Ambientes, atmósferas

Habitamos un elemento límpido, diáfano, sutil. Este elemento franquea el paso a todo lo que es y tiene la cualidad de lo respirable. Habitamos el aire, un ambiente, cierta atmósfera. Disfrutamos con la plenitud de la inspiración, con las brisas, con la frescura.
La ciudad y la vida contemporánea, sin embargo, nos retacean la calidad del recurso. Quizá por ello es que cada vez más apreciamos la alegría esencial de la respiración franca y apacible. El aire de calidad, poco a poco, se nos está volviendo un recurso escaso.
La ciudad y la vida contemporánea también degradan la calidad del ambiente. Quizá por eso cada vez más buscamos viajar a algún sitio distante donde sea posible un habitar sencillamente sano. La calidad del ambiente, poco a poco, se nos está volviendo un recurso escaso.
La ciudad y la vida contemporánea, pueblan nuestras atmósferas tanto contaminantes físicos como inquietudes e inseguridades en el ánimo. Con el desarrollo de la actividad turística y las facilidades para los desplazamientos planetarios, cada vez buscamos de un modo u otro sustituir nuestras atmósferas habituales por otras más distendidas y gozosas. También la calidad física y psicológica de nuestras atmósferas habitadas se nos está volviendo un recurso escaso.

¿Por qué es que la ciudad y la vida contemporánea se ensañan con nosotros, sus habitantes? ¿Por qué el aire, el ambiente, las atmósferas escasean y están, siempre, allá lejos?

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