Órbitas (I)

Claude-Nicolas Ledoux: (1736-1806) Teatro de  Besançon (1784)

Afirma el Diccionario acerca de la voz Órbita:
Del lat. orbĭta.
1. f. Curva debida a la acción gravitacional, descrita por un cuerpo celeste que se mueve en torno a otro.
2. f. Ámbito en que se percibe la influencia de algo o de alguien.
3. f. Cuenca del ojo.
4. f. Fís. Trayectoria que recorren las partículas sometidas a campos electromagnéticos en los aceleradores de partículas.
5. f. Fís. Trayectoria que recorre un electrón alrededor del núcleo del átomo.

(A pensarlo)

Convenientemente alejados de la normalidad y del sentido común

Callanish

La filosofía requiere de una distancia que no es neutral, sino crítica. Cambia el punto de vista normal, habitual, ya aceptado por el sentido común. Desencaja nuestra relación habitual con lo que somos, con lo que vemos, con las palabras que usamos. Pero esta distancia es la condición para un compromiso más veraz. El problema es cuando se convierte en un refugio o en una zona de confort. Entonces, aunque se usen términos o referencias filosóficas, ya no se está haciendo filosofía.
Marina Garcés, 2016

¿Y si estuviésemos en una “edad de piedra” con respecto a una nueva sensibilidad?


Plumas ajenas: Manuel Delgado

Has de distinguir entre "lugar" y "espacio". La idea de lugar remite a la impasibilidad geométrica y física de una porción de territorio, considerado como propio, apropiado o apropiable, lo que hace que “tener lugar” signifique al mismo tiempo tener un sitio, pero también acontecer, ocurrir, de igual manera que "dar lugar" quiere decir ocasionar, hacer que algo se produzca. Es lo que permite decir que algo o alguien estén allí, aquí o entre. El lugar se define por haber sido ocupado o estar a la espera de un objeto o entidad que los reclame como suyos –“un lugar para cada cosa, una cosa para cada lugar”. También alude a la plasmación espacial de un cierto papel o estatuto social reclamado o atribuido, de donde las expresiones "estar en mi lugar", “poner a alguien en su lugar” o "estar fuera de lugar". La noción también sirve para tener una idea de cuál es el juego de posiciones que conforma una situación, que es en lo que consiste "hacerse una composición de lugar". Así, un teatro es un lugar, como lo también es el territorio que genera una performance al realizarse, puesto que es la representación de una obra o acción la que genera el lugar en que se produce.

Manuel Delgado, 2018

Un programa para otra arquitectura (III)

Círculo de piedras de Castlerigg

El tercer punto programático es de naturaleza estética. Se aboga aquí por una estética propia de la inmersión plena y total del sujeto en su objeto estético.

Tal asunción implica trascender la pura visualidad, que tradicionalmente ha emparentado la estética arquitectónica con las escultóricas o escenográficas. Aquí se propone una impregnación multisensorial del fenómeno arquitectónico en un sujeto implicado en éste a través de la directa y concreta habitación. Esta propuesta acerca al sujeto y al fenómeno estético arquitectónico entendiendo que es acerca del vínculo íntimo entre ambos que debe desarrollarse tanto la experiencia estética fundante como las instancias superiores de valoración y propuesta poética.

Un programa para otra arquitectura (II)

Stonehenge

Partimos de la tesis que la arquitectura constituye una reproducción tardía de configuraciones espontáneas de espacio en el cuerpo grupal.
(Sloterdijk, 2004: 277s)

Hay un segundo punto en un posible programa para otra arquitectura y es de índole dominantemente práctica.
Se trata de concebir el ejercicio profesional de la arquitectura como un reconocimiento y seguimiento de situaciones humanas en los lugares como factor hegemónico sobre las prácticas. Así, se sustituye el talante especulativo y abstracto propio del “tablero” profesional por una mirada profunda y comprometida por esas configuraciones de la acción humana que habita.

La atención epistémica y práctica hacia las situaciones humanas, a los modos concretos en que las personas constituyen sus lugares, constituye un giro copernicano frente al ejercicio profesional al uso.

Un programa para otra arquitectura (I)

Spinsters' Rock

La Teoría del Habitar hace emerger un programa para otra arquitectura que debe concebirse, desarrollarse y consumarse en un futuro acuciante y necesario.
El primer punto de tal programa es la misión superior de la consecución de lugares, antes que edificios. Esto significa: una arquitectura volcada al cultivo metódico tanto de las potencialidades de los contextos físicos como de las solicitaciones plenas y auténticas de la habitación humana como finalidad superior. Una arquitectura que deje de concebir meros artefactos en el espacio abstracto, para considerar la realidad concreta del lugar habitado.

Un primer movimiento virtuoso para otra arquitectura es, pues, la superación de los saberes tradicionales en la edificación de una epistemología fundada en la realidad concreta de los lugares y su humana implementación habitable.

Emociones frente a las puertas (III)

Siena

Hay una especial melancolía en esta puerta.
Quizá este sentimiento se fundamente en el hecho, más que probable, que ya nunca la traspasaré. En el momento en que pude hacerlo, no tuve una motivación especial salvo por detenerme allí en donde tomé la fotografía. No recuerdo si me aproximé a husmear al menos a través de los cristales. Puede que se tratara de un antiguo local comercial ya fuera de actividad. Pero persistía aún en el deterioro de la fachada la vocación de apertura, de bienvenida, de calma incitación a entrar. Si personalizáramos el asunto, podría tratarse de una negligencia imperdonable la mía, ante un gesto por demás cortés de demanda de atención.

Es que a veces, con respecto a la realidad, uno se queda apenas del otro lado de la cámara.

Emociones frente a las puertas (II)

Fez. Marruecos

Es inhumano resistirse a la seducción de esas puertas abiertas, ricamente vestidas y especialmente hondas que anticipan delicias en su interior.
La hondura histerotópica de ciertos umbrales se ofrece a las ansias del viandante que se ve encantado por los pormenores perceptibles, pero más aún con la promesa de felicidad que acecha más allá.

Hay en la arquitectura árabe una sabia progresión hacia adentro que resulta apasionadamente hospitalaria.

Emociones frente a las puertas (I)

Cáceres, España

Ante tanta proliferación de signos de poder y fuerza, uno no puede evitar sentirse algo intimidado. Al menos al principio.
De pasados turbulentos nos quedan puertas física y simbólicamente sobreprotegidas. Puertas que desbordan una retórica defensiva y guerrera.
En el caso que nos ocupa hoy, la modestia relativa del vano practicable nos hace sospechar que ya no hay que tomarse la semiótica arquitectónica muy en serio.

Pero por las dudas, es preciso asomarse a la sombra del interior con una recatada circunspección. 

Una cierta coherencia estructurada

Lago de Como

El Lugar es algo más que la vivencia de la vida cotidiana. Es el ‘momento’ en el que lo concebido, lo percibido y lo vivido adquieren una cierta coherencia estructurada”
Andrew Merrifield, 1993

El factor constitutivo del lugar no es tanto el sitio como el sujeto que lo puebla.

En efecto, en este último es que concurren, a la vez, lo concebido, lo percibido y lo vivido. Es la presencia plena del sujeto la que le otorga al sitio esa cierta coherencia estructurada que lo vuelve, con toda propiedad, un Lugar. Por ello, debe repararse que en el lugar ilustrado hoy, todas las maravillas del sitio son meros agregados accidentales, mientras que es la persona que las habita la que les confiere su magnífica contextura de sentido.

De la violencia urbanística


La ciudad como producto parece triunfar, pero no ha conseguido derrotar definitivamente a la ciudad como obra. En un marco general hoy definido por todo tipo de procesos negativos de dispersión, de fragmentación, de segregación…, lo urbano se expresa en tanto que exigencia contraria de reunión, de juego, de improvisación, de azar y, por supuesto, de lucha. Frente a quienes quieren ver convertida la ciudad en negocio y no dudan en emplear todo tipo de violencias para ello –de la urbanística a la policial–, lo urbano se conforma en apoteosis de un espacio-tiempo diferencial en que se despliega o podría desplegarse en cualquier momento la radicalidad misma de lo social como pasión, sede de todo tipo de deserciones y desafíos, marco e instante para el goce y la impaciencia.
Manuel Delgado, 2017

En el discurso del antropólogo Manuel Delgado se desarrolla una oposición entre la ciudad, por un lado, y lo urbano.
La ciudad, como producto, es el artefacto operado por agentes inmobiliarios, urbanistas y demás detentadores del poder económico y político. En esta perspectiva, por ‘ciudad’ debe entenderse una obra de arte cuya recurrente reelaboración constituye un negocio que no desdeña cualquier forma de violencia sobre los ciudadanos.

Opuesto a esta concepción se desarrolla, muy a su pesar, la resistencia de lo urbano. Lo urbano, en esta asunción es el proceso de la vida que se empeña en generarse, desarrollarse y reproducirse en busca de una paz tan ansiada como legítima para la condición humana. Por ello es preciso reconsiderar una disciplina alternativa al urbanismo del poder: un acondicionamiento de los lugares urbanos para que puedan ser escenarios de la palpitante calidad de lo urbano. 

La antinomia arquitectónica: corsé/guante (II)

Tadao Ando (1941-) Casa Koshino (1980)

Hay otra actitud subjetiva alternativa a la provisión de corsés arquitectónicos y ésta puede entenderse como la concepción y desarrollo de guantes habitables.
En la determinación de la forma de un guante la causa es la anatomía y la fisiología propia de la vida a la que se sirve. La vida está primero, su envolvente arquitectónica viene después y en consecuencia.
Puede pensarse que este talante sólo se entiende y justifica en condiciones socioeconómicas de desahogo o aún de despilfarro ostentoso, pero lo que importa aquí es la actitud del arquitecto. Y es ésta actitud, respetuosa con la vida, la que cuenta.

Mientras que los artífices de la arquitectura-corsé seguirán injuriando la vida, algunos arquitectos podrían abogar por unas arquitecturas-guante que honren la condición humana.

La antinomia arquitectónica: corsé/guante (I)

YUUA Architects & Associates Construcción de 1.80 m de ancho en Toshima, Japón

Puede apreciarse, en la actitud subjetiva de los arquitectos, dos talantes opuestos.
Por una parte, están aquellos que buscan imponer una forma a la vida. So pretexto de adecuación a las realidades del mercado inmobiliario, se persigue ofrecer cada vez más estrechos cubículos a título de apartamentos o soluciones habitacionales. Hay colegas que parecen conocer muy a fondo lo elemental de nuestra condición de usuarios y proponen máquinas de habitar en donde ya está previsto exacta y rigurosamente cómo hacerlas funcionar. Estos arquitectos tienen un talante proclive a la concepción y desarrollo de corsés arquitectónicos.

Para producir estos corsés arquitectónicos no es necesario vender el alma al diablo. Se consigue apenas con cubrirse la cabeza con el sombrero del sentido común.

Dimensiones humanas de las escaleras (VIII) magnitudes alethotópica y tanatotópica

Paul Gustave Doré (1832-1883) Infierno

El tránsito por las escaleras supone la vivencia especial tanto del desocultamiento del ser y de la revelación del fenómeno, así como la caída en la rememoración de la vida dejada atrás.
Por lo general, se suele asociar el progreso con la adquisición cognoscitiva y al descendimiento con la memoria, pero también puede interpretarse a la inversa. Esto es especialmente significativo en los sueños, en el onirismo tanto de la escalera como de la propia traslación en ella.

Será cuestión de ver cómo nos acercamos hacia la luz o a las sombras. Y cuál es la cota de altura que procuramos. En el sueño tanto como en la vigilia.

Dimensiones humanas de las escaleras (VII) magnitud quirotópica

Victor Horta (1861- 1947) Escalera en la residencia Tassel (1893)

La vivencia de las escaleras no se reduce al puro juego de piernas.
Las escaleras se juzgan también con las manos. Hay un componente táctico y háptico que suele negligirse en la actualidad, cuando los pasamanos se reducen a indecorosos expedientes. Pero en épocas de furor diseñador, como en la del Art Noveau, este aspecto fue puesto de manifiesto con pasión.

Las escaleras también deben apreciarse en su magnitud quirotópica, esto es, cómo y cuánto resultan bienes a la mano.

Dimensiones humanas de las escaleras (VI) magnitudes erototópica, nomotópica y ergotópica

Gjon Mili (1904-1984) Desnudo descendiendo la escalera (1949)

Las escaleras efectivamente vividas son estructuras trémulas.
Se estremecen los peldaños con el esfuerzo de los pasos, se somete el cuerpo de buen grado a una imperiosa coreografía que teme la caída, transitar una escalera (¿por qué no?) resulta una actividad apasionada. Definitivamente, hay una vibración  muy especial en esta oscura región en donde se aúnan el esfuerzo físico, el imperio de la regla y una pasión singular en la marcha que muda de altura.

Sólo ahora empezamos a entrever algo a través de un espejo oscuro, mientras vamos y venimos por las escaleras.

Dimensiones humanas de las escaleras (V) magnitudes fototópica, fonotópica y osmotópica

James Anderson (1813-1877) Tívoli, Villa d’Este (s/f)

A las escaleras les favorece una clara iluminación, que comprende tanto a los peldaños, así como al arranque y la llegada. Es forzoso que, a la vista, luzcan en cada uno de sus pormenores. Las escaleras, entonces, claras, muy claras.
Por su parte, cada una de ellas tiene una música particular. Hay de las que rechinan, las que retumban, y también las sordas. Pero todas tienen que redundar en señales acústicas de los pasos, cada una a su modo.
Quizá el aspecto más sutil es el que atañe a los aromas. Como todos los lugares umbrales, pueden preanunciar el tono osmótico de los lugares que conectan, tanto como detentar una fragancia propia y a veces entrañable.

Hay dimensiones humanas en las escaleras que no por desatendidas deben ignorarse. Es cuestión de aguzar los sentidos y la sensibilidad.

Dimensiones humanas de las escaleras (IV) magnitud histerotópica

Francisco Albuquerque Casa de vidrio de Lina Bo Bardi (1950)

La implicación de los pasos en los peldaños es una medida posible para apreciar la hondura interior de una escalera.
Pero sólo en algunos muy especiales rellanos se da con un magnífico calado propio de las escaleras sabias. Este ejemplo, de Lina Bo Bardi, lo muestra con virtuosa claridad didáctica.
No todos los peldaños deben contentarse con la sucesión monótona, no todas las escaleras se deben agotarse en la victoria sobre una altura, no todos los pasos deben constreñirse a unir el punto de arranque con un único de llegada.

Hay escaleras que se permiten a sí mismas constituir paseos en su hondura. Son quizá las mejores.

Dimensiones humanas de las escaleras (III) amplitud

Eero Saarinen (1910- 1961) Escalera en centro tecnológico de General Motors (1956)

La amplitud de una escalera es la magnitud relativa a la alegría, la calma y el consuelo.
Mientras que una estrecha y empinada escalera es la imagen patente de la angustia, la anchura bien proporcionada es una recompensa al esfuerzo tanto de subirla como en la de dejarse caer rítmicamente. Una vez que otras proporciones garantizan el confort y la confianza, la calma enseñorea los tránsitos. Es que la amplitud relativa de una escalera es la medida propia y diferencial de una airosidad asociada a la dignidad del viandante.

La amplitud de las escaleras es el signo de distinción de los lugares y una medida posible para la magnitud del decoro.

Dimensiones humanas de las escaleras (II) altura

Gloria Swanson en Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950)

Lo que precede a una escalera es un desnivel que no se contenta con ser puramente físico.
En efecto, la dimensión de la altura separa y segrega en lo elevado, lo eminente, lo superior jerárquico de lo terrenal, lo corriente y lo subordinado. Así, se celebra física y moralmente el ascenso hacia el conocimiento, el poder y la revelación trascendente, mientras las aflicciones del alma son vividas como caídas o descensos.

De allí que suela resultar siempre eficaz desde el punto de vista dramático el descenso de una bella dama por una escalera. Su contorno se ve favorecido mientras deja de ser una deidad sublime para volverse una mujer, objeto de deseo ávido. De allí que quede impregnada en la memoria el avatar de la esforzada lucha entre la altura y las personas, porque todo el ardor vital se agota en bajar y subir cada uno las escaleras que le tocan en suerte. De allí que las éstas, vividas en la práctica de su altura, cambien fatigas con enseñanzas.

Dimensiones humanas de las escaleras (I) profundidad perspectiva

Alvar Aalto (1898- 1976) Escalera en villa Mairea (1937)

En toda escalera se ansía ganar altura a costa de un cierto recorrido horizontal.
Hay una proporción muy precisa entre esta profundidad perspectiva y la altura a someter. Si la pendiente es empinada, la escalera resulta ardua y peligrosa, mientras que si progresa con lentitud, resulta cansadora. Por ello ha quedado codificada una relación entre la altura y la profundidad del peldaño, la que se sucede como un módulo regular propuesto a la marcha calma y confiada.
En torno a la reputada regla de Blondel (2 contrahuellas + huella = 64 cm) se construye el signo del paso usual en nuestras escaleras. Así, la medida específicamente humana de la profundidad perspectiva de una escalera corriente está dictada por el desnivel a salvar y la máxima sucesión lineal de peldaños que nos pueda desafiar de un modo razonable y según las circunstancias.

Las medidas humanas de una escalera se aprecian en principio con el aliento rítmico de la respiración. Inspiramos hondo antes de acometerlas.