Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


El romanticismo, que promueve la variedad, encaja bien con el consumismo. Su matrimonio ha dado origen al infinito «mercado de experiencias» sobre el que se cimienta la moderna industria del turismo. La industria del turismo no vende billetes de avión ni habitaciones de hotel. Vende experiencias. París no es una ciudad, ni la India un país: ambos son experiencias, cuyo consumo se supone que amplía nuestros horizontes, satisface nuestro potencial humano y nos hace más felices. En consecuencia, cuando la relación entre un millonario y su esposa empieza a ir mal, él la lleva a realizar unas caras vacaciones en París. El viaje no es un reflejo de algún deseo independiente, sino una ardiente creencia en los mitos del consumismo romántico.
Un hombre rico en el antiguo Egipto no hubiera pensado nunca en resolver una crisis matrimonial llevándose a su mujer de vacaciones a Babilonia. En lugar de eso, podría haberle construido la suntuosa tumba que ella siempre había deseado.
Como la élite del antiguo Egipto, la mayoría de la gente en la mayoría de las culturas dedica su vida a construir pirámides, solo que los nombres, formas y tamaños de estas pirámides cambian de una cultura a otra. Por ejemplo, pueden tomar la forma de un chalet en una urbanización con piscina y un césped siempre verde, o un flamante ático con unas vistas envidiables. Para empezar, pocos cuestionan los mitos que nos hacen desear la pirámide.
Harari, 2014

Un cierto modo de asumir el desafío profesional arquitectónico


Vilhelm Hammershøi (1864 – 1916) Interior con muchacha de espaldas (1904)

¡Cuándo llegara el momento en que, cansados luego de nuestra labor podamos afirmar, sin faltar a la verdad ni a la pasión, que es al servicio de la existencia de los mortales que hacemos arquitectura!!
Porque no es algo absolutamente evidente ni necesario ni hoy ni en un previsible futuro. Porque, se puede sospechar, las motivaciones son muy otras y variadas. Porque esto del servicio a la existencia de los mortales se dice fácil, su sentido estricto aún es oscuro y su concreción efectiva es muy ardua.
Porque necesitamos virar el rumbo acostumbrado, abatir las rutinas y las inercias tanto del obrar como del pensamiento. Cierto que es difícil, y sin embargo, ¿cuánto hace que la humanidad lo espera?

Patios, poética de honduras


Alexandre-Gabriel Decamps (1803 – 1860) Patio de granja (1850)

La arquitectura de los patios es una poética de honduras
Una primera hondura se revela en su peculiar carácter de recinto descubierto: ¿hasta dónde nos deja inmiscuirnos en él? Se trata de una hondura que aquí denominamos histerotópica, una profundidad propia de toda cavidad que se somete a actividades de adentramiento. Una segunda hondura involucra a la luz natural: ¿hasta dónde debe remontarse el curso del sol para irradiar su pavimento? Es asunto éste de proporciones, de luces y de resonancias. Una tercera hondura es de algún modo la recíproca a la anterior: ¿hasta dónde fuga el cielo por todo lo alto? También es asunto de proporciones, de iluminaciones y de proyecciones más allá de los confines de un horizonte confinado, abrigado, puesto casi a la mano.
En las distintas honduras de los patios se desarrolla esta especial arquitectura que demanda siempre una peculiar atención sensible. Y tiene allí lugar una singular luz sosegada y aprehendida, sabiamente arropada en sombras y siseos de la vida.

Paisajes urbanos y emplazamientos de su apreciación


Alrededores de Florencia desde las alturas de los jardines de Boboli

Disfrutar en calma de los paisajes es una señalada y constante demanda social que debe ser atendida con rigor y sensibilidad por arquitectos y urbanistas.
Para responder a esto, los profesionales deben, por una parte, cuidar, preservar y cultivar con método y rigor los paisajes urbanos que sus urbanitas aprecian. Se dice fácil; lo difícil es llevarlo a cabo.
Pero, por otro lado, también debe atenderse a la situación de los fruidores eventuales de tales paisajes. Es forzoso brindar los acondicionamientos necesarios para que el urbanita esteta se emplace con calma para su apreciación. Y no se trata de proliferar sin ton ni son con miradores y bancos. Se trata de alojar con cariño y respeto a quienes están, por otra parte, en condiciones de ejercer condignos cariños y respetos por los lugares que constituyen, por obra y gracia de sus actitudes, paisajes urbanos especialmente queridos y queribles.

El desempeño arquitectónico de los lugares umbrales


Paolo Veronese (1528- 1588) Chica en la puerta (1561) (Villa Barbaro en Maser)

El desempeño arquitectónico de los lugares umbrales suele ser sutil, a la vez que profundo en sus vivencias.
Pudiera decirse que lo esencial del juego arquitectónico, si uno se atiene a las formas rituales de habitación, consistiría en una combinación sabia de sendas, estancias y umbrales. El atravesamiento de estos últimos constituye siempre una experiencia estremecedora y por ello, la pasión del habitar las arquitecturas tiene allí sus momentos especialmente señalados. Los umbrales son lugares de singular expectación y los tránsitos a través de ellos siempre parecen inaugurar situaciones. Mediante el atravesamiento de los umbrales, se desenvuelven con toda su carga dramática las historias del vivir. Haber traspasado cierto umbral siempre parece tener algo de irremediable, de circunstancia en la que no es posible rehacer el camino.
Podemos jugar, acaso inocentemente, a inmiscuirse en los lugares umbrales. Pero, tarde o temprano, aprenderemos en la piel que no es nada fútil cruzar ciertos confines

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


En 1620, Francis Bacon publicó un manifiesto científico titulado Novum organum. En él razonaba que «saber es poder». La prueba real del «saber» no es si es cierto, sino si nos confiere poder. Los científicos suelen asumir que no hay teoría que sea cien por cien correcta. En consecuencia, la verdad es una prueba inadecuada para el conocimiento. La prueba real es la utilidad. Una teoría que nos permita hacer cosas nuevas constituye saber.
Harari, 2014

La habitación del fuego


Albert Bierstadt (1830 – 1902) La fogata (1863)

Habitamos con el fuego sagrado en tanto nuestra vida nos condena a transformar, a separar y reunir, a disociar y combinar. Porque de alguna manera somos portadores de fuegos.
Transformar crudo en cocido, bosque en claro, sitio en espacio: todas operaciones que los herederos de Prometeo consiguen a costa de atizar y difundir la violencia del fuego. También separar la maleza de la pradera, así como reunir alimentos de variada procedencia: mediante la llama apartamos y ensamblamos a nuestro antojo y según los dictados de alternas demandas
Con la conquista del fuego —último de los cuatro elementos que a nosotros se nos ha rendido— nuestro habitar del mundo consta de correr una frontera sin descanso ni piedad.

El papel del ensueño


Patrick MacDowell (1799- 1870) Ensueño (1853)

Si, como creemos, el ser meditativo es primeramente el ser soñador, toda una metafísica de la ensoñación podría inspirarse en la página de Éluard. En ella el ensueño se encuentra integrado en su justo lugar: antes de la representación, el mundo imaginado esta justamente colocado antes que el mundo representado, el universo justamente situado antes que el objeto. El conocimiento poético del mundo precede, como es justo, al conocimiento razonable de los objetos. El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es admirado antes de ser comprobado. Toda primitividad es onirismo puro.
Si el mundo no fuera primero mi ensoñación, entonces mi ser estaría inmediatamente ceñido en sus representaciones, siempre contemporáneo y esclavo de sus sensaciones. Privado de las vacaciones del sueño, no podría tomar conciencia de sus representaciones. El ser, para tomar conciencia de su facultad de representación, debe pasar por ese estado de vidente puro. Ante el espejo sin azogue del cielo vacío, de realizar la visión pura.
Bachelard, 1953

En este sitio hemos desarrollado una cierta intriga por las posibilidades heurísticas —ya no metafísicas— que pudiese poseer el ensueño.
Resulta estimulante considerar la constitución de una instancia de representación antes de la irrupción de los datos de los sentidos. Pero si bien se mira, la función significante debe preceder a la constitución de todo signo. Esto intenta decir que antes que tengamos un paisaje como signo del lugar que ocupamos, debemos urdir mediante el ensueño la posibilidad de integrar a la vez una pantalla de proyección (écran) y un juego de figuras que, según algunas reglas forjadas en el pensamiento profundo e ilusorio, fungirán como significante. Lo real quedaría definitivamente atrás, como significado sólo accesible por la hermenéutica de estas representaciones nacidas al calor de lo conjetural.

Acerca de la actividad previa



Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.
Jorge Luis Borges, 1935

Cómo no confiar en la autoridad de don Borges al respecto.
Supongo que estaría harto de las inquisiciones periodísticas que se intrigan por la escritura. De un modo oblicuo, habitual en nuestro autor, nos señala el camino de una respuesta que debemos encontrar por nosotros mismos.
Si la lectura es más resignada que la escritura, entonces esta última es un conato, una conjetura arriesgada y quizá aquejada de vanidad. Uno escribe para comprobar hasta dónde lo puede llevar el pensamiento. Antes de escribir, sólo le aqueja algún modo de desasosiego que encuentra su meticulosa y esforzada administración en el esfuerzo por marcar su impronta en el espacio en blanco que nos afronta.
Si la lectura es más civil es porque la escritura, que la precede, es una agonía: juego y lucha y danza extenuantes que sólo se detienen con la primera lectura piadosa de su perduración. La escritura se cumple con un armisticio con los demonios.
Si, por fin, la lectura es más intelectual que la escritura es porque ésta apenas es una desafiante tirada de dados, una apertura. Pero las infinitas, remotas e improbables lecturas ya suponen el desarrollo moroso de todo el juego que las ideas pueden efectuar. Por ello, es más intelectual, en sentido estricto, quien lee y discute, que el que apenas si se conforma con el gesto de atizar el fuego.
Cómo no confiar en la autoridad de don Borges al respecto.

El sentido de un monumento



Un monumento, como una obra de arte, responde a un fin, tiene sentido, y no es un capricho, pero la función a la que atiende no es evidente. No es gratuito, pero tampoco es un objeto de uso. Objeto o acción enigmática, plantea cuestiones acerca de su existencia. Se puede vivir sin él, incluso mejor, porque un monumento es molesto. Plantea preguntas que no siempre queremos tener presentes.
Pedro Azara, 2016

Un monumento constituye una operación compleja de memoria.
No se trata de la interposición simple de un signo que remita inmediatamente a lo recordable, sino de una compleja operación de discurso de rememoración. Los signos arquitectónicos del monumento constituyen mitos aplicados a la operación histórica completa de recordar algunos eventos según unas operaciones significativas particulares que perduran en la memoria de la arquitectura del lugar en un modo también particular. El espacio y el tiempo histórico cumplen un papel significante activo y los significados atribuidos de partida sufren complejos procesos de sometimiento a efectos de memoria y olvido, con lo que su significación sigue una larga y morosa deriva.
El sentido de un monumento debe encontrarse en la idiosincrásica operación de rememoración en el espacio/tiempo habitado.

Plumas ajenas: Yuval Noah Harari


La moneda de la evolución no es el hambre ni el dolor, sino copias de hélices de ADN. De la misma manera que el éxito económico de una compañía se mide solo por el número de dólares en su cuenta bancaria y no por la felicidad de sus empleados, el éxito evolutivo de una especie se mide por el número de copias de su ADN. Si no quedan más copias de ADN, la especie se extingue, de la misma manera que una compañía sin dinero está en bancarrota. Si una especie puede alardear de muchas copias de ADN, es un éxito, y la especie prospera. Desde esta perspectiva, 1.000 copias siempre son mejores que 100 copias. Esta es la esencia de la revolución agrícola: la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones.
Pero ¿por qué les habría de importar a los individuos este cálculo evolutivo? ¿Por qué habría cualquier persona sana de reducir su propio nivel de vida simplemente para multiplicar el número de copias del genoma de Homo sapiens? Nadie consintió este trato: la revolución agrícola era una trampa.
Harari, 2014

Una forma necesaria de historia


Reconocimiento a la labor y aportes de Arnold Hauser (1892 –1978)

Necesitamos acuciantemente una historia social de la habitación, construida como alternativa complementaria y dialéctica con las historias de la arquitectura al uso.
Por historia social de la habitación entendemos aquí una orientación historiográfica que preste especial atención a las circunstancias sociales, económicas y culturales que concurren efectivamente en la operación humana de tener efectivo lugar en un mundo marcado por una impronta de época propia y diferencial. ¿Cómo se habitaron las estancias domésticas en los Países Bajos en el siglo XVII? ¿Cómo evolucionaron nuestras actuales nociones acerca del confort? ¿De dónde proviene nuestro anhelo contemporáneo de privacidad individual? Cuestiones como éstas son cruciales para comprender los modos en que se ha construido nuestro presente.
Y también es crucial tal historiografía para reinterpretar la arquitectura en clave humanista.

Una cierta cualidad en el aire


Kazimir Malevich] (1879- 1935) Dos hermanas (1920)

Generalmente, ¿cuáles son para las imaginaciones materiales las cualidades más fuertemente sustanciales del aire? Son los olores. Para ciertas imaginaciones materiales, el aire es ante todo el apoyo de los olores. Un olor tiene, en el aire, un infinito.
Bachelard, 1953

La primera condición de un lugar habitable es constituir una atmósfera respirable. De esta manera, lo primero que percibimos de un lugar es su olor.
Mediante el olfato se dispone de una cierta línea de base perspectiva característica del olor propio, con lo que se consigue comparar de inmediato la presencia eventual del Otro, del Extraño. Existe un juego complejo de afiliaciones y rechazos sordos orientados por lo percibido en forma por demás discreta con la nariz. Hay fronteras invisibles y vagos, aunque revelados territorios trazadas por los tonos osmotópicos del lugar.
Así, los lugares efectivamente habitados se ven caracterizados, de un modo primitivo y entrañable por esa cierta cualidad del aire que se percibe como fragancia del lugar apropiado. La memoria guarda por largos plazos esas sensaciones y es una maravilla volver a ciertos lugares asistido por recuerdos así convocados.

La arquitectura edificada sobre la ciencia hermenéutica del habitar


Cornelis Corneliszoon van Haarlem (1562 – 1638) La primera familia (1589)

Cierta arquitectura debe edificarse hoy sobre una ciencia hermenéutica del habitar.
Una arquitectura que palpite con las energías de la vida, que se estremezca con el roce de la piel, que respire queda los hálitos de quienes la habiten. La novedad creativa no es otra que registrar el pulso de la humanidad aquí y ahora con vocación de crianza del futuro. La innovación técnica no es otra que poner las cosas al servicio de quien las opera, usa e implementa. La estética oportuna no es otra que proliferar allí donde los cuerpos encuentran confortable inmersión.
Se trata de una ciencia de naturaleza hermenéutica, ya que, por ahora, el lenguaje de los cuerpos vivos nos es relativamente hermético, cerrado su sentido sobre sí y es preciso desbrozar su equívoca transparencia insignificante para que nos alcance a guiar en la oscuridad apasionante donde nos movemos ahora, allí donde buscamos los fulgores de certezas.

Arquitectura soñada


Giorgione (1478- 15101) Venus dormida (1510)

La mejor de las arquitecturas es la que portamos al abrigo del sueño. ¿Hay un lugar más bien iluminado, donde mejor reverbere la música de la respiración, donde se aspiren las mejores fragancias y donde proliferen las más tersas texturas?
Cuando el cuerpo vuelve su estructura hacia adentro, descansando de su estancia efectiva en el lugar, para invaginarse sobre su aquí interior, entonces es posible soñar con monstruos y pesadillas tanto como con hermosas presencias en la Arcadia que rememoramos. Precisamente porque podemos padecer los sinsabores de la inquietud, también nos es factible solazarnos en la mejor de las arquitecturas, aquellas que visitamos en el sueño, al abrigo del cuerpo relajado. Allí deseamos con el ímpetu más desenvuelto las membranas más sutiles que contienen las cosas fundamentales para vivir.
Es una arquitectura lábil, evanescente y pletórica de vida. Quizá nos merecemos en la vigilia, al menos un tenue recuerdo de esta arquitectura soñada.

Plumas ajenas: Manuel Delgado


No se insistirá lo suficiente en que uno de los escenarios básicos en el proceso de socialización de las personas no se desarrolla en instituciones primarias, como puedan ser la familia, la escuela o las primeras experiencias laborales, sino en la calle, es decir ese espacio entre volúmenes, inicialmente concebido para circular, pero donde tienen lugar una maraña de encuentros efímeros, pero en muchos casos determinantes, y encuentran su sede todo tipo de asociaciones informales -pandillas, peñas, bandas...- en los que los niños y los jóvenes depositan no pocas veces mucha más confianza que en el propio círculo familiar y de los que obtienen informaciones a veces más estratégicas que las que reciben del ámbito educativo o de los medios de comunicación. Ese entrenamiento social está directamente relacionado con las funciones y competencias asociadas al papel prefigurativo de la juventud en la sociedad contemporánea, en el sentido que Margaret Mead apuntaba de heredera ya no del pasado, como en otras épocas o sociedades, sino del futuro.  
Manuel Delgado, 2018

Un legado


Alvar Aalto en 1935

Los problemas más difíciles no surgen de la búsqueda de una forma para la vida actual, sino más bien del intento de crear formas que estén basadas sobre verdaderos valores humanos.
Alvar Aalto

Con Alvar Aalto, la idea de función se especifica en una preocupación por la humanización del diseño y la arquitectura.
Cuando el racionalismo mecanicista se empeña en cultivar una morfología apropiada al Zeitgeist, el maestro opta por el compromiso ético con lo humano. Y en verdad, es de lamentar que Aalto no hubiese prodigado su labor teórica, tan sucinta que es fácil soslayarla en beneficio de la contemplación extasiada de su producción arquitectónica material.
Hoy nos queda el legado y el compromiso que pretenda, en cierta forma, rescatar una mirada y sobre todo, un horizonte.

Caracterizaciones posibles de la política de vivienda

Gonzalo Guevara y Rodolfo Schwedt, arqs. Cooperativa de viviendas ‘Puerto Fabini’

Una política de vivienda puede ser concebida como una específica política social, entendida como política pública que ataque las vulnerabilidades de la pobreza mediante la redistribución social del ingreso.
En principio, puede considerarse que es preferible que haya una política social específica en sustitución de un estado de cosas en que no haya política de ningún género al respecto. Sin embargo, es necesario admitir que son necesarios grandes volúmenes de recursos económicos que, en función a su escasez relativa, sólo alcanzan de modo siempre insuficiente a una población objetivo muy reducida. Concebida como pura redistribución social del ingreso, una política social de vivienda quizá nunca pueda ir muy lejos, salvo en el marco de una sociedad y economía prósperas y muy equitativas en la distribución de la riqueza. Aun así, lo cierto es que, por lo general, las políticas públicas de vivienda suelen asumir este perfil.
En una segunda alternativa, puede entenderse como tal una política pública compleja, una estructura plural y concurrente de políticas sociales orientadas al acceso universal a la vivienda, entendida ésta como el satisfactor de una demanda específica.
Como política pública más o menos compleja o integral, la superación de la aspiración de mera política social es un importante avance, sobre todo porque contempla la integralidad social comprendida por el acceso universal a la vivienda. Sin embargo, las limitaciones conceptuales propias de la idea de vivienda como satisfactor imponen constricciones indebidas a las auténticas demandas sociales. En este aspecto, las limitaciones e inconsecuencias prácticas de tales políticas comienzan a insinuarse en la conciencia social y afectan el desarrollo urbano mediante procesos anómalos de segregación sociourbana y conurbación laxa.
Hace falta una cierta dosis de audacia intelectual, ética y política para concebir una política pública compleja y de proyección estratégica que asuma el necesario y acuciante desarrollo adecuado, digno y decoroso del hábitat, en todas sus manifestaciones sociales y en todas sus escalas (locales, urbanas y territoriales). Esto implica tanto trascender el marco conceptual de la categoría ‘vivienda’ así como desbordar los cauces de la mera política social más o menos simple o compleja. Pero, si uno se detiene a pensarlo, es la única alternativa viable para dar cuenta de los profundos problemas sociales, económicos y políticos que aquejan a nuestras sociedades urbanas.

Lugares del olvido


Jakub Schikaneder (1855 – 1924) Día de Todos los Santos (1888)

Mientras vivimos, dejamos atrás la vida ya vivida. Pero, en el momento postrero, ésta nos alcanza.
Mientras vivimos, arrojamos hacia atrás todos los eventos ya experimentados a título, ya de memoria, ya de olvido. La vida ya vivida, todo esto que nos acecha la espalda clama quedamente en los sueños, peculiarmente en los que afectan rememorar ruinas. Aquellos lugares que antaño hemos frecuentado suelen presentarse algo ajados por imperio del olvido. Porque el recuerdo y el olvido van juntos, implicándose mutuamente.
La arquitectura ha consagrado parte no menor de sus esfuerzos a la tarea de guardar memoria. Para ello, las ciudades proliferan en monumentos, artefactos aptos tanto para recordar, así como para olvidar los más de los aspectos de que valiera la pena guardar aleccionadora memoria. En efecto, todo monumento recorta a su modo al evento o personaje recordado según una figura que irrumpe en el paisaje presente, a la vez que la habituación lo va volviendo, no ya invisible, sino casi insignificante.
Un monumento de lo que hace memoria es del gesto político —vuelto presente y recurrente— de recordar, más que del referente histórico del caso.

Plumas ajenas: Peter Zumthor


La arquitectura tiene su propio ámbito existencial. Dado que mantiene
una relación especialmente corporal con la vida, en mi opinión, al principio no es ni mensaje ni signo, sino una cobertura y un trasfondo de la vida que junto a ella transcurre, un receptáculo sensible para el ritmo de los pasos en el suelo, para la concentración del trabajo, para el sosiego del sueño.
Zumthor, 2004

Tener lugar en una morada


Ann Deman, Madre Tierra II (s/d)

Disponer de una morada es muy diferente de poseer una vivienda o una casa, es desplegarse morosamente en un sistema jerarquizado de lugares.
La idea de morada proviene de ‘morari’, esto es, tardanza, detención y también puede asociarse a ‘mores’ (costumbre). La idea de querencia no anda lejos: estriba en un hábito que es una inclinación a demorarse en un sitio que se vuelve un emplazamiento al que se vuelve una y otra vez. Si uno se aleja de su morada o querencia, lo aqueja la nostalgia, el dolor provocado por el alejamiento. Una vez que podemos ser entidades errantes, nos complacemos en ir y volver, alejarnos y recaer, errar y asentarnos. Allí donde persistimos en volver, recaer y asentarnos, allí constituimos la morada.
Pero también la constituimos en nuestros tránsitos: habitamos siempre una distancia relativa del núcleo de nuestra morada. Una suerte de impulso gravitacional nos afecta en cada sitio por el que transcurrimos. Esa variable sutil pero siempre clara nos indica en qué situación espacial y temporal ocupamos en cada caso, en cada peripecia, en cada circunstancia.
Disponer de una morada es algo muy diferente de disponer de un cobijo, de un abrigo o simplemente de un techo. Disponer de una morada es experimentar con toda la clarividencia existencial disponible dónde tenemos lugar: en un campo de fuerzas de la vida.

Vida en las escaleras


Leo von Klenze (1784–1864) Plaza del Duomo en Amalfi (1859)

¿Qué decir de cuántas cosas valuamos al afrontar el tránsito por una escalera?
La habitación en tránsito de una escalera es toda una historia y geografía: ¿cuántas novelas detallan el ascenso social de los protagonistas, cuando no realizan la crónica de su caída, peldaño a peldaño? ¿cuántas dramas y óperas se desarrollan mediante los deslizamientos ya furtivos, ya majestuosos, por las escaleras que van a dar ya a la gloria, ya al cadalso? ¿cuántos lugares aparecen marcados en su sentido propio por su situación respecto a una escalinata?
Los habitantes de este mundo debaten sus peripecias subiendo y bajando por escaleras y cada destino individual parece consistir en cómo uno afronta el tránsito por la escala que le toca.