Operar con el espacio u operar con los lugares


Henri Cartier-Bresson

Muchos arquitectos operan —tanto cuando proyectan, así como cuando construyen— en un espacio euclidiano homogéneo, vacante y amorfo. Se aplican a conferirle forma a través de la coexistencia coherente de elementos constructivos tales como suelos, paredes y cubiertas. Sólo cuando el proceso de diseño se ha cumplimentado en la entidad proyectada, el espacio adquiere vocación de forma, la que sólo se materializa efectivamente mediante la construcción acabada. La vida, entonces, viene después.
Pero operar arquitectónicamente con lugares implica formas de concepción, proyecto y hasta construcción e implementación diferentes. En primer lugar, porque no se opera en un espacio abstracto, sino en entidades concretas con características de campo espaciotemporal, afectadas desde un principio por la presencia y población humana. Los lugares son heterogéneos, poblados y estructurados. El arquitecto que opere con lugares no modelará una entidad amorfa, sino que comenzará por reconocer la estructura peculiar del lugar, comprenderá las secuencias de trasformaciones deseables, oportunas o forzosas, los acondicionamientos efectivamente demandados y obedecerá a la vocación de forma del lugar habitado, según las solicitaciones propias del habitante y de sus circunstancias allí y entonces. La vida humana ha tenido lugar desde el principio.

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