El cuerpo, arquitecto fundamental del lugar


Gloria Baker Feinstein (1954)

A partir de la hipótesis que sostiene que es por obra de la acción que a las personas les es dado, en el mismo acto, tanto padecer como protagonizar el mundo que pueblan, puede sostenerse que el cuerpo humano es el arquitecto fundamental del lugar.
Esto tiene importantes consecuencias. La primera es que, por obra y gracia de la sustancia humana en las arquitecturas del lugar, éste tiene estructura, forma y figuras propias. No se trata ya del mero espacio sin forma, homogéneo e isótropo al que estamos acostumbrados a considerar como materia prima arquitectónica. La segunda es que, puede constatarse, preexiste en la arquitectura del lugar la función humana (operación, uso o implementación) a la constitución de cualquier elemento constructivo. En otros términos, a una ventana le precede un complejo y rico conjunto de buenas razones para asomarse por allí. En tercer lugar, puede entenderse el ejercicio arquitectónico humanista como una operación de desvelamiento y amparo de una condición humana concreta, antes que el puro imperio de la geometría sobre la materia construida.


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