La cuestión de la ciudad (I)


Montevideo

La perspectiva amplia es especialmente necesaria en la ciudad, donde el mismo concepto alude a aspectos muy diferentes: la urbs, es decir la dimensión arquitectónica y geográfica; la civitas, dimensión sociológica y antropológica; la polis, dimensión política, administrativa y jurídica.
Pero la ciudad es también una idea, un concepto, una percepción y una imagen. Se han de incluir, ante todo, las representaciones cartográficas, cinematográficas, pictóricas, o literarias.  Hemos de tener en cuenta, además, las percepciones, las imágenes de la ciudad, los mapas mentales; en definitiva: la ciudad vivida, la percibida y la soñada. Todo lo cual influye de manera decisiva en las ideas que se tienen sobre ella, positivas o negativas
Horacio Capel, 2010

Como idea, la ciudad aparece en una ilusoria claridad evidente hasta el momento incómodo en que hay que dar cuenta discursiva de ella. Esto quiere decir que la idea de la ciudad es clara e imprecisa a la vez. Puede ser porque uno suele adscribir sin mayores cuestionamientos que uno habita en una que puede nombrar e indicar con el dedo, llamándola, por ejemplo, Montevideo, pero que no puede definir concluyente e inequívocamente por qué Montevideo es un caso de ciudad y no de centro metropolitano, por ejemplo y cuándo y dónde es que empieza el Montevideo “rural” y termina el Montevideo “urbano”
Podría creerse que “ciudad” es un caso de concepto borroso. Pero hay que admitir que en el caso de la ciudad se reconoce una cierta estructuración significativa superior al menos al mero agregado de elementos. Un caso de concepto borroso es el de “montón”, pero el concepto de ciudad, pese a que es difícil de precisarlo, no cargará con un estigma de oscuridad e imprecisión comparable. Es de sospechar que el concepto se encuentra en algún punto interior al triángulo semántico trazado entre urbs/civitas/polis. El asunto es dar con este punto.
Podría, en fin, optarse por definir una ciudad como percepto, esto es, como resultado de una percepción de un tipo particular de paisaje. Todo urbanita podría ser capaz de reconocer no sólo su emplazamiento urbano particular, sino que sería capaz, asimismo, de indicar diferencialmente cuando ocurre un escenario urbano y cuando otro no reviste tal carácter. El problema se desplazaría desde la definición de la ciudad a la definición de urbanita, arriesgándose con cierta circularidad.
Todo parece indicar que habría que apuntar a indagar en la conciencia de los habitantes sobre la efectiva constitución de su ciudad vivida, para dar con el esquivo punto semántico.

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