Arquitectura soñada


Giorgione (1478- 15101) Venus dormida (1510)

La mejor de las arquitecturas es la que portamos al abrigo del sueño. ¿Hay un lugar más bien iluminado, donde mejor reverbere la música de la respiración, donde se aspiren las mejores fragancias y donde proliferen las más tersas texturas?
Cuando el cuerpo vuelve su estructura hacia adentro, descansando de su estancia efectiva en el lugar, para invaginarse sobre su aquí interior, entonces es posible soñar con monstruos y pesadillas tanto como con hermosas presencias en la Arcadia que rememoramos. Precisamente porque podemos padecer los sinsabores de la inquietud, también nos es factible solazarnos en la mejor de las arquitecturas, aquellas que visitamos en el sueño, al abrigo del cuerpo relajado. Allí deseamos con el ímpetu más desenvuelto las membranas más sutiles que contienen las cosas fundamentales para vivir.
Es una arquitectura lábil, evanescente y pletórica de vida. Quizá nos merecemos en la vigilia, al menos un tenue recuerdo de esta arquitectura soñada.

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