Tres críticas al funcionalismo del siglo XX (III)

Herman Braus (1868-1924)

El funcionalismo ha enarbolado la famosa consigna que reza: La forma sigue a la función.
Esta sentencia fue presentada por Louis Sullivan como propia, pero en realidad era deudora de sus lecturas de  ciertos textos del escultor Horatio Greenough. En verdad, la fórmula fue propuesta originalmente por el anatomista alemán Herman Braus.
Para el autor original de la sentencia, el sentido era superar las limitaciones de la tradicional anatomía descriptiva para complementar este estudio con el de la fisiología. Cuestión bastante razonable, en principio.
Mientras tanto, para el escultor Greenough, ya se trataba de una suerte de metáfora que ligaba el resultado formal del obrar con respecto a la intención expresiva. Para Louis Sullivan, la idea evocaba una necesaria y genuina expresión del propósito de un edificio en la síntesis de su forma. Esto, desde el punto de vista conceptual riguroso, peca de una generalidad y vaguedad alarmantes, aunque resultó eficaz y seductora en su momento.
El desarrollo del funcionalismo hizo un uso y abuso retórico de la fórmula hasta rarificar su sentido: hoy, que la forma siga a la función no quiere decir, estrictamente, casi nada.

La Teoría del Habitar persigue conceptos material y formalmente consistentes, que iluminen una congruente teoría analítica de la función. E intenta no apropiarse retóricamente de consignas ajenas y vacías.

Contra la ciudad adjetivada (VII) Ciudad amigable


En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161
Si consultamos con el Sr. Google sobre qué cosa puede ser una ciudad amigable, podemos encontrar este resultado:

¿Qué es una ciudad o comunidad amigable con las personas mayores?
En una comunidad amigable con el envejecimiento, las políticas, los servicios y las estructuras relacionadas con el entorno físico y social de la ciudad se diseñan y reorganizan para apoyar y permitir a las personas mayores vivir dignamente, disfrutar de una buena salud y continuar participando en la sociedad de manera plena y activa.
En definitiva, una ciudad amigable con las personas de mayor edad:
Reconoce la diversidad de las personas mayores
Promueve una cultura de inclusión compartida por personas de todas las edades
Respeta sus decisiones y opciones de forma de vida
Anticipa y responde manera flexible a sus necesidades y preferencias relacionadas con el envejecimiento activo.2

El pequeño pero revelador detalle es que aparece el carácter de amigable con respecto a una categoría determinada de sujetos. Por este camino, que promete no terminar nunca, habría que buscar la amigabilidad con los niños, las mujeres, los zurdos, los aquejados de migraña, los carteros... Por otra parte, si quisiéramos cortar por lo sano con esta deriva y preconizáramos la amigabilidad con todos los ciudadanos... advertiríamos con estupor que una ciudad amigable con todos es una especie de engañosa fórmula vacía.

1 Artículo completo en

2 Véase

Plumas ajenas: Italo Calvino

Inútilmente, magnánimo Kublai, intentaré describirte la Ciudad de Zaira de los altos bastiones. Podría decirte de cuantos peldaños son sus calles en escalera, de qué tipo los arcos de sus soportales, qué chapas de Zinc cubren los techos; pero sé ya que sería como no decirte nada. No está hecha de esto la ciudad, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado: la distancia al suelo de un farol y los pies colgantes de un usurpador ahorcado; el hilo tendido desde el farol hasta la barandilla de enfrente y las guirnaldas que empavesan el recorrido del cortejo nupcial de la reina; la altura de aquella barandilla y el salto del adúltero que se descuelga de ella al alba; la inclinación de una canaleta y el gato que la recorre majestuosamente para colarse por la misma ventana; la línea de tiro de la cañonera que aparece de improviso desde detrás del cabo y la bomba que destruye la canaleta; los rasgones de las redes de pescar y los tres viejos que sentados en el muelle para remendar las redes se cuentan por centésima vez la historia de la cañonera del usurpador, de quien se dice que era un hijo adulterino de la reina, abandonado en pañales allí en el muelle.
En esta ola de recuerdos que refluye la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descripción de Zaira como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos.


Italo Calvino, Las ciudades invisibles

Viejas cuestiones (XXII): Arquitectura y tectónica

Pearson Scott Foresman Arcada

Para muchos, la arquitectura debe subsumirse en el arte de construir.
Esto significa hacer equivaler la arquitectura a la tectónica.
¿Es esta una operación apropiada? ¿Por qué?

  • Subsumir la arquitectura en la tectónica es cosificar indebidamente la arquitectura como producción humana, porque la arquitectura existe propiamente en la relación que entablan las personas con las cosas construidas para ser habitadas.
  • Subsumir la arquitectura en la tectónica priva al habitante de su rol protagónico en la esencia vincular que éste tiene con su arquitectura.
  • Subsumir la arquitectura en la tectónica priva al producto arquitectónico de su propio e intransferible valor propio de implicación con la vida de las personas.


Por al menos estas tres razones, la subsunción de la arquitectura en la tectónica no es una operación apropiada.

Reescrituras (XX): Las cosas en su sitio

Caravaggio (1571- 1610) San Jerónimo escribiendo (1606)

Cada una de las cosas en su lugar, según el orden impuesto por Jerónimo, absorto en su tarea.

* * *

El gesto casi nimio de ir colocando las cosas en el sitio que parece ser el más pertinente tiene mucho de arquitectónico, tanto como la delimitación material del lugar.
Es el cuerpo el que dispone las cosas en su derredor: cada objeto se sitúa a la mano, dispuesto dócil a la manipulación distraída y segura en su habituación. Es el cuerpo y sus acciones el que impone orden y concierto a las cosas de vivir. Es el cuerpo el arquitecto aplicado a las regiones laxas de la construcción cotidiana del lugar.

Mediante la presencia estructurante del cuerpo, el orden de las cosas termina por adquirir su hondo significado.

Tres críticas al funcionalismo del siglo XX (II)

Władysław Bakałowicz (1833- 1904) Elegante dama con vestido blanco (1904)

La segunda crítica de la Teoría del Habitar al funcionalismo arquitectónico moderno proviene de cómo se concibe a los sujetos. Para el funcionalismo, las personas son reducidas a su condición de usuarios, mientras que para la Teoría del Habitar las personas deben considerarse, en toda la extensión del término, habitantes.
Esto tiene hondas significaciones. Un usuario se limita a hacer uso de los útiles: opera mecánicamente optimizando el esfuerzo y éste es todo su papel. Pero las personas usan las cosas no sólo en los términos fijados por el arquitecto, sino que viven habitando, lo que conlleva implementaciones que desbordan el puro uso. Al abrir una puerta, las personas no sólo realizan una operación mecánica con el picaporte, sino que irrumpen en un lugar, modificando las condiciones habitables del ámbito al que acceden. Modulan su conducta con muy precisos matices de etiqueta y atribución de significado que desbordan la pura operación usuaria de los mecanismos. Los habitantes existen situados y a la vez operan, usan e implementan superiormente la finalidad habitable de los lugares.

La distinción entre usuarios y habitantes constituye una crítica humanista al funcionalismo moderno.

Contra la ciudad adjetivada (VI) Ciudad democrática

En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

En este caso, la adjetivación es traicionera. Tiene la virtud de poner lo político en primerísimo plano. Hay razones para ello: los problemas de la polis, son, primero y fundamentalmente, políticos. Y la solución genérica para todos los problemas es, de momento, la democracia en proceso continuo de perfeccionamiento.
No obstante, es fácil sospechar que la adjetivación siga teniendo una tara de tipo sistémico al encubrir apenas una idea preconcebida y a priori de ciertos discretos elementos democratizadores.
Pero el compromiso con la democracia ciudadana no concluye en un determinado statu quo, sino que constituye un proceso histórico siempre orientado al avance.

1 Artículo completo en
http://elpais.com/elpais/2016/11/10/seres_urbanos/1478767051_442355.html

Plumas ajenas: Manuel Delgado

 El plan urbanístico y el proyecto arquitectónico sueñan una ciudad imposible, una ciudad perpetuamente ejemplar, un anagrama morfogenético que evoluciona sin traumas. El arquitecto y el urbanista saben que la informalidad de las prácticas sociales es, por principio, implanificable y improyectable; son su pesadilla. Los planificadores y proyectadores piensan que son ellos los que hacen la ciudad, y hablan de ella como "forma urbana", haciendo creer que el urbano tiene forma. Engañan y se engañan, puesto que es la ciudad la que puede tener forma, en cambio, lo urbano no tiene forma, sino que es una pura formalización ininterrumpida, no finalista y, por tanto, nunca finalizada. Contra las agitaciones a menudo microscópicas, contra las densidades y los espesores, contra los eventos y los usos, contra las dislocaciones generalizadas, contra los espasmos constantes, el ingeniero de ciudades levanta sus estrategias de domesticación, al fin y al cabo ingenuamente demiúrgicas: el proyecto y el plano. No nos equivocaríamos si apreciásemos el espíritu utópico como directamente asociado al autoritario de toda urbanística, puesto que le cuesta tolerar la presencia de la mínima imperfección que desmienta la totalidad verdadera a que aspira.

Delgado, 2020

Poesía y prosa de lo cotidiano

Sevilla

El hombre se comporta como si él fuera el formador y el patrón del lenguaje, siendo así que es éste quien sigue siendo el señor del hombre.
Martin Heidegger

La ciudad nos escribe la vida y no somos capaces de descifrar sus sentidos ocultos.
Afectamos creer que con nuestro deambular fuéramos formadores y patrones de la escritura de nuestra existencia allí en la ciudad, pero en verdad, tal como reconoce Heidegger, es la ciudad la que enseñorea nuestro habitar. Las palabras del filósofo siguen resonando desde que las leí por primera vez. Y sin embargo, tengo que reconocer que sigo sin comprender cabalmente el texto que la ciudad compone. Apenas si atisbo vagos ecos, ya de una enigmática poesía, ya de una cruel y atormentadora prosa.

Pero sobrevivo con la fe en que, algún día...

Viejas cuestiones (XXI): La física del lugar

Peter Sloterdijk

Se puede comprobar que los lugares son anisótropos, heterogéneos, discontinuos, articulados.
El espacio euclidiano-newtoniano, por el contrario, es isótropo, homogéneo y continuo.
¿Este espacio euclidiano-newtoniano es apropiado para concebir, proyectar y desarrollar la arquitectura? ¿Con qué concepción del espacio deberemos manejarnos en el futuro?

Todo hace sospechar que el tratamiento metódico del lugar exigirá en el futuro una conceptualización de éste como un campo, esto es, una estructura espacio-temporal condicionada por unas concretas dimensiones existenciales de cuya naturaleza el filósofo alemán Peter Sloterdijk ha dado esclarecedora noticia.

Todavía no hacemos más que movernos a tientas, sumidos en una niebla de complejidad, pero deberemos estar a la altura del desafío de disiparla.

Reescrituras (XIX): Aquellas calles


Antal Berkes (1874- 1938) La Plaza Vieja (1938)

Puede que se sienta, por efecto de la nostalgia, equívocamente idílico, pero al menos parece el lugar habitado por una comunidad articulada con modos razonables de civilización. Nuestras ciudades no tienen ni este semblante.

* * *

Hay ciertas visiones de las ciudades de antaño que recuperan una ciudad (y una sociedad) que se nos ha escapado. No se trata ya de míticas Arcadias, sino de lugares civilizados. Quizá se trate de modos de vida del que sólo nuestros abuelos podrían haber experimentado. Ya sólo nos quedan los ecos, las sombras y las supervivencias patrimoniales que aún pueblan nuestras atribuladas ciudades.
Algunos sueñan con su rescate; otros anhelamos que la vida en nuestro inmediato futuro no sea tan mezquina, amenazante y triste.


Tres críticas al funcionalismo del siglo XX (I)

Grabado sobre Arquímedes publicado en  Mechanics Magazine, Londres (1824).

Desde la perspectiva de la Teoría del Habitar, se pueden señalar, al menos, tres críticas al funcionalismo tal como este fue desarrollado en los albores del siglo XX.
La primera crítica es la reducción mecanicista del concepto de función. Para el funcionalismo moderno, toda función se reduce a una operación puramente mecánica, tal como la operación de una palanca. Esto constituye un riesgoso caso de verdad parcial: toda operación es una función, pero no toda función es una operación. El concepto de función es, de suyo, mucho más rico cuando se trata de funciones propiamente humanas. Las funciones operativas son apenas un subconjunto al que hay que agregar los usos y finalidades. Estos últimos no son materia mecánica, pero sí deben constituir materia de examen en toda disciplina que trate de las implementaciones de las cosas del mundo por parte de las personas.

Y la arquitectura trata de unas especiales implementaciones de las cosas del mundo con el fin de habitarlo.

Contra la ciudad adjetivada (V) Ciudad humana


En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

En este caso, el recurso de la adjetivación alcanza cotas de desvarío.
Se parte de un discreto sofisma: si reivindico una forma de ciudad humana, estoy implicando tácitamente que las ciudades existentes no lo son o no lo son en la medida adecuada y oportuna.
Pero lo que sucede efectivamente es que las ciudades existentes son humanas. El problema es que no satisfacen cabalmente las demandas de todos sus habitantes y no ofrecen adecuadas condiciones de vida a todos por igual y en la medida de sus derechos.
Proponer una ciudad humana es proponer un falso contraste entre una ciudad inadecuada, injusta y discriminadora y una que, ¡oh casualidad! desarrolla ciertos y precisos rasgos de consideración a título de humanizaciones.
El verdadero problema es afrontar, con sus claroscuros sociales, culturales, históricos y políticos, la efectiva humanidad asentada en las ciudades.
  
1 Artículo completo en
http://elpais.com/elpais/2016/11/10/seres_urbanos/1478767051_442355.html

Germinación

Eugenio Zampighi (1859- 1944) Una familia feliz (s/f)

Puede pensarse que la casa se origina en el primer pozo en la tierra allí donde se hunde el primero e inaugural de sus cimientos.
Puede pensarse que la casa se origina en el primer gesto que la mano traza sobre la superficie de representación, esto es, en la primera delineación tentativa de una intención que busca la forma.
Pero puede pensarse que una casa efectivamente vivida se origina en los territorios vagarosos del sueño, allí donde reside, como una semilla, el puro deseo nuclear de habitar residiendo: disponer de un aquí al que volver una y otra vez.
En el primer modo, la casa es una construcción material, en el segundo, es un designio, mientras que en la tercera modalidad, la casa es, ni más ni menos, una casa vivida.

Hay arquitectos, ciertamente para las construcciones materiales y también para los designios; ahora se buscan arquitectos para los lugares vivideros.

Viejas cuestiones (XX): El diseño arquitectónico

Ludwig Mies van der Rohe (1886 – 1969) Casa Farnsworth (1949)

Suele tenerse al diseño como la disciplina aplicada a la síntesis de la forma. Este aspecto es muy especialmente valorado por los arquitectos. ¿Es el aspecto único y excluyente de la labor profesional?

No hay que creer que el diseño es la única disciplina arquitectónica aplicada a la síntesis de la forma.
Esta creencia proviene de una idealización del papel del dibujo y la geometría en las labores cotidianas de los arquitectos. El dominio eficaz de estas mañas es ineludible para el efecto vistoso de la forma, pero de ninguna manera puede decirse que la arquitectura empiece y termine en su atractiva y seductora vistosidad, sino en su relación íntima y continua con la vida cotidiana allí situada.

La síntesis de la forma obedece a gestos mucho más ricos y complejos que el que proviene de las líneas maestras del diseño de la cosa construida.

Reescrituras (XXVIII): Una forma humana para la función

Alvar Aalto (1898- 1976) Detalle de puerta en Villa Mairea (1936)

La forma del picaporte es una con el gesto de la mano humana que la opera. Con el picaporte, las cosas no hacen más que comenzar.


* * *

En efecto, con la operación se pone de manifiesto la relación entre el operador y su mecanismo. Pero no puede detenerse la observación en este aspecto: es preciso considerar los rituales del uso y las vivencias hondas de la finalidad. Es preciso, siempre y en todo caso, considerar la forma y contenido humano de la función en arquitectura.

La Teoría del Habitar tiene una deuda con el funcionalismo, pero se proyecta crítica y propositivamente más allá: hasta donde alcance el designio humano en los lugares, ni más ni menos.

Hacia una estética propia de la piel y el tacto (IV)

Constantin Brâncuși (1876 – 1957) Mesa del silencio (1938)


Todo está por hacer en una estética de la piel y el tacto. Es asunto de sentarse y debatir desde la población del lugar con el cuerpo.

Contra la ciudad adjetivada (IV) Ciudad resiliente


En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

La resiliencia es un concepto que, aplicado a las ciudades, consiste en que éstas tengan la capacidad para prepararse, resistir y recuperarse frente a una crisis.2

El presunto “concepto” de ciudad resiliente —puede sospecharse con peculiar intensidad— resulta de una sobresimplificación de una idea mucho más compleja que considera a las ciudades como sistemas autorregulables abiertos.
Tal como pasa con las diversas adjetivaciones que hemos examinado ya aquí, tras la sobresimplificación aparece, con un gesto mágico, el recetario taxativo de “soluciones”. Puede estimarse que la propia provisión de presuntas soluciones precede a la adjetivación misma, la que pasa a presentarse como soporte argumental.
Por el contrario, la plena asunción de la idea de sistema autorregulable abierto, aplicado a las ciudades, resulta de un esfuerzo por reconocer, descubrir y promover, en el seno de la participación social y política de los ciudadanos, un conjunto existente de recursos sistémicos en la ciudad.
Estos recursos sistémicos son los que hay que descubrir y estimular para la supervivencia efectiva de las ciudades.

1 Artículo completo en

2 Véase:

Construcciones, reconstrucciones, deconstrucciones, destrucciones

Étienne-Louis Boullée (1728 - 1799) Fanal o Torre de Babel (s/f)

Como me hice, no volvería a hacerme. Tal vez volvería a hacerme como me deshago.
Antonio Porchia

¿Y si toda la actividad arquitectónica no dejara de ser, en el fondo, un epifenómeno1 de la vida misma, en su continua búsqueda de forma adecuada?


1Del gr. πιφαινμενον epiphainómenon 'lo que aparece a continuación'.

Viejas cuestiones (XIX): Arquitectura y escritura

Ilya Repin (1844- 1930) León Tolstoi (1887)

¿La equiparación de la arquitectura y la escritura es una sofisticada figuración de humanistas o una congruencia estructural que hay que estudiar muy a fondo?

Que la arquitectura sea una forma de expresión de una cultura, una región o un momento histórico social es una idea generalmente recibida en su vaguedad conceptual.
Equiparar la arquitectura  con la escritura, con la inscripción duradera y comunicable de textos constituye un paso en profundidad y compromiso. Sin embargo, hasta el momento sólo han aparecido fugaces entrevisiones que no han constituido avances en una dirección concluyente.

Sin embargo, hay cierta sospecha de una profunda congruencia estructural que quizá fuese conveniente develar.

Reescrituras (XXVII): El juego es cosa seria

Albert Chevalier Tayler (1862- 1925) Kent vs. Lancashire (1906)

Una de las cosas que hay que agradecer a los ingleses es la seriedad y empeño que reservan para los juegos.

* * *

Disponer personas y lugares para jugar puede ser un gesto arquitectónico anterior aún al más elemental esfuerzo constructivo.
La situación de juego supone una región, más o menos claramente definida allí en donde ciertos actores participan de él, distinguido del fuera de juego. El imponer una Regla sobre un lugar poblado es un gesto nomotópico fundamental. Más allá de cualquier acondicionamiento ulterior, todo ámbito tiene unas normas precisas que condicionan el comportamiento de las personas que lo pueblan.

El imperio de la Regla es un gesto arquitectónico previo y necesario a cualquier empresa constructiva.

Hacia una estética propia de la piel y el tacto (III)

Constantin Brâncuși (1876 – 1957) Puerta del beso (1938)

Una estética de la piel y el tacto trata de unas sensaciones que pudiesen considerarse las más primitivas del ser humano.
En efecto, hay en el tacto una condición de genuino, auténtico e inmediato. Esta quizá sea la condición primitiva u originaria de toda sensación: ir hacia los objetos mediante un irrefrenable impulso de reconocimiento. Estas cuestiones las he pretendido ilustrar con las realizaciones de Constantin Brâncuși, ya que cada una de ellas impulsa, de modo decidido y magistral, a tocarlas, más que simplemente contemplarlas. Y conste que no he podido, hasta el momento, tocar ninguna de ellas. Pero hay algo, difícil de definir, que vuelve patente el efecto.

Puede que cosas de esta naturaleza sólo podamos verificarlas al atravesar la puerta que nos propone el escultor. Quien haya podido, que nos narre su experiencia.

Contra la ciudad adjetivada (III) Ciudad inteligente


En los documentos oficiales de HABITAT existen infinitos “conceptos” de: ciudad sustentable, ciudad segura, ciudad inteligente, ciudad resiliente, ciudad humana, ciudad democrática, ciudad amigable, ciudad competitiva, ciudad autónoma, ciudad innovadora, ciudad creativa, ciudad del conocimiento, ciudad de la palabra, ciudad dormitorio, ciudad universitaria, ciudad de las artes, ciudad emergente, ciudad equitativa, ciudad inclusiva, ciudad histórica, ciudad de oportunidades, ciudad sostenible, ciudad compacta, ciudad sustentable, ciudad patrimonial, ciudad de todos, ciudad dispersa, ciudad educadora, ciudad vieja, ciudad verde, ciudad a escala humana...
Fernando Carrión, 20161

El presunto concepto de ciudad inteligente deriva de la expresión anglosajona smart city, por la que se entienden cuestiones bastantes imprecisas aún.
Por lo general, una smart city es una ciudad en donde ciertos problemas específicos (servicio eléctrico, alumbrado, tránsito, seguridad u otros) son controlados y gestionados mediante diversos sistemas de manejo tecnológico de la información. Smart designa un astuto ingenio que controla y optimiza recursos. Tras la consigna de la smart city se esconden, indisimuladamente, las posturas tecnocráticas de siempre, que reducen la realidad social a un enrevesado problema de ingeniería y todo valor a la pura eficiencia.
Pero las ciudades son mucho más que la estructuración inteligente o torpe de ingenios, sino algo mucho más complejo: son estructuras humanas de asentamiento y población.
Hay que cuidarse de los falsos ídolos y cultivar una consecuente y fundamental fe en el hombre y no temer el desafío de la complejidad social, política y económica que supone la ciudad hoy.

1 Artículo completo en