Rituales: contenidos, sentidos, valores. (II) Marchas

Claude Monet (1840- 1926) Rue de la Bavole, en Honfleur (1864)

Mientras que circular es apenas desplazarse de un punto a otro, habitar una marcha supone una vivencia mucho más rica y honda en significados.
Transitar una senda es construir una mediante una acción que tiene mucho de misión, de ejercicio, de performance. Si mediante una detención en una estancia localizamos una situación estratégica, es sobre el camino abierto que nos desempeñamos tácticamente.
Estos contenidos de la marcha abren sendas tanto como desencadenan importantes factores de sentido. El principal es el propio de la exploración vivida del propio mundo, cuestión equiparable, punto por punto, con la propia vida. Otro sentido peculiarmente importante es cómo se despliegan, opuestas, dos dimensiones existenciales: hacia el sentido de la marcha, hacia adelante se abre aquello que vendrá, lo que se desocultará del ser de las cosas, lo que sobrevendrá. Mientras tanto, hacia atrás quedarán las regiones de lo ya vivido, allí donde moran la memoria, el olvido y la muerte. La marcha constituye el tiempo efectivamente vivido, una vez que la distancia se vence.

Mientras que la habitación de una estancia supone un distanciamiento del sujeto, por lo general, la marcha aparece adscripta a la vida pública y a los valores propios de intercambio comunitario. Asimismo, mientras que toda estancia comienza y culmina con la conformación de una cierta esfera, la concatenación total de las marchas constituye un laberinto tanto como estructura como valor.

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