Mike Brodie
(1985)
Vivimos
en una honda caja de resonancia de la música de la existencia.
El
lugar oye tanto como nuestro ser y se prodiga en ritmos, armonías y melodías
tanto como lo hace nuestro cuerpo palpitante de vida. Por ello es imperioso
temperar tanto los instrumentos cuanto con los ámbitos en donde suceden los
sonidos. Por ello es preciso completar mediante la arquitectura el escenario de
todas las inspiraciones y todas las efusiones. Por ello es obligada la
consideración del lugar como ámbito sonoro que registra los pulsos de la
respiración social.
La
arquitectura humanista es, literalmente, aquella que promueve, procura y dobla
los cantos a la vida.
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