Plumas ajenas: Joseph Rikwert



Desde que los hombres han abandonado la vida nómada —por la fuerza o por una necesidad sedentaria— han enterrado su pasado bajo sus edificios. Con cada capa sucesiva que se añadía a la anterior, otro pedazo del pasado se sumaba al repertorio de recuerdos, o bien se mantenía fuera de él. Esa es la parte oscura e irracional de la casa. La cubierta, por el contrario, es su aspecto evidente y explícito. Su recubrimiento y su pendiente, sus bordes y sus encuentros, hacen patente la manera en que sus habitantes se enfrentan a los elementos. Cuando se ve desde dentro, la estructura de la cubierta también es un tema constructivo claramente inteligible. La cubierta es la cabeza de la casa; y, puesto que se halla entre su ocupante y el cielo, es también el sustituto de éste en el pequeño mundo de quien la habita.
(Rikwert, 1987)

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