El cuerpo y la estructura fundamental del lugar


Andrea Giacobbe

El cuerpo humano vivo es una estructura que proyecta sus dimensiones allí donde tiene lugar.
Vivir, para el cuerpo, consiste en diseminar por todo su alrededor una compleja y rica red de tensiones que conforman la estructura fundamental del lugar. La cabal comprensión de este hecho y la asunción de las consecuencias cognoscitivas, éticas y estéticas que esto conlleva, esclarece la emergencia de una arquitectura propia del lugar. Tal arquitectura laxa, viva y palpitante de pasión interactúa a su vez con el orden de articulaciones materiales y energéticas propuesto por la arquitectura construida. Esta interacción entre estos dos aspectos recíprocamente supuestos y necesarios es la arquitectura concreta que habitamos.
Y todo tiene su origen necesario en las efusiones del cuerpo vivo.

Ritos de paso


Elvinas Vilutis (1984- )

Verdaderamente no somos consciente del natural retardo que se produce en las puertas. Para ello a veces no solo se ornamentan, sino que se incluyen educados traspiés, obstáculos y hasta se juega con bajar la altura de sus dinteles invitándonos con ello a realizar genuflexiones inconscientes. Todo vale con tal de hacernos pasar por ese umbral con mayor parsimonia. (Y parsimonia es una buena palabra para hablar de las puertas habituales porque remite a ahorro y a lentitud).
Santiago de Molina, 2019

Esta niña ya sabe lo que muchos adultos hemos olvidado.
Para atravesar ciertos umbrales es necesaria una debida parsimonia. Hemos aprendido con advertencias precisas primero, automatizado luego en la conducta y producido en los órdenes de las marchas ciertos significativos cambios de ritmo. En tiempos pasados, las jambas, los umbrales y los dinteles estaban ricamente decorados, ya que los artesanos sabían de estas pausas ceremoniosas. Pero en estos tiempos mezquinos, una puerta es apenas una abertura por donde, desde el punto de vista semiótico, parece que sólo puede uno escabullirse furtivo.
Cuando se recupere una poética arquitectónica humanista se propiciará de modos semiótico y estético apropiados las sutiles pausas en los pasos de las puertas.

Soñar


Robert & Shana ParkeHarrison (1968- )

Es preciso soñar con perseverancia, obstinación y apasionamiento.
¿Hacia dónde dirigir los ímpetus por cambiar esta desolada realidad de la vigilia? Hacia el espejo oscuro que nos revela nuestro verdadero semblante, quizá monstruoso sí, pero en todo caso auténtico. ¿Mediante qué mecanismos podremos soltar amarras del pensamiento rutinario? Mediante la colisión salvaje e incontrolada de nuestros deseos, nuestros terrores y nuestra auténtica configuración feliz. ¿Cómo será posible atisbar, cultivar o producir las formas nuevas de la vida? A través de la iluminación nocturna de las más profundas fantasías.
No se trata de rehuir la cruda vigilia, sino, por el contrario, de trabajar allí en donde aún tenemos mejores posibilidades de encontrarnos con nosotros mismos.

El mecanismo pertinaz del embellecimiento

Robert & Shana ParkeHarrison (1968- )

Hay una poética que busca conformar su objeto de modo integral para constituirlo, en sentido estricto, como un bien hermoso, esto es, un bien estético con la forma debida. Pero también hay poéticas que propenden al embellecimiento, lo que implica aplicar dispositivos cosméticos al objeto con el fin de revestirlo de tal manera que resulte bello en su apariencia. La segunda alternativa es quizá la dominante en la cultura popular contemporánea.
En cierta manera, nuestros maestros en estos temas han propugnado la superioridad ética de la primera opción sobre la segunda. Pero lo cierto es que el embellecimiento facultativo domina sobre la constitución ontológica de lo hermoso.
El predominio de las actitudes proclives al embellecimiento es indicio del prosaísmo difundido por los entresijos simbólicos de la vida cotidiana. En las circunstancias ordinarias, parece más dificultoso disfrutar de un fresco ramo de flores convenientemente renovado que de una lámina que conserve ilusoriamente un aspecto prístino y convenientemente enmarcada, esto es, sustraída al continuo de los eventos de la naturalez

Mundo y universo


Elia Locardi (1980- )

Parece haber un matiz muy tenue pero decisivo entre las ideas de mundo y de universo.
Puede que el concepto de mundo parta de una vivencia concreta, de una experiencia de constituir un aquí, el que constituye el lugar que le concierne. Mientras tanto, la idea de universo proviene de una abstracción lógica, de la concepción de una totalidad de aspectos de lo real en el que nuestros mundos pueden tener sus lugares.
Hay un término para referirse al todo de lo que es, conteniendo en su seno todo aquello que llega efectivamente a concernirnos. El tópico frecuentado que afirma que cada casa es un mundo no hace otra cosa que señalar esta articulación cognoscitiva de esferas. Y quizá toda arquitectura efectivamente habitada no sea otra cosa —y nada menos que— una articulación emergente entre un mundo y el universo.

Asunto de perspectivas


Elena Shumilova

Uno debería volver a ver las cosas con la mirada del niño que ha sido.
Las cosas tenían entonces otros estatutos, otras jerarquías y otros misterios. Los ambientes proliferaban en sorpresas olfativas, los sonidos se organizaban en planos diferentes, y las luces y las tibiezas del aire eran una maravilla. El mundo era nuevo y abundaban ciertas ocurrencias de esas que —no se sabe nunca bien por    qué— perduran en la memoria afectiva con cierta persistencia.
Ahora parecen nimiedades, pero (quién sabe), puede que fuesen secretos cruces de sendas. Por ello es que creo que hay que prestar cierta atención a las perspectivas de nuestros niños. Porque están señalando, en algún modo, la orientación de sus caminos.

Ensimismamiento


Dalibor Talajic (1973- )

Hay ocasiones en que todo el mundo queda confinado entre la cabeza y el alcance exiguo de las manos. El cuerpo se encoge sobre sí y la conciencia profundiza en la cavidad resultante. El sujeto se ensimisma, esto es, se vuelca sobre su mismidad.
Un vaso, en ocasiones, contiene un fármaco para lidiar con la vigilia.

Una habitación para escribir


Eduardo Gageiro (1935- )

Démosle una habitación propia y quinientas libras al año, dejémosle decir lo que quiera y omitir la mitad de lo que ahora pone en su libro y el día menos pensado escribirá un libro mejor
Virginia Woolf, Una habitación propia, 1929

Participemos de la felicidad efectivamente conquistada por la mujer de la fotografía. Ya dispone de una habitación propia, con vistas y condiciones proclives para dar todo de sí. Parece contar con cierta tranquilidad para abordar su desafío. Puede que se favorezca con el material adecuado para prepararse, el ámbito digno para desarrollarse y la arquitectura del paisaje decorosa para producir lo suyo.
No importa ya tanto que escriba su libro mejor; lo verdaderamente importante que tiene lugar allí y está en su pleno derecho.

Las voces y los ecos


Eduardo Gageiro (1935- )

Hay ocasiones en donde se puede experimentar una cierta generosidad en la arquitectura del lugar.
Una de las medidas —y no la menos importante, por cierto— es el intervalo entre los rumores de la vida y el eco en las profundidades del ámbito. De las voces a los ecos comprende un espacio-tiempo de honduras que es gozoso experimentar en la expansión prudente del cuerpo en el lugar. La reverberación de los pasos, de los murmullos circunspectos, de los roces de los cuerpos es la medida propia de la magnificencia de una arquitectura que no necesita de más ornato para denotar su escala.
No cualquier enormidad es una grandeza, pero cuando esta última tiene efectivo y oportuno desempeño, constituye el gesto espléndido propio de lo singular.

Irrupciones

Eduardo Gageiro (1935- )

En los umbrales está todo por suceder.
Por esto las puertas son lugares singulares en toda arquitectura articulada y viva. Por esto los umbrales constituyen instancias señaladas en nuestra existencia corriente. Por esto deberíamos atravesarlas con mayor circunspección que la usual.
Precisamente porque en los umbrales se murmura y advierte lo que vendrá

Un aporte singularmente sensible e inteligente


Bert Teunissen (1959- )

El fotógrafo holandés Bert Teunissen ha tenido una idea singularmente interesante, sensible e inteligente. Ha fotografiado a personas en sus ámbitos propios bajo la consigna de ilustrar los paisajes domésticos de distintos lugares del mundo. El resultado es muy especialmente significativo y constituye un aporte inestimable a la Teoría del Habitar.
Véase su página web:

Prestar oídos al rumor de los muros


Hans Gedda (1942- )

¿Adónde van las palabras que no se quedaron? se pregunta Silvio Rodríguez.
Quizá sea bueno prestar oídos a los rumores apagados que aún congregan los muros.


Poética cotidiana


Marian Schmidt (1945- )

Es preciso rescatar cierta poética cotidiana de su actual casi invisibilidad.
Si bien la existencia ordinaria aparece como un rutinario sucederse del mero tiempo —curso que en ocasiones señaladas se interrumpe con ciertas importantes epifanías de lo extraordinario, excelente y único en su especie— no podemos resignarnos al insignificante prosaísmo. Lo usual puede ser hermoso, esto es, adoptar precisamente su forma cabal y, al hacerlo, resultar una poética en pantuflas, una poética de uso doméstico, una poética corriente.
Porque al hacer perceptible, consciente y palpitante una cierta poética cotidiana ponemos en valor la mayor porción de nuestra efectiva existencia, a la vez que incrementamos la perspicacia para lo extraordinario.

Hábitos de penumbra


Oded Wagenstein (1986- )

Con una frecuentación mínima pero necesaria podemos movernos por nuestro ámbito habitado no tanto gracias al auxilio de los sentidos como por la asistencia de la memoria.
Hay una cierta virtud en los hábitos de penumbra. Porque en tales circunstancias, nos quedamos con lo esencial de nuestras estancias, ensimismados y dueños soberanos de nuestro aquí. A la mitigación de la luz le corresponde también cierto dichoso casi silencio y una tibieza que tanto conforta la piel como el ánimo.
Entonces estamos allí, en todo el profundo y entrañable sentido de tal expresión.

Dejemos que las cosas hablen


Lorenzo Meloni (1983- )

En esta ocasión, cualquiera de mis palabras serían una torpeza. Prefiero hacer silencio para que el discurso de la fotografía diga lo suyo.

Márgenes


Maciej Dakowicz (1976- )

Nuestras urbanizaciones, a la vez que atraviesan los límites propios de la ciudad, proliferan en márgenes.
Me explico. La urbanización difusa, en la actualidad, rarifica el carácter propio de la ciudad a fuerza de extenderse sobre el territorio de manera inorgánica, inconexa e ingobernable. Pero esta extensión se realiza a costa de trazar márgenes en donde pueblan, de un lado y de otro, diversas —y antagónicas—condiciones de urbanitas. De un lado, los integrados al sistema de producción y consumo; del otro... los disfuncionales, los carentes, los habitantes de ominosa catadura que, no obstante, siguen siendo, empecinadamente, urbanitas. De un lado, los servicios, los bienes y las vigilancias; del otro los restos, los detritos y las miradas furtivas y al acecho.
Al paso que vamos ¿cuánto tiempo pasará para que terminemos arrojados al otro lado del margen? Porque lo que a la ciudad formal le sobra siempre es gente.

Los urbanitas y el fuego


Sergey Maximishin (1964- )

La condición de habitante urbanita implica un considerable gasto energético.
Nos estamos cociendo en una gigantesca hoguera que afrenta el aire con sus humos. Los urbanitas desarrollamos un estilo de vida que tiende a agotar nuestros recursos energéticos finitos. Expoliamos el fuego a la vez que sobrecalentamos la morada común. La lucha por algo que quemar vuelve más hostiles a los lobos del hombre.
¿En qué dirección dirigir nuestros ruegos, imprecaciones y expectaciones para cambiar el rumbo antes del desastre definitivo?

Los urbanitas y la tierra


Hollie Fernando

Los urbanitas devastamos la tierra.
A fuerza de tratar meramente con un abstracto suelo, que sólo conserva magnitudes de rentable superficie edificable, nos desentendemos de la tierra concreta. Mientras que las raíces de los árboles se abisman en los miserables alcorques, nos contentamos con pisotear las superficies con ímpetus abandonados de sí. Olvidamos que, antes o después, regresaremos a ella, porque de ella provenimos.
¿Se ha reparado en el hedor pestilente que despiden las zanjas que se abren en la tierra ciudadana? Es el olor de nuestra mísera condición de vertedores nauseabundos.

Los urbanitas y el agua


Claudia Wycisk (1985- )

Por donde anda la vida, circula el agua.
Los urbanitas no tratamos este elemento como se merece. Explotamos con rapacidad las fuentes, desperdiciamos su suministro, insignificamos su valor material y simbólico, y la vertemos, sucia, a los mismos lugares desde donde la extraemos, que es este planeta que nos va quedando cada vez más chico. Los urbanitas no deberíamos olvidar que se trata de un recurso a veces limitado, que algún día constituirá un delito ambiental penado su mal uso y quizá sólo la justipreciemos cuando escasee de modo crítico. Los urbanitas deberíamos volver a homenajearla en fuentes públicas que enseñen a los niños de mañana de qué se trata este elemento.
No deberíamos condenar el agua siempre a las ocultas cañerías: deberíamos, en cambio, formar con estanques unos espejos para podernos reconocernos allí.