El
cuerpo humano, más que un mecanismo más o menos complicado, es el sofisticado
origen de las más trascendentes prácticas.
Y mediante estas prácticas es que produce
los lugares que puebla.
Las
manos del hombre, libradas de su servicio locomotor, se vuelven una crítica y
fundamental posibilidad de hacer del mundo un reservorio de cosas, de cosas a
la mano, prestas a ser consideradas, sopesadas, arrojadas e implementadas según
una su ley: ser sustraídas al indiferente orden de la naturaleza para ingresar
con significado y sentido en un mundo. El lugar poblado, en tanto lo es por
quienes se sirven de las prácticas de la manipulación, se desarrolla a lo largo
de una compleja dimensión quirotópica,
puesta en especial relieve por Peter Sloterdijk.
Pero
las prácticas se vuelven cualitativamente más complejas en tanto a la
elemental, pero crítica, manipulación es ampliada y profundizada por las
prácticas del trabajo y la labor. El mundo habitado es un mundo trabajado y
efectivamente producido, a lo largo de la dimensión ergotópica de los lugares habitados.
Pero
las prácticas no dejan de proliferar en sus más diversos aspectos. El gesto
corporal y entrañable del abrazo de la persona amada permite advertir, también
aquí con el auxilio clarividente de Sloterdijk, la emergencia de otra
dimensión, la erototópica. Es con solidaridades de afecto y distanciamientos de
competencia que también construimos nuestros lugares habitados.
Otra
práctica fundamental ejercida por el cuerpo del habitante es la proyección
sobre el lugar de un sistema dado de reglas de juego. Homo ludens, al fin y al
cabo, toda arquitectura y todo urbanismo son, en el fondo, sendas
prescripciones de reglas de uso, implementación y juego impuestas por el Poder.
Y de
todas las prácticas, la más fascinante en su sutileza y poder arquitectónico
radica en la operación práctica de las cavidades interiores abiertas a la vida.
Se trata de las colpoprácticas, esforzadas exploraciones y prospecciones de la
dimensión histerotópica de los antros, de los ámbitos, de los continentes allí
donde gustan reposar las fatigas del amor, del trabajo y de la vida.