El cuerpo, la estructura del lugar y las poéticas arquitectónicas primordiales (II)


El cuerpo opera según unos movimientos fundamentales que originan profundas vivencias y hábitos y descubren en el lugar las dimensiones espaciotemoporales clásicas.
En primer lugar, la marcha da lugar a la vivencia y el hábito de la profundidad perspectiva que inspira tanto una primordial dimensión espacial estrechamente vinculada al tiempo, así como informa a la propia conciencia sobre el modo de pensar discurriendo.
Por su parte, el erguirse de la bipedestación origina la dimensión —tanto física como moral— de la vertical. Desde entonces, la medida de magnificencia, soberbia y del propio poder real y simbólico se distribuirá sobre esta dimensión que confronta paralela a nuestra postura fundamental.
En fin, el aparentemente simple gesto de abrir los brazos opera en la dimensión vívida de la amplitud y desde allí, desde tal gesto, se origina la magnitud efectiva tanto como simbólica de todo aquello que tenemos entre manos, bajo el imperio de nuestro poder relativo.

De ello se infieren, según sucesivas y rigurosas abstracciones, las estructuras euclidianas del espacio por un lado y la dimensión del tiempo, por otro. Pero es el cuerpo el dispositivo estructural y estructurante que no deja de proyectar sus designios sobre el lugar actuando de modo siempre concreto y llenando de vida los lugares.

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