Charlotte
Perriand (1903- 1999)
La
arquitectura se prodiga en maravillas.
Dentro
de las variadas modalidades de juicio de valor arquitectónico vale la pena
detenerse en el caso del juicio de confort. Es cierto que la literatura crítica
no abunda en tales juicios, pero es innegable que la satisfacción subjetiva del
habitante debe ser tenida en cuenta.
No basta con el erudito encomio de la buena forma, ni tampoco con el juicio
experto sobre la excelencia tectónica. Se debe recabar el sentimiento sincero y
auténtico del habitante sereno de espíritu, sensible a los roces del cuerpo y
atento al fondo de su más genuino deseo de equilibrio dinámico con el ambiente
habitado.
Quizá
el juicio de confort sea, en definitiva, uno de los principales juicios de
valor específicos de un habitar sensato.
Porque,
en definitiva, los mejores esfuerzos y logros del talento humano del diseño y
la construcción se deben a la humana condición de habitar. ¿O es que jugamos a
un juego con otras reglas?