Superstudio
Collage: Merienda
El eminente y olvidado
pedagogo, Christian Heinrich Wolke, profesor de la igualmente egregia
institución del Philanthropinum, en Dessau, preocupado por la enseñanza de la
inteligencia ideó una habitación llena de objetos, secretas mirillas y armarios
con la deliciosa intención de constituirse en una eficaz herramienta para
“enseñar a pensar”. La habitación modulada con una retícula que era ocupada por
cajones, números, imágenes y un sinfín de otros estímulos era, según la
creencia del siglo XVIII, una idea desde la que estimular a la juventud a salir
de la abulia mental o de la ignorancia.
Santiago
de Molina, 2017
Por
aquellos tiempos se había culminado un largo proceso que, a la vez que abstraía
el espacio del lugar concreto, dominaba cognoscitivamente esta abstracción con
la herramienta de los ejes coordenados de origen cartesiano.
En aquel interior latía una extraña utopía, aunque
no sé si precisamente sobre el enseñar a pensar sino más bien sobre la retícula
misma. En realidad la retícula como espacio continuo e indiferenciado, supone
una amenaza en si misma porque sitúa al hombre frente al laberinto de lo perpetuamente
repetido. Una idea que asomó muchos años después y en un lugar muy distinto.
Curiosamente la modernidad de la retícula de esa
habitación de enseñar a pensar coincide con la que empleó el estudio italiano
Superstudio en los años 60 y 70 del siglo XX. Aunque para Superstudio la
retícula no suponía incluir en su interior ningún objeto. Su maraña de líneas y
ejes no tenían la intención de contener más que la propia retícula como sistema
infraestructural y laberíntico. Aunque lo más fascinante de la coincidencia en
ambos casos es que, como suele suceder en la naturaleza, toda semejanza de
formas se deriva de objetivos funcionales semejantes.
Santiago
de Molina, 2017
Imposible
no cometer tanto un rictus sardónico por la propuesta pedagógica, así como deslizar
una casi lágrima de nostalgia e inocencia perdida de aquellos hippies
setentosos.