En la Grecia clásica, la arquitectura como arte se
aplicaba específicamente a la construcción de edificios religiosos y públicos,
mientras que el arte de construir casas, en cambio era oficio del οικοδόμος [oikódomos]. Ya en Vitruvio,
la construcción de residencias se considera tema propio de la arquitectura como
disciplina. Persiste, no obstante, a lo largo de la historia el recurrente
recortar de un cierto conjunto de prácticas productivas tenidas por
‘arquitectura’, modernamente diferenciadas de la ‘mera construcción’. Tiende a
confundirse las ideas de prestigio social de ciertos programas arquitectónicos
con la distinción del carácter ‘artístico’ opuesto al utilitario.
Hoy podemos creer que el carácter utilitario no puede
concebirse como una alternativa facultativa para la arquitectura, y por ello,
no puede oponerse a un contravalor estético: la adecuación de las formas
arquitectónicas a la utilidad se mide con la unidad del confort en el uso,
mientras que el logro estético radica en la síntesis finalista de la forma.
Medimos entidades distintas en planos no necesariamente congruentes entre sí,
y, a causa de ello, no contraponibles de una consideración teóricamente
consistente.
No obstante ello, sigue habiendo una considerable distancia
entre la obra razonable fruto de buen sentido artesano y las obras de
arquitectura tenidas como obras de arte.