El imperativo categórico de la
ontología agraria: ¡interésate por la cosecha! sólo puede seguirse mientras
exista una tensión razonable entre previsión y cumplimiento.
Según eso, la casa de los primeros
campesinos sería un reloj habitado. Es el lugar de nacimiento de dos tipos de
temporalidad: del tiempo que va al encuentro de los acontecimientos, y del
tiempo que, como si anduviera en círculo, sirve al eterno retorno de lo mismo.
Las casas se diferencian de las cabañas, con las que durante mucho tiempo
siguen estrechamente emparentadas, y a menudo tan semejantes que se las
confunde, por su pertenencia al primer proyecto: la conexión de siembra y
cosecha. Es verdad que la casa contiene la cabaña primitiva y la supera en
tanto que adopta sus funciones: cobijo del sueño, protección del tiempo e
insectos, disposición de una esfera de retirada para lo sexual y de una esfera
de confort para situaciones de digestión pesada. Al contrario, la cabaña no
puede contener una casa porque no tiene proyecto alguno de cosecha y se agota
en proporcionar abrigo día a día.
(Sloterdijk, 2004: 391)