Plumas ajenas: Cristina Fernández Ramírez y Eva García Pérez

La ciudad como espacio de concentración humana fue un lugar privilegiado para la fundación del capitalismo primero como lugar de acopio y transacción de bienes materiales, luego a partir de la producción de mano obra de procesos tecnificados, la ciudad se convertía en una fuerza productiva más por cuanto servía de soporte tanto a las condiciones generales de la producción y de la circulación del capital como a las condiciones de la reproducción de la fuerza de trabajo. Así visto, la ciudad no más que el sistema espacial a través del cual se desenvuelven los procesos de producción, circulación y consumo que necesitan de un soporte físico para tener lugar. En tanto soporte adquiere un valor de uso específico, que surge de la articulación de todos ellos y es diferente de cada una de las partes que lo componen. A pesar de los cambios que ha podido sufrir el sistema económico global, la ciudad sigue siendo un lugar exitoso y privilegiado para la reproducción de las condiciones de la vida, desde el trabajo y la vivienda hasta la producción del conocimiento. En este contexto el negocio inmobiliario es uno de los motores fundamentales del siglo XXI, más allá de su indiscutida responsabilidad en la detonación de la actual crisis del capitalismo global. Unido indisolublemente a la consolidación de la explosión urbana que se viene produciendo desde hace una década, es uno de los mayores negocios actuales cuya importancia queda probada por diversos fenómenos: desde el derribo de la favela asiática de Dharavi en Mumbai hasta la célebre conversión de las ciudades chinas en bosques de rascacielos, pasando por las torres de Dubái, Sao Paulo… la ciudad puede destruirse y reconstruirse en un solo gesto.

Cristina Fernández Ramírez y Eva García Pérez, 2014

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