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La nihilización del ambiente


Dave Anderson (1970)

Hay una promesa a la vez que hay una amenaza: en el futuro aquí habrá una ciudad.
El presente del ambiente se amenaza mediante su nihilización, esto es, su negación por efecto del tratamiento de mero espacio disponible y abstracto. Los constituyentes del ambiente también son amenazados bajo la especie del tratamiento ominoso de meros recursos: tierra, agua, aire, paisaje. A la vida compleja y rica del ambiente le amenazan, en consecuencia, ominosas simplificaciones empobrecedoras.
¿Por qué la promesa de una ciudad futura es, antes o después una suerte de maldición ambiental? ¿No hay alternativa sensata?

Los urbanitas y el agua


Claudia Wycisk (1985- )

Por donde anda la vida, circula el agua.
Los urbanitas no tratamos este elemento como se merece. Explotamos con rapacidad las fuentes, desperdiciamos su suministro, insignificamos su valor material y simbólico, y la vertemos, sucia, a los mismos lugares desde donde la extraemos, que es este planeta que nos va quedando cada vez más chico. Los urbanitas no deberíamos olvidar que se trata de un recurso a veces limitado, que algún día constituirá un delito ambiental penado su mal uso y quizá sólo la justipreciemos cuando escasee de modo crítico. Los urbanitas deberíamos volver a homenajearla en fuentes públicas que enseñen a los niños de mañana de qué se trata este elemento.
No deberíamos condenar el agua siempre a las ocultas cañerías: deberíamos, en cambio, formar con estanques unos espejos para podernos reconocernos allí.

Los urbanitas y el aire

Diana Markosian (1989- )

De las atmósferas que gustamos respirar (y que nos resultan, por otra parte, inspiradoras) las ciudadanas no son, por lo general, las preferidas.
Y, sin embargo, con todo su complejo mefitismo y con toda su efectiva contaminación, son las atmósferas que respiramos y que nos inspiran el día a día corriente. Por lo que corresponde que acondicionemos la ciudad, cuidemos los vientos y examinemos las prácticas sociales que afectan la calidad del aire. La ciudad es una atmósfera que volvemos desagradable por culpa de nuestro estilo de vida insostenible.
¿Merecemos esta continua inmersión en la maloliente esfera en que quemamos hidrocarburos en forma intensiva? ¿Merecemos este húmedo calentamiento global? ¿Merecemos este aire envenenado?

El tipo de ciudad que podríamos querer (II) Sociedad, economía y ambiente



La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no puede estar divorciada de la que plantea qué tipo de lazos sociales, de relaciones con la naturaleza, de estilos de vida, de tecnologías y de valores estéticos deseamos.
David Harvey

Las ciudades en que vivimos en la actualidad son insostenibles en los aspectos sociales, económicos y ambientales.
Planteado de un modo sencillo y franco: es necesario superar la prehistoria social en lo que toca a estos asuntos. Es forzoso poner el pensamiento antes de los meros hechos. Y el pensamiento, en este contexto, reclama conocimiento positivo, contenidos éticos y renovados modos de producción y reproducción urbanas.
Ya no es posible explotar extractivamente la naturaleza; ahora se impone su cultivo inteligente y sustentable. De otro modo terminaremos en un desierto repleto de basura. Por ello, es necesario forjar una nueva conciencia social y ponerla al frente de una acción renovadora.
El tipo de ciudad que podríamos querer debería devenir en un lugar cada vez más habitable, justo en sentido contrario a como actualmente se desarrolla.

Sobre sostenibilidad (VI)

Toledo

Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui

Las clarividentes consideraciones de Jáuregui acerca de la sostenibilidad mencionan un importante aspecto: la constitución efectiva de lugares.
La constitución de lugares es función principalísima del habitar. Cuando se establecen adecuadas, dignas y decorosas relaciones entre las personas entre sí y con respecto a las estructuras espacio-temporales que pueblan, entonces y sólo entonces la vida humana tiene efectivo lugar. Y este constitucional tener lugar será sostenible o no será.
El problema más profundo que aqueja a la vida contemporánea es la creciente dificultad que tienen las más amplias mayorías sociales para tener efectivo lugar en ciudades y territorios. Si se repasan todos los aspectos que se han tratado con anterioridad acerca de la sostenibilidad, se puede concluir que todos se sintetizan superiormente en la dificultad estructural de nuestro habitar contemporáneo en la efectiva constitución de lugares.
Nuestra actual urbanización sin ciudad nos transforma en furtivos fugitivos en un agregado inconexo y anómico de no-lugares.


Sobre sostenibilidad (V)

Lisboa

Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui

La sostenibilidad urbana tiene un aspecto especialmente señalado en el cultivo respetuoso de la memoria histórica y la conservación sensible del patrimonio.
No se trata sólo de la preservación de escenarios aptos para la pura explotación turística. Se trata de cultivar la propia identidad, memoria y referencia haciendo lugar a la vida urbana rica en contenido histórico efectivamente reelaborado en el día a día. Son sí valiosos los relictos históricos, pero más valiosa es la propia historia social en su propio desenvolvimiento allí donde tiene efectivo lugar.

Es preciso precaverse tanto del olvido y la sustitución insensata tanto así como de la museificación. Es preciso velar por la supervivencia de la propia vida social en su específica locación.

Sobre sostenibilidad (IV)

Hablan los muros y las bardas

Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui

Los modos contemporáneos de habitar territorios, ciudades y arquitecturas demuestran ser claramente insostenibles en lo que toca a las dinámicas de localizaciones.
Los distintos actores y sectores sociales se hallan en dura lucha y competencia por el establecimiento en los lugares. Cada quien busca con ahínco el lugar que lo sitúe entre los suyos —la gente como uno— a la vez que lo separe, lo distancie y lo distinga de los Otros. Así, las ciudades resultan mosaicos conflictivos de localizaciones diferenciadas cultural y económicamente.

Mientras tanto, la propia ciudad y su consustancial complejidad social agonizan.

Sobre sostenibilidad (III)


Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui

Un aspecto especialmente importante de la sostenibilidad en lo que toca a nuestro habitar lo constituye el complejo problema de la movilidad urbana.
El transporte mediante automóvil particular inflige heridas mortales tanto a nuestros territorios, como a nuestras ciudades y aún a los ciudadanos.

El modelo actual es, a todas luces, insostenible por su afectación de la calidad de vida ciudadana, por las distorsiones funcionales urbanas y por la extensión irracional de las manchas urbanas en los territorios. Basta experimentar el tránsito gozoso, distendido y valioso por las áreas ganadas para el tránsito peatonal para comprobar que las formas actuales de la movilidad urbana deberán ser profundamente transformadas en un futuro próximo.

Sobre sostenibilidad (II)


Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui

Nuestros llamados “hábitos de consumo” son, en realidad una superproducción de desperdicios. Lo que más producimos, tanto antes, como durante y luego que consumimos, es basura, deshechos, detritos. Por cada paquete de, digamos, mayonesa que llega a nuestras manos, hay una porción no despreciable que se produce para ser desechada por sobrestock, una vez que se alcanza su fecha de vencimiento y no ha sido comercializada, hay unos envases y una caja que guarda estos envases que abulta en nuestras bolsas de residuos.
En realidad, el “consumo” contemporáneo es una brutal, frenética e irracional subexplotación de recursos, una dilapidación de materias y energías, una cadena ininterrumpida de implementaciones precarias, que dejan a su paso una impronta de heridas ambientales.

Por ello se impone una sensata sostenibilidad basada en una profunda transformación de nuestro “consumo” en hondas consumaciones. Esto quiere decir, transformar los actos de nuestra vida cotidiana en la consumación integral y completa de ciclos de producción, implementación y reciclado de materias y energías. Esto, antes que los montones informes de desperdicios nos ocluyan el horizonte.

Sobre sostenibilidad (I)


Es claro que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético. Básicamente se trata de una cuestión cultural, esto es, que envuelve una serie de otros factores “no cuantificables” tan importantes cuanto los energéticos, referidos a los hábitos de consumo, de comportamiento social, de desplazamientos, de localización, de respeto a la memoria acumulada, a la constitución de los lugares y a las relaciones que las personas y las edificaciones mantienen entre sí y con el espacio en común; con las transiciones entre lo individual y lo colectivo, entre lo público, lo semipúblico y lo privado. Se trata de una intrincada red de interacciones entre factores objetivos y subjetivos, entre lo real y lo imaginario y entre lo material y lo inmaterial, cuando hablamos de sostenibilidad.
Jorge Jáuregui

Cierto es que la cuestión de la sostenibilidad no pasa solamente por el consumo energético.
En torno a los problemas de la energía es que comienza a pensarse en la idea de sostenibilidad. Es, entonces, apenas una punta de una madeja. Por algo se empieza a razonar y en principio es imperioso preguntarse por tres aspectos principales:
  1. Asegurarse fuentes regulares, accesibles y renovables de energía, constituye un primer punto.
  2. Hacer equitativamente accesibles los usos de estas energías al conjunto del cuerpo social es un segundo aspecto
  3. Mitigar el impacto ambiental es una tercera y crucial cuestión

En lo que toca a la arquitectura, el urbanismo y el habitar, la sostenibilidad energética tiene múltiples aspectos especialmente críticos. Ente otros:

  • Revisar a fondo el gasto energético acumulado en los insumos de la industria de la construcción
  • Considerar de un modo holístico (ambiental, social, económico) los problemas de movilidad urbana, asentamiento y desarrollo urbano.
  • Abordar según un método multidisciplinar los usos y perspectivas del habitar humano en lo que toca a su desarrollo actual tanto como en sus proyecciones a futuro.

Contra la ciudad adjetivada (XXII) Ciudad sostenible

Copenhague, ¿Ciudad sostenible?

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

Nosotras, ciudades, estamos convencidas de que la ciudad es, a la vez, la mayor entidad capaz de abordar inicialmente los numerosos desequilibrios arquitectónicos, sociales, económicos, políticos, ambientales y de recursos naturales que afectan al mundo moderno y la unidad más pequeña en la que los problemas pueden ser debidamente resueltos de manera integrada, holística y sostenible. Puesto que todas las ciudades son diferentes, debemos hallar nuestras propias vías hacia la sostenibilidad. Integraremos los principios de sostenibilidad en todas nuestras políticas y haremos de nuestras fuerzas respectivas la base de estrategias adecuadas a nivel local.
Carta de las ciudades europeas hacia la sostenibilidad
(Carta de Aalborg), 1994

Ofrezcamos hoy el beneficio de la duda a la afirmación de la Carta de Aalborg.  Se aprecia aquí la simpática figura retórica que consiste en estructurar el discurso como si las ciudades hablasen por sí mismas. Se reciben sugerencias.

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Contra la ciudad adjetivada (I) Ciudad sustentable


En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

El recurso de construir presuntos “conceptos” mediante la adjetivación del sustantivo ciudad tiene dos inconvenientes de partida:
En primer lugar, suele resultar una sobresimplificación al reducir la complejidad del fenómeno urbano a una única caracterización, lo que equivale a teñir con un solo color un intrincado y multicolor fenómeno caleidoscópico.
En segundo término, resulta en una especificación o confinamiento indebido o reductor del ámbito propio de la caracterización a la ciudad como emplazamiento o localización.
Esto es especialmente claro en el constructo de la ciudad sustentable.
La ciudad debe, en su complejidad, investir muchas virtudes, entre las cuales una de ellas es albergar —tanto en su seno como fuera de éste—, unos modos de desarrollo sustentables a justo título. Pero esto no vuelve al carácter de sustentable un rasgo definitorio del fenómeno urbano en sí mismo. Lo que es sustentable (o no) es el modo de desarrollo ambiental, social y económico que se propugna deseable en el conjunto integral e integrado de la biosfera.
Llegados a este punto, se revela la inconsistencia de la adjetivación: es ilusorio y meramente ideológico propugnar la sustentabilidad de una ciudad sin considerar el continuo ambiental en que se haya. La sustentabilidad alcanza mucho más allá que la pura y nominal línea del ejido ciudadano.

1 Artículo completo en


Intervenimos en un mundo frágil

Gustave Caillebotte (1848- 1894) Hombre en un balcón (1880)

La arquitectura y el urbanismo del siglo XXI deberían estar basados en la consideración del ser humano y de los otros seres vivientes en primer lugar, asumiendo que estamos interviniendo en un mundo frágil.
Medio ambiente, desigualdad social y movilidad forman el conjunto de problemas urbanos más significativo, común a las grandes ciudades y ellos no pueden ser enfrentados aisladamente. El trípode ambiente-desigualdad-movilidad esta en el centro de la cuestión urbana que caracteriza a las ciudades del siglo XXI. Los problemas ambientales están  asociados a saneamiento, a la contaminación del aire y de las aguas y al consumo de combustibles fósiles. La desigualdad social está estrechamente relacionada al acceso a los servicios públicos donde la infraestructura urbana tiene papel relevante. Y la movilidad a su vez se agrava proporcionalmente a la expansión de la ciudad y a la intensidad del uso del  modo automovilístico.  
Jorge Jáuregui

Es imperioso adoptar una elemental prudencia: intervenimos en un mundo frágil.
Esta fragilidad es tanto ambiental como social. Intervenimos con serios efectos sobre muy delicados equilibrios dinámicos y cada instancia de esta intervención afecta al tejido social mediante complejos mecanismos. Cada día en la vida de la ciudad, recreándose a sí misma, es crucial de un modo inesperado. Aprendices de brujo, desencadenamos cada vez más poderosos procesos de cambio con múltiples consecuencias indeseadas.

La ciudad se expande y el mundo se vuelve pequeño y vulnerable.

Reescrituras (XX): La tenuidad

Andrew Wyeth (1917- 2009) Viento del mar (1947)

Vivimos inmersos en un soplo, hálito o aliento, eso que los antiguos griegos llamaban άτμός. Es una dicha tener una revelación de su existencia con la complicidad de unas ligeras cortinas. El mundo nos respira entonces.

* * *

La respirabilidad es la primera condición ambiental de todo lugar.
Esta obvia constatación nos ayuda a entender que un lugar es una interacción entre un sujeto habitante y un sitio terrestre: un lugar no es una simple porción de espacio, sino que supone la indicación de un fenómeno viviente en acto. No puede entenderse como un receptáculo vacante abierto a la pura intromisión del sujeto.
Sujeto, existencia y lugar se copertenecen.

Ambientes, atmósferas

Habitamos un elemento límpido, diáfano, sutil. Este elemento franquea el paso a todo lo que es y tiene la cualidad de lo respirable. Habitamos el aire, un ambiente, cierta atmósfera. Disfrutamos con la plenitud de la inspiración, con las brisas, con la frescura.
La ciudad y la vida contemporánea, sin embargo, nos retacean la calidad del recurso. Quizá por ello es que cada vez más apreciamos la alegría esencial de la respiración franca y apacible. El aire de calidad, poco a poco, se nos está volviendo un recurso escaso.
La ciudad y la vida contemporánea también degradan la calidad del ambiente. Quizá por eso cada vez más buscamos viajar a algún sitio distante donde sea posible un habitar sencillamente sano. La calidad del ambiente, poco a poco, se nos está volviendo un recurso escaso.
La ciudad y la vida contemporánea, pueblan nuestras atmósferas tanto contaminantes físicos como inquietudes e inseguridades en el ánimo. Con el desarrollo de la actividad turística y las facilidades para los desplazamientos planetarios, cada vez buscamos de un modo u otro sustituir nuestras atmósferas habituales por otras más distendidas y gozosas. También la calidad física y psicológica de nuestras atmósferas habitadas se nos está volviendo un recurso escaso.

¿Por qué es que la ciudad y la vida contemporánea se ensañan con nosotros, sus habitantes? ¿Por qué el aire, el ambiente, las atmósferas escasean y están, siempre, allá lejos?

Atmósferas

Alice Boyd (1825- 1897) Vista desde la casa del balcón, Tynemouth, (1864)


Aquello que habitamos, siempre y en principio, unas atmósferas respirables.

El lado equivocado

Alfred Sisley (1839- 1899) Un bote en la inundación de Port-Marly (1876)


Recuerda mi amigo Sergio Martínez: “como dicen los geólogos, las planicies de inundación están para inundarse. Los españoles que trazaron los núcleos de las ciudades coloniales parece que eran bastante más sabios que sus sucesores...”

Principales impactos ambientales de la habitación

La habitación implica una franca presión sobre los recursos energéticos: electricidad, combustibles fósiles y caudales renovables.

También presiona sobre el agua apta para su uso potable y se la contamina agudamente en su empleo. La densificaciòn de la habitación promueve activamente el tránsito vehicular, el tráfico de mercancías y la producción de desechos. 

La luz y el tiempo

John Atkinson Grimshaw (1836- 1893) Octubre tardío (1882)


En el lugar habitado, la luz no sólo permite apreciar la contextura del espacio. También la percepción atenta de las calidades de la luz hace posible sentir el tiempo: las alternancias de las estaciones, la hora del día, las propiedades de la atmósfera y otras pequeñas pero insustituibles alegrías esenciales de estar vivo.

Sobre el desarrollo sustentable

Se considera que el desarrollo sustentable contiene de manera estructurada tres tipos de aspectos: sociales, económicos y ambientales.

El desarrollo sustentable es inclusivo —esto es, alcanza a todos los sectores sociales—, equitativo —si se distribuye con justicia social entre los actores sociales— y resguarda los recursos naturales —si preserva las condiciones del ambiente—. El actual modelo de desarrollo tardocapitalista se muestra, en este sentido, claramente insustentable. Para economistas como Friedrich Hayek, el término justicia social o redistributiva es un concepto vacío, con lo que alumbran un desarrollo económico todo menos equitativo y por supuesto, exclusivo.