Plumas ajenas: Witold Rybczynski

El hablar de domesticidad es describir un conjunto de emociones percibidas, no un solo atributo aislado. La domesticidad tiene que ver con la familia, la intimidad y una consagración al hogar, así como una sensación de que la casa incorpora esos sentimientos, y no sólo les da refugio. Lo que impregnaba los cuadros de de Witte y de Vermeer era el ambiente de domesticidad. El interior no era sólo un lugar para las actividades domésticas —como había sido siempre—, sino que las habitaciones y los objetos que contenían adquirían una vida propia. Esa vida, naturalmente, no era autónoma, pero existía en la imaginación de sus propietarios y, en consecuencia, paradójicamente, la domesticidad hogareña dependía del desarrollo de una rica conciencia del interior, una conciencia que era resultado del papel de la mujer en la casa. Si la domesticidad fue, como ha sugerido John Lukacs, uno de los principales logros de la Era Burguesa, fue sobre todo un logro femenino.

(Rybczynski, 1989)

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