Emociones y sensaciones en la cocina (II)

Ramón Bayeu (1746- 1793) La cocina (1780)

Cuando la especie humana se extendió por todo el planeta, tuvimos que competir con otros animales que optaban por el alimento fácil. Allí donde nosotros no podíamos competir, tuvimos que optar por el alimento difícil. Optamos por cosas como esas pequeñas y duras semillas de hierba que llamamos cereales, que son indigestas si se comen crudas y hasta pueden ser venenosas, y que tenemos que triturar y convertir en cosas como el pan y la masa. Y nos dedicamos a los tubérculos gigantes venenosos, como el ñame y el taro, que también tenían que ser ablandados, molidos y cocinados antes de que pudiéramos comérnoslos. Fue así como obtuvimos una ventaja competitiva: otros animales que no tenían un cerebro como el nuestro carecían de la visión de futuro necesaria para hacer eso.
Martin Jones

Desde la lejana noche de los tiempos, hay una honda emoción de sorpresa: nada en la cocina se consume tal como se nos brinda en la naturaleza.
La cocina es una alquimia en un sentido literal profundo: trasmuta sustancias. Y es de humanos adoptar una visión trasmutadora a efectos de superar la pura supervivencia biológica en pos de una magia del continuo y perpetuo refinamiento.

Hoy nos holgamos en la laxa habituación que se olvida que hemos adoptado, en muchos aspectos, un modo largo y rebuscado de conseguirnos la vida.

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