Los cuatro elementos míticos: IV. El agua

No ha sido un simple deseo de fácil mitología, sino una verdadera presciencia del papel psicológico de las experiencias naturales, lo que ha determinado que el psicoanálisis marcara con el signo de Narciso el amor del hombre por su propia imagen, por ese rostro tal cual se refleja en un agua tranquila. En efecto, el rostro humano es, antes que nada, el instrumento que sirve para seducir. Mirándose, el hombre prepara, aguza, acicala ese rostro, esa mirada, todos los instrumentos de seducción. El espejo es el Kriegspiel del amor ofensivo. Señalemos rápidamente ese narcisismo activo, demasiado olvidado por el psicoanálisis clásico.
Gaston Bachelard, El agua y los sueños, 1942: 39


Pudiera ser que el reflejo en el agua quieta, antes que en sofisticados espejos confiera lugar a la presencia efectiva del hombre. Narciso queda para siempre cautivo del estupor. Quienes se benefician de la moraleja salen decididos a caminar —a vivir—, una vez que han tenido lugar en el reflejo del agua.

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