Plumas ajenas: Tim Ingold

Diseñar es darle forma al futuro del mundo en que vivimos. Sin embargo, por muchos motivos, esto parece una empresa desesperanzadora fundada en los fracasos de nuestros predecesores. Si ellos hubieran triunfado en darle forma a nuestro futuro, entonces no tendríamos más que seguir la línea de sus disposiciones. De la misma manera, sin nosotros tuviéramos éxito en darle forma al futuro de nuestros sucesores, ellos se volverían meros usuarios, limitados a la implementación de designios ya hechos para ellos. Los diseños, parece ser, deben fracasar, si cada generación habrá de contar con la oportunidad de mirar hacia el futuro y llamarlo como el suyo propio. De hecho, la historia del diseño puede ser entendida como el registro acumulativo de intentos humanos concertados para poner fin a esta oportunidad: una interminable serie de respuestas finales, que visto en retrospectiva, ninguna se convirtió en la última, después de todo. O para adaptar una máxima del estudioso de la arquitectura Stewart Brand: todos los diseños son predicciones: todas las predicciones están equivocadas.
(Ingold, 2012)

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