Martina
Bacigalupo (1978)
Cada
vez que alguna ocurrencia, al hacernos gracia, no impulsa a reparar en aquello
que hubiésemos debido pensar, incurrimos en este gesto.
Cada
vez que alguna noticia nos horroriza en su revelación ominosa, incurrimos en
este gesto.
Cada
vez que encontramos, de modo sorpresivo, la solución para un difícil problema,
incurrimos en este gesto.
¿Y qué
indica este ademán? Indica que debemos replegarnos, en el instante decisivo, hacia adentro, hacia el cuenco de la
mano que abriga la revelación de lo nuevo.
Es
entonces que nos recluimos en un mundo pequeño, dominado por una única y
brillante revelación.
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