La vocación de vida del lugar


Romualdas Pozerskis (1951)

Al poblar los lugares, las personas conferimos a la vocación de plenitud de todo lugar, la sustancia de esta integridad: la colmatamos con nuestra propia vida.
En efecto, todo lo que necesita la vida humana es tener lugar, esto es, desarrollarse en unas situaciones y circunstancias concretas. Mientras que en el ambiente se encuentran las condiciones que hacen posible la supervivencia biológica, en el lugar se hallan las condiciones para que esta se desenvuelva como existencia, esto es, vida humana. Así es que los lugares se pueblan con identidades, con referencias y con memorias. Así es que los lugares se desenvuelven ellos mismos como estas identidades, referencias y memorias. Así es que los lugares acogen tanto las palpitaciones, los rumores y lo goces de los juegos humanos, así como se conforman y configuran según las personas se hacen lugar.
Así es que los lugares cultivan su plenitud como también su vocación de vida.

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