Plumas ajenas: Roberto Masiero

Ya que la estética se pregunta por los sentidos y las sensaciones, debemos establecer de qué modo éstos se encuentran relacionados con la arquitectura. Por cuanto se refiere a los sentidos, la relación es obvia; siendo la arquitectura uno de los modos en los que hacemos artificial el mundo, y siendo el mundo el lugar donde actúan nuestros sentidos, resulta inevitable una estrecha vinculación entre los sentidos y el producto arquitectónico. Podría tan sólo precisarse que, entre aquellos, la vista ocupa un lugar privilegiado. Más complejo resulta el análisis de la relación entre las sensaciones, entendidas como estados de conciencia producidos por un estímulo interno o externo al sujeto, y la arquitectura. La gama es, sin duda, amplia y de difícil definición. Por ejemplo, la arquitectura puede producir sensaciones de bienestar o malestar, de fascinación, de estupor, de admiración, de curiosidad y otras muchas más; llegando incluso a esas formas particulares de “sentir” que pueden provocar sensaciones de identidad o pertenencia, tradicionalmente impregnadas de tintes políticos.

(Masiero, 1999)

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