La estructura profunda de la casa (II)


Bert Teunissen (1959)

Una casa es un punto singular en la marcha de cada viandante.
A una casa puede considerársela una instancia sistemática de vuelta, de retorno de los pasos, de foco habitable de una profundidad perspectiva de la propia vida. Es desde la casa que se recupera las energías para retomar la marcha y es desde sus ventanas que adviene lo que vendrá. Pero, por mucho que nos alejemos, casi nunca perdemos la entrevisión fundamental de la senda del regreso a ella. La casa, así es un hito que hilvana sucesivos y crónicos circuitos de ida y vuelta.
La casa, por otra parte, es el escenario por excelencia de la estancia estratégica, el lugar en donde se aguarda, se guarda y se acecha y se cosecha. De todos los lugares en donde sentar plaza, la casa tiene un lugar jerárquico fundamental. Según se esté en casa, así se estará, eventual y circunstanciadamente, en el trabajo, en el estudio o en el entretenimiento.
Pero, con mucho, la casa tiene su instancia decisiva como umbral. En la puerta de la casa se unen y separan los conflictivos territorios públicos y los privados. En la puerta de la casa se asocian y oponen los lados interiores y exteriores de la existencia. En la puerta de la casa se dejan salir tanto como se confinan los ámbitos social y doméstico. La casa es ese contradictorio y ambivalente umbral que atraviesa la profundidad perspectiva del habitar.


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