Erguidos sobre la superficie de la tierra, libradas las manos del compromiso locomotor (y liberadas para asir y considerar, para manipular y transformar), dotados de una capacidad craneana singular, cultivados morosamente, los seres humanos pueblan la tierra. Sobre ella proyectan, desde su fragilidad biológica, una fortaleza social y cultural: desarrollan mañas de recolección, caza y cultivo, disponen de tácticas y estrategias de supervivencia, se alían y compiten, se confabulan y transforman, erran y se aquerencian, según las circunstancias.
Construyen a su modo un mundo de cosas a la mano, al alcance de las tentativas, un orden contingente que conmueve el orden necesario de la naturaleza. Y encima tienen al Cielo, donde mora el Deseo, el Curso del Tiempo, el Destino