Andrea Giacobbe
El
cuerpo humano vivo es una estructura que proyecta sus dimensiones allí donde
tiene lugar.
Vivir,
para el cuerpo, consiste en diseminar por todo su alrededor una compleja y rica
red de tensiones que conforman la estructura fundamental del lugar. La cabal
comprensión de este hecho y la asunción de las consecuencias cognoscitivas,
éticas y estéticas que esto conlleva, esclarece la emergencia de una
arquitectura propia del lugar. Tal arquitectura laxa, viva y palpitante de
pasión interactúa a su vez con el orden de articulaciones materiales y
energéticas propuesto por la arquitectura construida. Esta interacción entre
estos dos aspectos recíprocamente supuestos y necesarios es la arquitectura
concreta que habitamos.
Y todo
tiene su origen necesario en las efusiones del cuerpo vivo.