Connie Imboden
(1953)
Tanto
Juhani Pallasmaa (2005) como Ashley Montagu (1986) han desarrollado en extenso
y ahincadamente la defensa del sentido del tacto.
Ante el
imperio cultural del llamado oculocentrismo (el dominio operativo y simbólico
del sentido de la vista), se reacciona oponiendo argumentos que rescatan al
tacto como un sentido especial y a la propia piel como órgano sensible
primordial. Forzoso es examinar con cuidado tales aportes con el fin de
comprobar, de primera mano, la solidez de estas tesis. Con mucho, el
señalamiento de una diferencia crucial entre la vista y el tacto puede inclinar
la balanza de las consideraciones al respecto. Mientras que la vista guarda una
relación distal con lo percibido, el tacto opera siempre proximalmente. Esta
diferencia puede resultar decisiva en el caso de la percepción habitable, ya
que aquello que efectivamente habitamos, necesariamente se constituye mediante
una disponibilidad inmediata, próxima y envolvente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario