El romanticismo, que promueve la
variedad, encaja bien con el consumismo. Su matrimonio ha dado origen al
infinito «mercado de experiencias» sobre el que se cimienta la moderna
industria del turismo. La industria del turismo no vende billetes de avión ni
habitaciones de hotel. Vende experiencias. París no es una ciudad, ni la India
un país: ambos son experiencias, cuyo consumo se supone que amplía nuestros
horizontes, satisface nuestro potencial humano y nos hace más felices. En
consecuencia, cuando la relación entre un millonario y su esposa empieza a ir
mal, él la lleva a realizar unas caras vacaciones en París. El viaje no es un
reflejo de algún deseo independiente, sino una ardiente creencia en los mitos
del consumismo romántico.
Un hombre rico en el antiguo
Egipto no hubiera pensado nunca en resolver una crisis matrimonial llevándose a
su mujer de vacaciones a Babilonia. En lugar de eso, podría haberle construido
la suntuosa tumba que ella siempre había deseado.
Como la élite del antiguo Egipto,
la mayoría de la gente en la mayoría de las culturas dedica su vida a construir
pirámides, solo que los nombres, formas y tamaños de estas pirámides cambian de
una cultura a otra. Por ejemplo, pueden tomar la forma de un chalet en una
urbanización con piscina y un césped siempre verde, o un flamante ático con
unas vistas envidiables. Para empezar, pocos cuestionan los mitos que nos hacen
desear la pirámide.
Harari,
2014