Habitar la marcha


Michael Ancher (1849 – 1927) Paseo por la playa (1896)

Hay todas unas actividades ordenadas según la dimensión de la marcha —moverse, detenerse, avanzar, retroceder, acceder, abandonar…— que deben ser estudiadas en sus connotaciones existenciales.
La marcha implica el modo más primitivo de habitación del espacio y el tiempo. Puestos en movimiento es que conocemos el lugar y nos reconocemos de un modo principal. Las alternancias de los desplazamientos y las pausas en el camino dan lugar a la articulación significativa del espacio con el tiempo. Vistas las cosas en términos de vivencia, avanzamos hacia el lejano punto del horizonte en donde hemos de atisbar un destino. Pero es cuando volvemos sobre nuestros pasos que vivimos la memoria y la historia: podremos rectificar el rumbo, pero avanzar siempre es necesario. Siempre estamos inaugurando un estado existencial cuando traspasamos un umbral; tanto cuando entramos en un recinto, y también cuando lo abandonamos, quizá para siempre.
Habitar la marcha, por estas condiciones especialísimas, se llega a equipar con la propia vida. Y si bien, por nuestra constitución efectiva de existentes, sabemos que la concluiremos algún día, sin embargo, nos complacemos con la simple errancia gozosa y despreocupada, siempre que la salud y el buen tiempo nos acompañen.

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