Si
para un reputado maestro moderno la arquitectura es “el juego sabio, correcto y
magnífico de los volúmenes bajo el sol” (Le Corbusier, 1923), en todo caso es
el diseño el protagonista central de este juego.
Para
el arquitecto moderno, diseñar, proyectar y pensar, en una región propia del
actuar arquitectónico, son casi sinónimos. La suprema regla de este juego
radica en la síntesis superior entre el pensar y el proyectar, precisamente
allí en donde la sabiduría, la corrección y la magnificencia encuentren su
significativa conjunción.
El
imperio intelectual de la empresa arquitectónica, entonces, radica en la
asunción plena de la obra resuelta, en lo fundamental, como volúmenes bajo el
sol, esto es, en la plena y efectiva epifanía de lo pensado.