La cuestión de la ciudad (II)


San Pablo

Ha habido necesidad de inventar nuevas palabras para referirse a esta nueva situación, dar nombres inéditos a nuevas realidades urbanas caracterizadas por la dispersión, la fragmentación, la urbanización extensa, difusa, sin límites, informe: ciudad-archipiélago, magma city, edge city, regiones urbanas, megápolis, megalópolis, metápolis. Algunos no han dudado en utilizar ya, como hemos visto, la expresión de la ciudad total, la pantópolis.
Son espacios conectados por redes de transporte a gran velocidad, que dejan entre ellos territorios invisibles por el efecto túnel que provoca el viajar en automóvil a través de autopistas, en tren de alta velocidad o en avión. Una ciudad en la que no sabemos si existe una cultura urbana, como sucedía antes cuando la distinción campo-ciudad era clara, o varias; si es necesaria la inserción territorial para adquirir la urbanidad, si ésta puede alcanzarse por la práctica de muchos lugares, dispersos o fragmentados.
Horacio Capel, 2010

La ciudad vivida de modo efectivo es la que se vuelve dispersa, fragmentada y extensa que rebosa una entrevisión siquiera vaga de un cierto contorno de identidad. Es por ello que se proponen nuevos nombres para una realidad que sólo llegamos a sospechar en su constitución, naturaleza y carácter. Son las experiencias de las personas que inducen a pensar en otras geometrías, otras geografías y, sobre todo, otras historias.
Cabe preguntarse cuándo dejaremos —si llegamos a tanto— de mencionar siquiera el término ciudad, abandonada la entidad, el concepto y el término a la reserva del tiempo ido, a la memoria de aquello que fue o, quizá, cómo esta realidad urbana de hoy mismo es la simiente de un nuevo e inevitable estado de cosas.
Puede que nos duela algo abandonar una representación que ha acompañado a la humanidad en gran parte de su sufrida peripecia.


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