El origen de la dimensión alethotópica del habitar

Antoine Chintreuil (1814- 1873) La niebla (1868)

Hay un desajuste o una distancia entre la vida y sus posibilidades, entre los hechos y los valores, entre lo que hay y lo que tendría que haber, entre lo que sabemos y lo que siempre entendemos que se nos escapa aunque no sepamos qué es. La lista de desajustes es infinita, porque son las múltiples caras de una misma distancia: la que recorre a velocidad infinita el pensamiento de un ser finito. Un ser finito, nosotros: eso que no sabemos dónde empieza y donde acaba pero que provisionalmente localizamos en el espacio y el tiempo como nosotros, los humanos. ¿Cuáles son los límites y las condiciones de posibilidad del pensamiento que se rebela contra su propia finitud y contra sus propios límites? Eso es lo que hace el pensamiento: ir más allá de lo que inmediatamente somos, pero no para encontrar cualquier cosa, sino algo que sea, de algún modo, verdad.  
Marina Garcés

En la historia de la humanidad debe haber un momento especialmente luminoso en el que algún lejano antepasado descubrió para todos nosotros que habitamos un horizonte tras el cual reside, hacia adelante, todo lo que vendrá.
Nuestros esfuerzos tienen por cierto límites: habrá umbrales que nunca sobrepasaremos. Y sin embargo, nos ha sido revelado para siempre que sobrevendrán cosas y eventos tras nuestros horizontes.

Y así habitamos, escudriñando el cielo y los confines aparentes de la tierra, atentos y anhelantes de signos de lo nuevo, de lo que aún no es, pero podría ser, de lo que fuera bueno que llegara a ser.

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