Arquitecturas del cuerpo: erótica de los lugares


Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780 1867) La gran Odalisca (1814)

¿Por qué contentarse con un erotismo confinado por el estremecimiento de la piel?
Es que el cuerpo irradia, entre otras cosas, un afecto hondo: alegría grave de vivir, sentimientos que conmueven la respiración, rubores que iluminan la hondura de las alcobas. Es por ello que a la belleza de la desnudez rampante y confortable le corresponden las texturas de los cortinados y cobertores, la carne descansa en lo mullido, el aroma fundamental se difunde sobre toda la estancia, embriagándola.
Hay una arquitectura amorosa urdida en la intimidad que reserva la siempre velada manifestación de su misterio sólo a quienes son invitados a ésta.


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