo como efusión auténtica y localizada de la propia condición humana. Por eso, el derecho a habitar una casa es mucho más que el mero derecho a contar con una vivienda. El constituir una casa adecuada, digna y decorosa es la constitución de una situación de proyección de lo real a lo posible, de la potencia a lo real, de lo soñado a lo construido. El derecho a habitar una casa es el derecho a desarrollar con plenitud la vida propia del oikos, el cultivo moroso y esmerado de la domesticidad

Y esto es mucho más que usufructuar una vivienda: es soñar residiendo.

Viejas cuestiones (XVI): Condiciones exigibles a la vivienda como contenido del derecho a ella

Samuel Halpert (1884 - 1930) Tras la ventana (1918)

En la conformación histórico-jurídica positiva, el derecho a la vivienda específica, en primer lugar que esta vivienda debe ser adecuada y en segundo término, digna.
En la reivindicación que aquí se hace del derecho a habitar, se especifica que se trata de hacerlo en lugares no sólo adecuados y dignos, sino además decorosos.
¿Adecuación, dignidad y decoro son todas ellas las condiciones exigibles de un lugar habitado?
¿Hay otras condiciones igualmente exigibles?

Las configuraciones triádicas tienen una vocación de síntesis.
Es muy posible que en un plano de consideraciones dado, la tríada propuesta por la adecuación, dignidad y decoro constituya una figura cerrada sobre un concepto determinado. Esto no significa quizá absoluta exhaustividad, pero sí un recorte nítido en un plano de consideraciones.

La cuestión sobre si hay otras condiciones igualmente exigibles a los lugares habitados es asunto abierto a una saludable expansión reflexiva, quizá pasible de engendrarse en otras condiciones sociales e históricas.

Reescrituras (XXIV): Lugares reducidos

Rutilio di Lorenzo Manetti (1571- 1639) San Jerónimo escribiendo (s/f)

Hay que colmatar el lugar, poblarlo exhaustivamente, aplicarse a aquello-que-uno-tiene-que-hacer. Todo lo demás, sobra. A esto se reduce el habitar, para algunos.

* * *

Hay en el ejercicio profesional de la arquitectura un ensañamiento cruel con la vida humana: consiste en constreñirla en el ámbito más reducido posible.
Ciertas lógicas impelen al conjunto de la sociedad a producir los habitáculos más estrechos que consigan encerrar el espacio justo apenas para no sucumbir en la asfixia o la angustia. Algunos, sólo allí se detienen.
En la época heroica del Movimiento Moderno se convirtió en blasón la consecución del denominado Existenzminimum, so pretexto de la penuria económica, principalmente de las clases populares. La vivienda mínima fue objeto de minucioso estudio y sistematización. La arquitectura se desembarazó entonces del ornamento superfluo y también de los recovecos, de las antesalas, de todo aquello bueno-para-nada. Los arquitectos se aplicaron a hacer-aquello-que-uno-tiene-que-hacer, infligiéndole no pocas sevicias al sueño de vivir.

Quizá en un futuro, ciertas coerciones arquitectónicos lleguen a ser considerados atentados delictivos contra los derechos humanos. Me gustaría verlo.

Coloquio con los arquitectos de La Plata, Argentina

 


Sombras, espectros, recuerdos

James Carroll Beckwith (1852- 1917) La carta (1910)

Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.
Jorge Luis Borges, 1969

Los interiores se abisman en los espejos.

Son éstos los torvos e inquietantes portadores de la revelación de nuestra presencia en medio de las cosas. Somos ahí y hacemos sombras, espectros, recuerdos. Y habitamos entonces así. Sombras furtivas entre sombras, espectros en el fondo de los espejos, memoria en las improntas que vamos dejando aquí y allá.

En contra de la banalización del confort

Guy Rose (1867- 1925) Junto al fuego (1910)

La actual banalización del confort tiene al menos dos efectos: por un lado, reduce la idea de confort a una insignificante sensación de muelle e indiferenciada situación pasiva; por otro, reduce a la consecución del estado de confort a la pura disposición de algún chisme mecánico que responda al inane gesto de apretar un mando a distancia.
Esto no se produce sin consecuencias. El adelgazamiento y rarificación del concepto de confort lo diluye en una desarticulada catarata informe de requerimientos puntuales, para los cuales, habrá y no por casualidad, la correspondiente solución en algún género de mercancía ad hoc.

Es preciso tratar el desafío del confort con toda la profundidad que demanda y con toda la integralidad que el tema merece. Y conviene revisar críticamente toda esa proliferación de presuntas comodidades que operan apenas como ilusorios sucedáneos de una efectiva calidad de vida.

Mercados como urbanógenos

Paul Gustav Fischer (1860- 1934) Højbro Plads, København (1921)

No hay ciudad sin comercio, es la base de la cultura ciudadana. Por esta razón se puede definir la ciudad como espacio público, como mercado, como ágora. Los ciudadanos no nacen, se hacen en el ámbito del espacio público.
Jordi Borja

Allí donde hay alguien dispuesto a vender algo que se encuentra con otro congénere dispuesto a comprar está el germen histórico de toda ciudad: un emplazamiento en donde proliferan los intercambios, las alianzas y las competencias.
Por ello los mercados abiertos son urbanógenos al más justo título.
Una parte no menor de la salud urbana radica en la intensidad adecuada de flujos de intercambios que allí tienen lugar. Por ello, el confinamiento de la actividad en centros comerciales cerrados no es una buena cosa para la vida de las ciudades. Por ello, la extensión de las regiones pura y exclusivamente residenciales no es una buena cosa para la vida de las ciudades. Por ello, la sustitución de la circulación peatonal segura y distendida por el tránsito vehicular no es una buena cosa para la vida de las ciudades.

Puede que el urbanismo del futuro siembre y cultive mercados como urbanógenos.

Viejas cuestiones (XV): Obra y contexto

Antonio Sicurezza (1905- 1979) Callejuela en Itri (1970)

En este sitio se ha defendido la idea —que hoy parece anticuada— de la articulación necesaria, oportuna y feliz de una obra arquitectónica con el contexto en que se inserta.
Sin embargo, es verificable que las más difundidas obras arquitectónicas de la actualidad constituyen objetos singulares que se desentienden del lugar y circunstancias urbanas en que se insertan.
¿Es que la atención arquitectónica al contexto —no hablemos de contextualismo— no es más que una ideología?

La atención arquitectónica al contexto puede fundarse en la hipótesis revisable que asegura que el mejor ejercicio profesional arquitectónico procede del cultivo de las potencialidades propias del lugar y las circunstancias históricas y sociales del obrar en un aquí-y-ahora. Si así fuera, esta peculiar actitud constituiría una respuesta crítica a gran parte del ejercicio profesional arquitectónico, que se desentiende de estas cuestiones al amparo de una ideología dominante en la actualidad.

Sin embargo, una atención arquitectónica al contexto no se distingue aún de una mera ideología contextualista, con lo que el problema, a mi juicio, sigue abierto.

Reescrituras (XXIII): Profundidades

Paul Paede (1868- 1929) Desnuda ante el espejo (1929)

Peter Sloterdijk nos ha revelado —entre otras— una dimensión nueva en los lugares: la dimensión histerotópica, que es una medida de profundidad de los interiores y de los espejos.

* * *
Este aporte ha resultado clarividente: la primera constatación es que los lugares habitados tienen mucho más dimensiones que las tres espaciales y la temporal.
Por la constitución especialísima de las cavidades interiores, estas tienen una hondura propia y diferencial: el adentramiento. Tal profundidad no debe confundirse con la conocida y primordial profundidad perspectiva. Es que las cavidades interiores se experimentan vívidamente como prospecciones y la profundidad histerotópica es la dimensión de este esfuerzo. Es con esta intuición primera que descubrimos que adentrarse en un lugar conlleva prácticas complejas y sutiles, diferentes al mero irrumpir del cuerpo con la marcha.

En realidad, el cuerpo realiza un conjunto complejo de prácticas de reconocimiento, acomodo y situación que merecen un nombre propio: colpoprácticas, esto es, prácticas de prospección adentradora.

La criteriosa administración de la luz en arquitectura

Marcin Zaleski (1796- 1877) Capilla de Sigismund (segunda mitad del s. XIX)

La arquitectura se mide con gradientes de luz: esplendores, penumbras, sombras. También se mide con temperaturas tonales: calidez y frialdad relativas.
La dimensión fototópica es una variable sutil, delicada, huidiza. Por otra parte, es consustancial con la vivencia palpitante del habitar los lugares. Lo importante, como en todas las cosas, son las diferencias, los contrastes, las yuxtaposiciones. A la epifanía del esplendor del cielo se contrapone la penumbra de cada interior: existir en cada lugar es participar de un tono especial de luz que consigue inmiscuirse en cada una de las anfractuosidades de los lugares habitados.

El arte de la arquitectura, en una medida no menor es una criteriosa administración de las luces, las penumbras y las sombras.

Por una casa que crezca desde la semilla de la domesticidad

Édouard Vuillard (1868- 1940) La princesa Bibesco (1920)

Alvar Aalto proclamaba: Hemos de construir casa que crezcan; la casa que crece ha de sustituir a la máquina para habitar.
La idea resplandece: casas que se originen en la semilla de la domesticidad, en el habitar profundo y soñado de la casa. Es más que seductor aspirar, antes que urdir mecanismos para habitar, contemplar cómo crece y se desarrolla, como un ser orgánico, una casa cultivada desde su germen humano. Será cuestión de dar con tal germen, aprender a cultivarlo en suelo propicio y aprender del seguimiento aplicado de su desarrollo.

Así, la arquitectura es más asunto de los pulsos de la vida, que de las astucias equívocas del ingenio.

Intervenimos en un mundo frágil

Gustave Caillebotte (1848- 1894) Hombre en un balcón (1880)

La arquitectura y el urbanismo del siglo XXI deberían estar basados en la consideración del ser humano y de los otros seres vivientes en primer lugar, asumiendo que estamos interviniendo en un mundo frágil.
Medio ambiente, desigualdad social y movilidad forman el conjunto de problemas urbanos más significativo, común a las grandes ciudades y ellos no pueden ser enfrentados aisladamente. El trípode ambiente-desigualdad-movilidad esta en el centro de la cuestión urbana que caracteriza a las ciudades del siglo XXI. Los problemas ambientales están  asociados a saneamiento, a la contaminación del aire y de las aguas y al consumo de combustibles fósiles. La desigualdad social está estrechamente relacionada al acceso a los servicios públicos donde la infraestructura urbana tiene papel relevante. Y la movilidad a su vez se agrava proporcionalmente a la expansión de la ciudad y a la intensidad del uso del  modo automovilístico.  
Jorge Jáuregui

Es imperioso adoptar una elemental prudencia: intervenimos en un mundo frágil.
Esta fragilidad es tanto ambiental como social. Intervenimos con serios efectos sobre muy delicados equilibrios dinámicos y cada instancia de esta intervención afecta al tejido social mediante complejos mecanismos. Cada día en la vida de la ciudad, recreándose a sí misma, es crucial de un modo inesperado. Aprendices de brujo, desencadenamos cada vez más poderosos procesos de cambio con múltiples consecuencias indeseadas.

La ciudad se expande y el mundo se vuelve pequeño y vulnerable.

Viejas cuestiones (XIV): El tiempo

Raimundo de Madrazo (1841- 1920) Salida de la iglesia (s/f)

Se ha reivindicado aquí que los lugares concretos deben considerarse en su constitución física de campos, esto es, estructuras espacio-temporales, en que se desarrolla el fenómeno del habitar. Por otra parte y desde fines del siglo XIX, se ha considerado que la arquitectura es un arte o técnica del espacio.
¿Resulta necesario, oportuno y útil incorporar la dimensión temporal en la arquitectura? ¿Por qué?

Resulta necesario considerar la dimensión temporal en arquitectura toda vez que los lugares existen concretamente tanto en el espacio como en el tiempo. Si la arquitectura trata de la concepción, proyecto, construcción y habitación de lugares, el tiempo no puede abstraerse sin mutilar a su objeto de una dimensión constitucional.
Resulta oportuno incorporar la dimensión temporal en la arquitectura ya que es imperioso tratar con los lugares en su concreción, ya no en la abstracción, siquiera operativa, del espacio.

Resulta útil tratar el problema del tiempo en la arquitectura, porque la pura  espacialización de ésta nos conduce a un callejón sin salida.